A finales de los años 70, décadas antes de que Vivo x el Rock se convirtiera en el referente local, el rock subterráneo peruano comenzó a gestarse como una respuesta a la situación política y social que atravesaba el país. Influenciado por el movimiento punk de ciudades como Londres y Nueva York, este género musical adoptó una postura crítica y contestataria, resonando profundamente con los jóvenes descontentos con el sistema establecido.
A medida que la década de los 80 avanzaba, la escena subterránea empezó a ganar más visibilidad y seguidores. Lugares como “La Casa Hardcore”, “El Hueco” y “La Nave de los Prófugos” se convirtieron en puntos de encuentro clave para los aficionados del género, donde podían intercambiar cassettes, revistas y afiches, creando así una comunidad cada vez más sólida. Bandas como Leuzemia, Guerrilla Urbana, Zcuela Cerrada, Narcosis y Autopsia, surgidas muchas veces en garajes o casas particulares, empezaron a forjar un nuevo tipo de identidad cultural a través de letras que hablaban de descontento social, injusticia y deseo de cambio
En este contexto de efervescencia cultural y social, el festival Rock en Río Rímac de 1985 se gestó como un evento sin precedentes. Planeado en el corazón del distrito del Rímac ―entre las avenidas Tarapacá y La Capilla― este festival no solo pretendía ser una celebración de la música subterránea, sino también un acto de afirmación cultural y social de los jóvenes peruanos.
La figura clave en la organización del evento fue Jorge “El Negro” Acosta, empleado de la Municipalidad del Rímac que logró asegurar el patrocinio del festival a pesar de la resistencia de sectores políticos que desconfiaban de la influencia del rock. “Fui a trabajar en el área cultura con Juan Villanueva que era alcalde y otros camaradas. Pero como los regidores eran de Izquierda Unida, a la hora de proponer y debatir en la Asamblea de Consejo, se oponían. Esos h******s creían que tocar guitarra eléctrica era imperialismo yanqui.”, mencionó Jorge Acosta durante entrevista con el artista Jorge Miyagui.
El gran evento subterráneo
La idea, aunque en apariencia sencilla, resultó ser una compleja tarea de conciliación entre los subgrupos que conformaban la escena subterránea, pues durante la década de los 80, entre los punks y los metaleros había una rivalidad fuerte. “Ese era el problema. Yo les dije: ‘Aquí todos tenemos que aprender a soportarnos, entonces hemos decidido que tocan tres punks, tres rockandroll, tres metaleros. Todos pero de tres en tres’”. En cambio ellos querían tocar por bloques: todo punk, después todo metal, etc. Queríamos una visión más integradora”, recuerda Jorge Acosta.
El día seleccionado fue el domingo 17 de febrero de 1985. A las 7:00 p.m. se marcaba el comienzo, aunque la gran cantidad de asistentes ya rebalsaba el lugar, esperando el inicio de la primera edición del festival Rock en Río Rímac, con bandas como Del Pueblo, Miki Gonzalez, Iris, Tubo de Escape, Opus Rock, Flagelo, Leuzemia, Kola Rock, 666, Smiles & Tears, Guerrilla Urbana, Narcosis, Zcuela Crrada, Fuga, Temporal y otras más.
Desde temprano, la calle Tarapacá se convirtió en un hervidero de jóvenes ansiosos. El escenario, montado en plena calle, simbolizaba la apertura y accesibilidad del festival, un lugar donde la expresión libre y sin censuras era la norma. Mientras las bandas se preparaban, la multitud crecía, transformando el área en un espacio vibrante de energía y anticipación.
El festival arrancó con la actuación de Zcuela Cerrada, marcando el tono con su estilo enérgico y letras que resonaban con las frustraciones y aspiraciones de los jóvenes asistentes. El pogo empezó de inmediato, un baile de empujones que parecía derribar las barreras impuestas por una sociedad restrictiva, y a varios asistentes.
A medida que la noche avanzaba, cada grupo que subía al escenario añadía su propia voz al coro subterráneo que se había formado. Las letras, cargadas de crítica social y desafío, se entrelazaban con melodías que variaban desde el punk más crudo hasta el metal más estruendoso, mostrando la diversidad y riqueza del rock subterráneo limeño.
Con el pasar de las horas, Guerrilla Urbana, conocida por su estilo desenfrenado y letras provocativas, transformó su set en un acto de rebelión musical. El público, compuesto por un mosaico de punks, metaleros y rockeros, encontró un terreno común en su amor por la música a base de patadas, golpes y cerveza al aire.
Pero no todo era euforia, había tensión en el ambiente; la policía, al margen del evento, observaba. La atmósfera se cargaba con un sentimiento de desafío a la autoridad, alimentado por cada acorde y cada garganta. Cuando Leusemia tomó el escenario, la energía se transformó en algo casi tangible. Daniel F., el vocalista, no solo cantaba, arengaba a la multitud: “¡Patearse la cara!”, gritaba, y la música explotaba en un caos aún contenido.
