“Queríamos que nuestra música oliera a la Amazonía, que la gente sintiera el calor de nuestra tierra al escucharla”, recuerda Jorge Rodríguez Grández, el fundador y líder de Los Mirlos, la legendaria banda de cumbia psicodélica peruana que lleva más de medio siglo navegando en aguas de la música tropical. Y que por estos días vuelve a ser noticia al anunciarse su participación en el famoso festival Coachella 2025, en la ciudad de California, en Estados Unidos, donde compartirá escenario con figuras como Lady Gaga. ¿Qué hace tan especial a esta agrupación que ha sido catalogada como los Rolling Stones peruanos y que en el 2022 se codeó con bandas de la talla de Red Hot Chili Peppers y UB40?
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En los años setenta, cuando el mundo se sacudía entre revoluciones y contraculturas, Los Mirlos tomaron las guitarras eléctricas y las transformaron en machetes melódicos para abrirse paso en un terreno dominado por el rock. Como los Rolling Stones encontraron en el blues la raíz de su desobediencia sonora, Los Mirlos hallaron en la cumbia colombiana y en los sonidos selváticos un lenguaje para narrar las historias y paisajes de la Amazonía, dando vida a un ritmo que bautizaron como “sonido selvático”.
Y entonces, desde 1973 no han dejado de hacer bailar al mundo con sus acordes hipnóticos.
El rugido psicodélico de la selva
Las primeras notas de “La danza de los Mirlos” son un enamoradizo conjuro. Las guitarras, llenas de arpegios envolventes, parecen imitar el vuelo de las aves, mientras los tambores replican los latidos profundos de la selva. “Es como si la Amazonía se hubiera electrificado”, describe Jorge Rodríguez, quien se niega a revelar su edad por “una promesa a mi madre”. Ese sonido único, no solo puso a bailar a generaciones enteras, sino que las unió en una identidad que supo burlar clases sociales, geografías y sobre todo, prejuicios.
Con cada acorde, Los Mirlos pintan paisajes invisibles.
El ritmo de “Eres mentirosa” evoca la nostalgia de un amor perdido entre los ríos, mientras “Muchachita del oriente” es un homenaje melódico a la juventud alegre y sencilla de la región. Como los Stones, que en sus letras supieron capturar el espíritu de la rebeldía urbana, Los Mirlos lograron que su música fuera un espejo de las emociones más humanas: el deseo, el desengaño, la alegría y la melancolía.
Sin embargo, Los Mirlos no han sido nunca una innovación aislada. Lleva medio siglo siendo un movimiento. En un Perú fragmentado, su arte anuncia una declaración poderosa: la Amazonía existe, vibra y tiene una voz propia. “Nosotros éramos la selva viajando en vinilo”, resalta Jorge Rodríguez. En cada fiesta popular, desde carnavales hasta matrimonios, su música es una invitación irrenunciable al baile. Cuando empiezan a tocar, nadie puede quedarse quieto, como si la selva misma te estuviera moviendo.
El Beethoven de los pájaros
Grupos como Los Destellos, El Avispón, Las chicas de Tarapoto, Apolo XI o Los Diablos Rojos, sirvieron de influencia para la creación de una identidad propia y colosal, cuyo antecedente se encuentra en el grupo Las Saetas, también fundado por Jorge y su hermano mayor, sin pensar que se mantendrían en el tiempo a lo largo de cinco décadas y cuatro generaciones.
La agrupación fue fundada en 1973 por Jorge Rodríguez, Danny Fardy, Gilberto Reátegui, Carlos Vásquez, Tony Wagner, Hugo Jáuregui, Manuel Linares, Gilberto Chamorro, Segundo Gustavo Rodríguez y Carlos Rodríguez. “Los mirlitos son aves de color negro de la Amazonía, muy dóciles e inteligentes, que incluso repiten palabras si les enseñas. Su cantar es muy lindo y agradable”, explica Jorge, quien añade un dato bastante curioso sobre el ave que daría origen al nombre de la agrupación:
—”Al mirlo se le conoce como el Beethoven de los pájaros—, cuenta y remata—: al punto que no hay dos que suenen igual porque componen sus propios cantos y los repiten una y otra vez.
