Más que un libro o cuento infantil, “Un gran cambio” es un testimonio. En una veintena de páginas Micaela Plaza ha logrado darles voz a los maestros que, como ella, han concentrado esfuerzos en adecuarse a los cambios que ha experimentado la educación en medio de la crisis sanitaria propiciada por el COVID-19. “Al principio de la pandemia se me caía el pelo, tenía la piel verde, estaba super estresada”, cuenta la joven profesora de educación inicial que además de enfrentar la tristeza de no compartir el día a día con sus alumnos tuvo que reaprender los métodos de enseñanza y adaptarse en tiempo récord a las nuevas circunstancias. Las reuniones con representantes del ministerio, con directivos del colegio, entre profesores y con los padres de familia fueron el inicio del duro proceso que significó el pase de la educación presencial a la virtual. Y claro, también responder a las dudas de todos ellos por correo o WhatsApp.
En medio de esta avalancha de transformaciones, Plaza empezó a escribir su propia historia. “Fue un modo de intentar interiorizar lo que estaba pasando”, explica. Con esa idea en mente decidió registrar la inédita situación que desafiaba la labor de los maestros. Lo primero que hizo fue crear una línea del tiempo para recordar cada momento, emoción y problema que tuvo que sortear. En agosto del año pasado el libro ya estaba terminado, pero los problemas sociales y políticos del país pospusieron la publicación hasta hace unas semanas. Ahora, con el libro bajo el brazo y con la certeza de que los maestros “somos capaces de hacer de lo imposible algo posible”, ella comparte con nosotros sus experiencias y reflexiones.
Hacía falta tener la perspectiva de los maestros frente al desafío en que se ha convertido el año escolar en medio de la pandemia. ¿Este era tu objetivo principal?
Después de que terminé de escribirlo me di cuenta de lo que había hecho. Es un relato mío, personal. Soy el personaje principal del cuento y lo que se dice ahí es real. Pero también siento que soy un poco la voz de los profesores del Perú, de mis colegas y compañeros de trabajo que hemos pasado por una difícil situación durante todo el 2020. A veces es como, no sé, si no valorarán nuestro trabajo o que es muy difícil entender el verdadero rol del maestro en este momento.
Ha habido muchas críticas al respecto.
Nosotros somos los primeros en querer regresar a las aulas y se piensa lo contrario. Hubiéramos querido ser prioridad a la hora de la vacunación como los médicos, las fuerzas armadas y otras profesiones. Hasta el día hoy no lo somos. Recién hace un mes se está vacunando a los profesores de áreas rurales. Que los profesores nos debíamos vacunar lo más pronto era una demanda nuestra y de los padres. Hay una fuerte necesidad tanto de los niños y padres de regresar al colegio. En mi escuela hubo una encuesta y más del 90% de padres dijo que sí querían volver a las clases presenciales.
Dentro de todos los cambios que ha experimentado la educación no podemos perder de vista que el acceso a la tecnología sigue siendo un grave problema. ¿Qué nos puedes comentar al respecto?
Mi solidaridad al máximo con los profesores de las zonas rurales, cuyos niños carecen de una computadora, tablet o celular con la que puedan conectarse. Ellos para mí ellos son los verdaderos héroes. Qué difícil debe haber sido llevar el año escolar de esa manera, con tantas carencia. Tengo contactos con profesores que no tienen la oportunidad de hacer una clase virtual, sin embargo se las ingenian y mandan la tareas por escrito o por video para que los niños lo vean en el WhatsApp de los padres. Las noticias de los niños de Puno que subían a los cerros para captar al señal de Tv Perú y ver Aprendo en Casa, así como del profesor que debía viajar o caminar una buena distancia para revisar las tareas de sus niños son el reflejo de la vocación y del deseo de superación. Si yo estuviera en esa situación creo que también lo hubiera hecho.
¿Cómo ha sido recibido tu libro por los propios maestros y personas ligadas a la educación?