A medida que avanzaba la noche, el número de asistentes crecía. El espacio entre los cuerpos se reducía y la intensidad aumentaba. La banda Del Pueblo, conocida por su compromiso con el movimiento subterráneo, aportó un momento de reflexión con melodías que hablaban de lucha y resistencia. Pero la verdadera prueba llegó con Narcosis, cuyo set estaba destinado a ser el clímax de la noche.
Un final con rock y balas
Rock en Río Rímac llegó con la esperada actuación de Narcosis, una de las bandas más emblemáticas del rock subterráneo peruano. Por su parte, la policía aumentaba sus números y vigilaba de cerca el desarrollo del evento.
A medida que Narcosis subía al escenario, la atmósfera se cargó de una electricidad particular. La banda, conocida por su música provocativa y sus letras desafiantes, enfrentaba un dilema: interpretar o no “Sucio Policía”, una canción crítica hacia las fuerzas del orden que podría incitar a la confrontación. Inicialmente, decidieron dejarla fuera del repertorio para evitar problemas. Sin embargo, conforme avanzaba su actuación y las otras canciones como “Represión” y “Destruir” resonaban entre el público, la demanda de “Sucio Policía” crecía.
El vocalista de Narcosis, Wicho García, observando que la presencia policial parecía disminuir, accedió a interpretar la controvertida canción. Casi de inmediato, la energía del público se intensificó, transformando el espacio en un hervidero de pasión y resistencia. La gente comenzó a cantar junto a la banda, lanzando el estribillo hacia los pocos policías que aún permanecían cerca.
La situación escaló rápidamente cuando, a pesar del permiso municipal para el evento, más unidades de policía llegaron en Land-Rovers. Según relatos del mismo García, los oficiales comenzaron a disparar al aire para dispersar a la multitud, y el vehículo policial avanzó hacia el escenario, causando pánico entre los asistentes. En medio del caos, los miembros de Narcosis, junto con muchos jóvenes del público, se vieron forzados a huir para evitar arrestos o confrontaciones directas.
La noche terminó en una mezcla de adrenalina y miedo. Muchos de los asistentes, incluyendo a los músicos, tuvieron que esconderse o escapar rápidamente del lugar. Algunos, como el vocalista de Narcosis, lograron llegar a casa exhaustos y profundamente impactados por la intensidad de los eventos. Otros, menos afortunados, como Rubén Suárez, fueron detenidos y enfrentaron represalias.
“Yo estaba cantando y sentí unos golpes, al voltear vi que era un policía quien me estaba golpeando con su macana hasta que un organizador se lanzó sobre él. Jorge [Pelo Madueño] había desaparecido y Cachorro estaba paralizado. Tomé a Cachorro, su guitarra, su cable y su pedal, y corrimos unas 6 o 7 cuadras sin parar. No es cierto que los enfrentamos; simplemente nos escabullimos, bajamos del escenario y tomamos el primer bus que encontramos para volver a casa”, relata Wicho García en una entrevista con Henry Spencer.
Lo que comenzó como una apuesta, surgida poco después del Rock in Rio en Brasil, terminó siendo un evento que marcó profundamente al movimiento subterráneo y a las miles de personas que disfrutaron de este festival que no se pudo contener. “A pesar de tener permiso de la Municipalidad, los policías intervinieron. Capturaron a Rubén Suárez y lo llevaron al Servicio de Inteligencia. Yo tuve que esconderme por cerca de un mes”, recuerda Jorge Acosta.
Rock en Río Rímac II - 1986 Después del resonante inicio en 1985, el Rímac acogió nuevamente el festival en 1986, consolidando su reputación como un punto de encuentro crucial para la escena subterránea. Las bandas que participaron en esta edición incluyeron a Exodo, Narcosis, Zcuela Cerrada, Leusemia en formato de trío, Guerrilla Urbana, Del Pueblo, Seres Van, Eructo Maldonado, Masoko Tanga, Kranium, Feudales, Masacre, y Neonato.
Rock en Río Rímac III - 2013 Veintisiete años después del último festival, en diciembre de 2013, se celebró la tercera edición, marcando el resurgimiento de este evento icónico. El festival contó con la participación de 17 bandas abarcando una diversidad de géneros como gótico, new wave, indie, post-punk, hard rock, folk rock, punk rock, rock and roll, synth pop y electro. Este festival, denominado "El 3er Ataque del Rock Subterráneo", no solo rindió homenaje a las bandas de las ediciones anteriores sino que también incluyó grupos de la nueva ola subterránea y bandas de los 90