La noticia de su muerte ocupó dos veces las primeras planas de El Comercio. La primera vez, el 7 setiembre de 1935, un día después de su fallecimiento en Rosario, Argentina. Angélica Palma había viajado al país del sur para ofrecer conferencias y acompañar la inauguración de un busto en bronces de su padre, don Ricardo Palma, frente a la amplia avenida Del Libertador, en Buenos Aires. “Escritora de ingenio sutil, castizo lenguaje, facilidad en el diálogo y exquisita sensibilidad femenina, tuvo por maestro a su padre, del que adquirió la misma clásica serenidad de pensamiento e idéntica maestría de expresión, que hicieron de ella la germinal noveladora americana de nuestra época”, dice la nota.
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