Hace 45 años, el 2 de diciembre de 1969, el novelista peruano José María Arguedas decidió quitarse la vida por mano propia. No lo hizo por egoísmo o desprecio a los demás, sino por un dolor en el alma, en el espíritu y la conciencia. Su confrontación con ese Perú de constantes cambios sociales y económicos, de mezclas culturales a fines de la década de 1960 fue demasiado. Guardó en lo más profundo de su ser a ese niño sufriente y angustiado que sus biógrafos reseñaron. Lo recordamos hoy como el héroe cultural que nos legó su arte de imágenes y palabras, de esperanza y belleza en su mundo imaginario. Ese fue el escritor de “Los ríos profundos”, “Todas las sangres” y “El zorro de arriba y el zorro de abajo”.
El Perú que vivió Arguedas fue uno mestizo, de variadas tradiciones culturales, creencias y etnias; un país en formación y que buscaba consolidar su propia identidad. Por eso él siempre se sintió como un puente, un vínculo entre dos mundos; el andino y el occidental.