Los Rolling Stones peruanos
Pero como toda leyenda, Los Mirlos también enfrentaron momentos oscuros. Las décadas de los ochenta y noventa trajeron consigo una crisis económica que amenazó con silenciar su música. El auge de otros géneros más urbanos los relegó temporalmente a las sombras. Aun así, como los Rolling Stones, cuyo espíritu parecía inmortal, Los Mirlos resistieron. La savia de la selva fluía con fuerza por sus canciones, y los oídos de las nuevas generaciones pronto redescubrieron la magia del sonido selvático.
En los últimos años, con el resurgimiento de la cumbia psicodélica, Los Mirlos han vuelto a ocupar el lugar que siempre les perteneció: el de pioneros y guardianes de un legado sonoro. Bandas jóvenes, como Dengue Dengue Dengue, han reconocido su influencia, rindiendo tributo a las raíces que ellos sembraron con tanto amor y dedicación. “Ellos son como nuestros Rolling Stones. No solo por su música, sino porque llevan décadas en la carretera, tocando con la misma pasión”, afirman.
En un país donde la música criolla dominaba la narrativa oficial, Los Mirlos eran una declaración audaz: la Amazonía tenía algo que decir, y lo haría a su manera.
Un fenómeno cultural
Hoy, Jorge Rodríguez y su banda siguen subiendo a los escenarios con la energía indómita de la juventud. Vestidos con trajes brillantes que parecen reflejar el sol de la selva, tocan con la misma intensidad que hace cincuenta años. “La música nunca envejece. Mientras pueda mover los dedos y haya alguien dispuesto a escuchar, seguiré tocando”, dice Rodríguez con una sonrisa grande, como si los años fueran un eco lejano en su memoria.
Los Mirlos son más que un grupo musical; son un fenómeno cultural. Como los Rolling Stones capturaron el espíritu del rock británico, esta agrupación peruana es la prueba de que la cumbia selvática puede ser rebelde, brillante y profundamente humana.
Como los Stones, que han demostrado una notable capacidad para adaptarse a los tiempos cambiantes, incorporando diferentes estilos musicales a lo largo de su carrera, Los Mirlos han experimentado con nuevos sonidos y han colaborado con artistas contemporáneos, manteniendo su relevancia para las nuevas generaciones.
—”Hemos hecho con Santiago Tavella de Uruguay, el conocido Cuarteto de Nos, con Santa Fe de Chile, con Renata Flores, una peruana. Pop, lo que pasa es que la guitarra de Los Mirlos se adapta a todos los estilos. Con Cumbia Star hemos hecho una canción hace dos meses que está sonando en las redes. Hay tantas colaboraciones, que es parte de la vida musical—, advierte el Keith Richards peruano, como lo bautizó la prensa argentina en un reportaje de El Clarín, que también denominó al grupo musical como los Rolling Stones peruanos por su vigencia, trascendencia e influencia en la música.
Ritmo tropical y universal
No suenan en las radios limeñas, pero Jorge asegura que su legado se preserva de forma masiva gracias a la tecnología. Haciendo números, calcula que su música tiene un millón de reproducciones al mes, teniendo en cuenta aplicaciones como Spotify, YouTube, los Tiktok.
Su ritmo, puede decirse, es casi universal. A lo largo del tiempo han tocado en casi toda Sudamérica, además de México, Estados Unidos y Canadá. También han sabido cruzar el charco y hacerse un lugar en el oído europeo, con presentaciones en países como España, Francia y hasta Alemania. También han llegado al cine en varias ocasiones, no solo en producciones nacionales, tienen un documental y un libro de corte biográfico.
El 2022 participaron del el festival Vive Latina de México, donde compartieron escenario con grandes bandas como Red Hot Chili Peppers, Café Tacuba, UB40, entre otros. Hace una semanas la banda Franz Ferdinand incluyó en su repertorio el tema “La Danza de Los Mirlos” en su concierto en Lima. En varias ocasiones, el vocalista Alex Kapranos dijo ser fan de la cumbia psicodélica y la chicha.
Hace algunos años, el actor Tenoch Huerta, de la película Pantera Negra de Marvel, confesó que su cumbia favorita es del grupo amazónico Los Mirlos, inclusive se animó a bailar en plena conferencia de prensa, allá por el 2022. Los Mirlos encapsularon el alma de la Amazonía en sus canciones. No son solo músicos, son cronistas de la selva, traductores de un lenguaje que vibra en cada acorde. Y su legado, como los ríos y las copas de los árboles que los inspiraron, sigue creciendo.