JORGE ESPONDA JARA
Con un local repleto y con el recuerdo todavía cercano del concierto que dieron hace siete años en Lima, los integrantes de The Ocean Blue nos entregaron anoche no solo lo más esencial de su repertorio sino varias de las canciones que componen Ultramarine, el primer disco que han lanzado luego de 14 años y que debe ser también uno de los mejores de su trayectoria.
No es poco decir para una banda que fue ganándose a su público poco a poco desde fines de los ochentas (en las postrimerías del new wave) y que aquí sigue, algunos hits y un par de décadas después.
La noche arrancó con una de sus canciones más bailadas, Mercury. Y, aunque el nivel de convocatoria no permitió moverse con comodidad a gran parte del público en la discoteca Gótica, se pudo apreciar a una banda sencilla pero muy efectiva en escena. Tal vez no sean los músicos virtuosos que asociamos con la escena a la que pertenecen, pero a estos ya señores de Pennsylvania, liderados por David Schelzel, les *bastó con lucir auténticos y sobrios para meterse a todos en el bolsillo. Siguieron Sad Night, Where is Morning? Y Fast Forward Reverse, las primeras cucharadas de su nuevo trabajo y que todos los presentes ya conocían muy bien.
Llegaron entonces los primeros saludos por parte de un muy tímido David y se vino una ola de recuerdos manifestada en voces de asombro y gritos cuando sonó Drifting, Falling, una de las canciones que los identificó cuando hicieron su presentación dentro del circuito alternativo. Sin saxo pero con ese sonido tan característico que hace que hasta ahora la gran mayoría los confunda como músicos británicos. No sería nada gratuito tampoco que fueran una especie de herederos tardíos de ese britpop que se vería en mutación durante los noventas. Y como dejando un poco en el aire esa reflexión empezaría asonar Sublime, momento en el que el que menos se puso a saltar y a corear ese pegajoso coro: It was so so so ba ba ba lime.
Pero como casi siempre, aún quedaba por esperar lo mejor para el cierre. Give It a Try, dejó demostrada que es otra canción de la que más se han encariñado los fans de The Ocean Blue, aunque ese sería el adelanto de fin de fiesta que se vino con Ballerina Out of Control y sobre todo con Between Something and Nothing, que hasta ahora sigue sonando tan atemporal.
La banda reapareció más de una vez en el escenario para dedicarnos un setlist que se amplió con There Is a Light That Never Goes Out, un cover de The Smiths que nos hizo sentir que ese océano azul, incluso en la oscuridad de la noche, era capaz de llevarnos a una proverbial felicidad.