El escritor José Güich Rodríguez. (Foto: Alessandro Currarino/El Comercio)
El escritor José Güich Rodríguez. (Foto: Alessandro Currarino/El Comercio)
/ ALESSANDRO CURRARINO
Elton Honores

“Año sabático” fue la opera prima de (Lima, 1963), y se publicó en las postrimerías del siglo XX, un mundo muy distinto al del actual siglo XXI: globalizado, tecnologizado, con ciudadanos vigilados y cada vez más desintegrados en el internet. La literatura era aún un ejercicio secreto y cuasi solitario, sin tribus electrónicas que enviaran un ‘like’ como sinónimo de lectura, ni youtubers ni grandes corporaciones transnacionales que dominarían el pequeño y artesanal mercado editorial limense. Y lo fantástico era apenas una fisura para el imperio del realismo. Ello explica el enorme silencio sobre el libro y la noticia de su publicación que se perdió entre la bruma limeña de la “Marcha de los 4 Suyos” y la posterior transición hacia la democracia, durante el año 2000.

“Año sabático” de Güich une dos tradiciones: la culta, como la tradición fantástica del Río de la Plata (Borges, Cortázar, Bioy Casares) y la cultura popular norteamericana clásica de los años 50 y 60 (el cine de Jack Arnold, “The Twilight Zone”," The Fugitive"), tendencia que se verá con mayor claridad en los autores contemporáneos. El libro ingresa a formar parte de esta tradición fantástica peruana y que siempre estuvo ahí, a la vista de todos. Y puede considerarse como puente o tránsito hacia lo actual, ya que hereda también el registro ribeyriano (sobre todo para los cuentos realistas) y realiza una operación –en ese momento- poco frecuente: ubica sus ficciones dentro de espacios reconocibles o sugeridos como peruanos, lo cual expresa una conciencia por construir un fantástico “hecho en Perú”.

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El libro incluye 9 cuentos, dos de ellos propios del realismo sucio –ubicados en el centro del libro- en el que explora el mundo de la marginalidad y la pobreza, como son “El tiempo prestado”, con una atmosfera sexual y juvenil en clave reynosiana y “Danza del fuego” sobre el desempleo y la periferia, acaso como reversos lógicos del lujo y del esplendor en el que se ubican algunas otras de sus historias; y 7 claramente con predominio de lo fantástico y la cf.

“Año sabático” plantea la posibilidad de alcanzar la inmortalidad, al trascender el espacio-tiempo y acceder a un tiempo otro. “La isla” retoma un pasaje apócrifo de la célebre novela de François Rabelais, Gargantúa y Pantagruel. Se inscribe así en la línea que desarrolla Marcel Schwob o el propio Borges. “Oráculo” vuelve a jugar con las temporalidades y lo hace a través de la visión de Lima prehispánica y la sucia y decadente capital de la República de fines del siglo XX. Situación similar ocurre en “La puerta el jardín” sobre la caída del imperio romano. “Verano del desprendimiento” es un texto juguetón en el que las esculturas en alto relieve (quizás algunos mascarones y gárgolas) de la vieja ciudad cobran vida y se convierten en celebridades y alguna de ellas empieza a interferir en la vida amorosa del protagonista.

En “Los pilotos del templo de piedra” unos soldados caen en un bucle temporal que les obliga a repetirá diario, las mismas maniobras militares, son alimentados por fuerzas superiores y desconocidas, y con la particularidad de que sí poseen plena conciencia de su estado de excepción. “Stafford. Indiana” es un relato de persecución, con guiños al Borges de “Tema del traidor y del héroe”, a “El perseguidor” de Cortázar, y The Fugitive y su personaje Richard Kimble, acusado de un crimen que no cometió.

La imagen de la ruina será constante en los textos (“Los pilotos del templo de piedra”, “Año sabático”, “La puerta y el jardín” e incluso en “Verano del desprendimiento”, con esos moldes del pasado ruinoso que invaden la modernidad de la ciudad, amenazando su progreso y al sujeto mismo), por lo que se constituye en una clave del libro, en relación con el paso del tiempo: todo lo presente, seguro y estable, terminará finalmente por ser corroído por el tiempo, desde el individuo hasta la civilización humana. Así, cualquier tipo de trascendencia es imposible de conseguirla dentro de la experiencia terrestre, limitada y minúscula. Asimismo, el tiempo se convierte en un elemento clave de los relatos de Güich a través de su yuxtaposición.

Güich ha desarrollado un papel relevante para lo fantástico, no solo a través de sus libros de ficción, sino además como crítico literario y antologador, además del magisterio en la docencia universitaria, en la que ha sabido camuflar algunos de estos temas vinculados a lo fantástico. Y lo mejor es que sigue un camino trazado hace 20 años desde “Año sabático”, sin traicionar sus principios, a caballo entre la izquierda y la anarquía. Así que mientras escriba como lo sabe hacer y sorprenda a sus lectores seguirá siendo un hombre en permanente fuga.

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