HORACIO ZIMMERMANN @Horacon Redacción online
El pañuelo es el mejor amigo de Bret Michaels. Rojo, celeste, verde o de cualquier color, siempre lleva uno sobre la cabeza. Ese pedazo de franela que en el Perú se utiliza como accesorio de higiene personal, es infaltable en cada una de sus presentaciones. Diría incluso en sus entrevistas y demás apariciones en televisión. El pañuelo de Michaels es, además, el mejor adorno que lleva puesto consigo, aun por encima de su melena, ni tan rubia ni tan joven, símbolo de su egocéntrica personalidad durante los 50 años de su vida, 29 como músico. El pañuelo de Michales, sin embargo, dejó de posar en su frente en algún momento de su vida; quedó guardado en alguno de sus armarios sin fecha de salida. Bret, la estrella de rock americana, lo dejó de lado en el 2010 a causa de una hemorragia cerebral que obligó al cantante a separarse de su amigo durante dos largos meses para permanecer internado en un hospital. Su estado era crítico.
Allí estaba Michaels, no obstante el pasado, subido en una tarima de La Molina, tres años después de haber estado entre la vida y la muerte. Bret demostró qué significa ser una verdadera estrella de rock. Demostró que, si bien en los últimos años se dedicó a escoger parejas en shows televisivos de mediano éxito en los Estados Unidos, la música es su verdadera pasión (la manera como vive cada una de sus canciones así lo confirman). No le importó ni lo pequeño que era el lugar ni la evidente ausencia de público, que no colmó el Scencia. Michaels es una estrella de rock, glam o hardrock, y las estrellas, las verdaderas, se deben a su público, así sea solo una persona o cincuenta mil las que tengan enfrente coreando los éxitos que en los 80 y 90 lo convirtieron en un ícono.
Bret no trajo consigo a Rikki Rockett, C.C. DeVille o Richie Kotzen al escenario, músicos de primer nivel que lo acompañaron durante los años deslumbrantes de Poison; de todas formas, en el Perú ya estamos resignados en la mayoría de casos a escuchar cantantes, mas no a las bandas originales. No vimos a Guns N’ Roses, vimos a Axl Rose; no vimos a Megadeth, sino a Dave Mustaine, por citar algunos ejemplos. Esta vez no fue la excepción con Michaels. Aun así la capital disfrutó de un show de primer nivel gracias a la notable puesta en escena del vocalista. Eran 50 millones de discos vendidos sobre un escenario peruano. Bret, además, trajo consigo lo más importante: el pañuelo y la voz. La entrada ya estaba pagada. Quienes fueron disfrutaron; quienes no, resignación.
NOTHING BUT A GOOD TIME El concierto se inició a las 8:30 p.m. con el grupo peruano Gaia. Michaels estaba programado para pisar el escenario a las 9, aunque recién lo hizo con cuarenta minutos de retraso. Momentos previos a su aparición sorprendió que se le presentara con Welcome to the jungle a todo volumen, canción famosa de Guns n’ Roses. No importa. Bret apareció en el escenario con una bandera peruana mientras los músicos que lo acompañaban hacían retumbar el recinto con Talk Dirty to Me, segundo single de Poison. En cuestión de segundos la gente conectó con el vocalista pese a que el sonido no era bueno debido que la acústica del lugar no es la mejor.
Michael agradeció el cariño y lo retribuyó siempre que pudo dando la mano a sus fans, señalándonos o incluso cantando con ellos. Más tarde el cantante prometió volver a Lima, pero esta vez en una noche de sábado por la noche. Entonces sorprendió al anunciar una canción que nadie tenía en el repertorio: Sweet Home Alabama, de la banda estadunidense Lynyrd Skynyrd, disuelta en 1977 por la muerte de dos de sus integrantes en un accidente aéreo. El tema fue un éxito para los que acudieron al concierto. Luego vendrían otros temas como Your Mama Don’t Dance, Something to Believe In y las infaltables, y que todos esperaban con ansias, Every Rose Has its Thorn, Fallen Angel y Nothing but a Good Time, canción con la que cerró un concierto de aproximadamente una hora y cuarto.
Fueron 26 años de espera para muchas generaciones que acabaron en una verdadera fiesta de rock, dirigida por uno de sus máximos exponentes de este género: Bret Michaels. La noche brilló por un claro ejemplo de lo que debe transmitir un rockstar, un gran despliegue de puesta en el escenario, conexión con el público y desborde de energía en todo su repertorio. De principio a fin. Los clásicos de la banda Poison encendieron una noche que en un principio no traslucía mucha emoción debido a la falta de público y un sonido no tan bueno, pero que con el transcurrir de las horas dejó uno de los conciertos más memorables de este año. Lo dijimos pero vale la pena repetirlo: un verdadero artista se debe a su público, sea en grandes arenas o frente o un público pequeño. Eso lo demostró Bret.
El resultado: un público encandilado de principio a fin, agradecidos a un artista que lo dejó todo en el escenario y que no pierde la energía después de décadas. Bret Michaels prometió regresar. Lo estaremos esperando.
SET LIST Talk dirty to me Look what the cat dragged in Ride the wind Sweet home Alabama Your mama don’t dance Something to believe in Unskinny Bop Every rose has its thorn Fallen Angel Nothing but a good time