Tengo amigas que además de maestras son sicólogas y me han dicho que también se han sentido identificadas con el relato. Hay que ver al maestro como una persona que ríe y llora, sobre todo en medio de la desesperación que ha generado la pandemia. Intento que a través de mi libro se humanice al profesor. Como en cualquier trabajo nos encontramos con todo tipo de personas. Hay padres considerados y agradecidos, que valoran tu trabajo, pero también están los que solo ven que la enseñanza es un servicio que se debe brindar. Ellos no piensan en si tuviste Covid, si se te murió alguien, si tienes hijos o si alguien te ayuda o no en casa. Por todo esto han pasado miles, hay que darnos cuenta. Ahora nos tocó hacer todo a la vez. Ser padres, trabajar y reforzar la enseñanza, todo junto. No sé qué tan real sea que las personas entiendan el esfuerzo que hemos hecho. Creo que hay que conversar profundamente con un profesor para poder entenderlo. Espero y creo que sí se podrá lograr que los padres sepan que por lo menos nos hemos esforzado, que intentamos hacer las cosas bien.
También fue un reaprendizaje para ustedes. ¿Cuál consideras la principal dificultad a la que se han enfrentado?
Tuvimos que generar todo de nuevo. Desde herramientas de trabajo, como un Power Point para que el niño aprenda a diferenciar el sonido de la letra A de la B, hasta generar un vínculo con ellos. Pero cerraba el Zoom y me preguntaba si realmente ellos me habían entendido, si me querían contar lo que les pasaba en casa, porque yo estaba dentro de sus casas y ellos dentro de la mía. En ese sentido creo que la brecha se achica, porque ves todo lo que está sucediendo alrededor. Los hermanos jugando y la mamá o el papá trabajando. Al principio tenía el temor de que no estén aprendiendo. ¿Cómo podía cerciorarme de que realmente esté habiendo un aprendizaje? ¿Cómo tener un feedback con ellos? Definitivamente es mucho más complicado ver una evolución tras la pantalla. Por ejemplo, en el caso de la motricidad fina, cómo sé que el niño lo está haciendo bien.
¿Y en el caso de los alumnos?
Ha sido difícil acostumbrarse pero hay que llegar a tener acuerdos para hablar y no interrumpir a los compañeros. A mis niños, que son pequeños les ha costado más que nada no poder expresarse libremente, respetar los acuerdos y esperar su turno porque de lo contrario no nos entenderíamos.
¿Qué aspecto de la educación no puede ser reemplazado por la enseñanza virtual?
El contacto humano, la cercanía que se desarrolla, la sonrisa cómplice, las miradas. Todo el lenguaje corporal que es súper importante. Por más que la pantalla te permita ver al alumno, compartir con ellos es un momento muy rico. Para mí el colegio en clase era mi hogar, no el segundo, era todo. Y creo que eso le pasaba a la mayoría de los profesores.
¿Consideras que los colegios están preparados para regresar a clases?
Creo que va a ser muy difícil. Sobre todo para primaria e inicial, incluso para los propios profesores. La vacuna es crucial. Particularmente creo que no se debería volver hasta que todos los maestros estén vacunados. Regresar a clase y estar protegidos del virus dependerá mucho del lugar donde se haga. No es el mismo plan para todos. Lo mejor sería formar grupos pequeños y seguir respetando el distanciamiento.
¿Cuál es la principal enseñanza que te ha dejada la pandemia?
Dar las gracias por todo. Trabajar en un colegio privado, con un sistema de educación virtual es un privilegio. La resiliencia, creo que en mi cuento muestro todo lo resiliente que he podido llegar a ser. El año pasado tuve una pena muy grande al no poder ver ni abrazar a mis niños, no reír con ellos. Como profesora fue como si me rompieran el corazón. Fue durísimo, tengo una fuerte conexión con ellos. Creo que después de los padres quienes quieren más a los niños son sus profesores.
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