Pachacámac, santuario de misterios: ¿Por qué el nuevo hallazgo ha dado que hablar a los arqueólogos?

Algunos cronistas, como Cieza de Leon, pusieron énfasis en la antigüedad de este culto que la administración inca, supuestamente, respetó al conquistar la costa central y construir el Templo del Sol. Otros como Santillán, citando a Polo de Ondegardo, atribuyeron la construcción del templo y del oráculo a Túpac Yupanqui. Para estos primeros y sorprendidos visitantes españoles se impuso la comparación de Pachacamac con La Meca o con los oráculos griegos de Olimpia y Delfos. En el siglo XX, investigadores como Max Uhle y Julio C. Tello han hecho uso diverso de las aseveraciones de estos cronistas para interpretar sus evidencias y construir hipótesis —no siempre coincidentes— acerca de la cronología, funciones y características de Pachacamac en su larga historia.

Sin embargo, el arqueólogo Krzysztof Makowski, quien desde 1991 dirige trabajos de campo en el valle de Lurín, considera que las evidencias arqueológicas contradicen “los escenarios interpretativos sobre el origen del templo y oráculo de Pachacamac en tiempos del imperio Huari (800-1100 d,C.) o antes, en épocas de la cultura Lima (300-800 d.C.), y que mantuvo su posición y prestigio hasta la conquista española”. Por lo contrario, considera que el dios y oráculo de Pachacamac y el centro ceremonial del mismo nombre, con traza planificada, formaron parte exclusivamente de la política religiosa del imperio Inca, es decir recién en el siglo XV. “Los Incas elegieron un lugar especial con lagunas, puquios e islas y con larga tradición de culto de otras divinidades locales, como Cuniraya, Cauillaca o Urpaihuachac”, precisa el investigador.

Estas hipótesis son corroboradas ahora con el descubrimiento en Pachacamac de 73 enterramientos intactos, en fardos funerarios, de individuos de ambos sexos, entre adultos y niños, que datan del período de expansión del imperio Huari, entre los años 800 y 1100 d.C. Por la relativa sencillez de la mayoría de los fardos se deduce que no serían entierros de élite, sino de hombres y mujeres del común. Y en uno de ellos se encontraron elementos vinculados con la pesca y un pequeño cetro de madera.

En los ajuares se hallaron, además, dos grupos de vasijas de cerámica cuyos estilos señalan la probable procedencia de sus antiguos productores y usuarios. Por un lado, hay ceramios influenciados por la tradición de la sierra sur como vasos ceremoniales, keros, cuencos con motivos huari, a menudo inspirados en estilo Tiahuanaco; y por el otro, ollas y cántaros pertenecientes a estilos relacionados con la costa centro-norte y norte.

Para Makowski estos entierros revelan no solo información sobre la posición social de los hombres y mujeres en este período, sino también comprueba los distintos usos que tuvo Pachacámac en el tiempo. “El asentamiento huari era relativamente modesto y no revela características comunes, formales ni funcionales, con el posterior Pachacámac inca, caracterizado por su envergadura monumental y su traza planificada de calles y murallas”, dice.

“Las evidencias muestran diversos Pachacámac sobrepuestos unos sobre otros en una secuencia temporal de larga duración. Estas pruebas no han sido percibidas ni estudiadas como se merecen, y se da mayor peso a las opiniones de visitantes españoles como Pizarro o Estete que a los resultados bastante explícitos de las excavaciones estratigráficas”, afirma el arqueólogo.

Makowski advierte, por ejemplo, que en las excavaciones llevadas a cabo en la calle principal amurallada, por la que debieron transitar los peregrinos, se ha encontrado una sola calzada de barro con cerámica inca . “Si fuese cierto que el oráculo tuvo orígenes huari y por lo tanto más de 700 años de existencia se encontrarían quizás decenas de calzadas y capas de enarenado, afirmadas por el tránsito, y sobrepuestas como un milhojas”, dice.

De acuerdo con sus investigaciones, en lugar de una secuencia de uso continuo de arquitectura y ejes de comunicación, están saliendo a la luz diversos Pachacámacs parcialmente colindantes y en parte sobrepuestos: el más antiguo es de tiempos de la cultura Lima, articulado alrededor de la pirámide del Templo Viejo, abandonado por el año 800; luego hay otro, de la segunda mitad del horizonte medio, en periodo Huari, cuando se convirtió en un asentamiento con cementerios y una plataforma ceremonial debajo del Templo Pintado; después existió un asentamiento Ychsma; y finalmente el Pachacamac del Templo Pintado inca, del siglo XV. Es decir, varios Pachacamacs con diferentes características y funciones que deben ser entendidas en el contexto de sus respectivas épocas.

Entre las nuevas piezas encontradas sorprende el hallazgo de dos báculos esculpidos en un estilo similar al ídolo de madera de Pachacámac. ¿En qué consiste la relevancia de estos objetos? Makowski responde: “Desde que fue encontrado el ídolo de Pachacámac en el Templo Pintado, se mantuvo la polémica respecto a su fecha de origen. La escultura no representa a una sola deidad masculina, sino es un ídolo bifronte, con dos personajes diferentes, quizás de sexo opuesto, unidos por la espalda, cada uno con dos pies, pero solamente con una mano. Por fechados C14 recientes se sabe que la madera fue cortada a fines del siglo VIII o inicios IX d.C., y la duda era si la pieza fue tallada también en esa época o en tiempos más tardíos. Ahora, el cercano parentesco estilístico entre los dos báculos y el ídolo sugiere que la famosa imagen de culto estuvo originalmente expuesta en la plataforma que Uhle encontró debajo del Templo Pintado, y que fue construida en la misma época que la mayoría de los entierros hallados al pie de este edificio”.

En síntesis, se trata de nuevas evidencias que revelan los múltiples usos en el tiempo de este emblemático sitio ubicado a menos de una hora de Lima.