La más reciente novela de Sergio Galarza, "Algún día este país será mío", narra la historia de una larga amistad que se trunca con los años. Un vínculo que, más que quebrarse, se fue desvaneciendo hasta el punto que ninguno de los implicados parece reconocerse los rostros. Sobre este relato maduro, rabioso, desesperanzado, hablamos con su autor –que radica en España– a su paso por Lima.
— ¿Fue muy diferente el ejercicio de memoria familiar de "Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre" (2016) que el ejercicio de memoria en torno a la amistad en este libro?
No, en realidad usé el mismo método. En ambos casos tuve la fortuna de que había documentos para consultar. En el caso de mi madre había fotos, videos y su agenda, pues ella era una maniática que anotaba todo. Y eso activa la memoria. En el caso de este libro, usé los testimonios de muchos amigos, aunque acá sí me llamó la atención que cada uno veía algunos hechos de forma distinta.
— ¿La vida de quienes viven fuera de su tierra está siempre marcada por los complejos?
Cuando yo empecé a vivir fuera, me di cuenta de que no tenía el sentimiento de añoranza que la mayoría de la gente tiene. Yo me fui de Lima porque sus males me parecían un infierno. Y por eso nunca recordaba ni hablaba de los amigos. No extrañaba al que se suponía era mi mejor amigo. Tratando de explicarme eso, me percaté de cómo nos habíamos distanciado ideológicamente. Recuerdo que una noche en la que salimos, tuvimos un incidente con la policía y, después de resolverlo, él dijo: “Puta, este país es mi chacra”. Eso me quedó grabado, y de allí sale el título y la semilla del libro.
— ¿A qué atribuyes un cambio tan radical en una persona?
Yo creo que les sucede lo mismo que al país: una sociedad que se vuelve utilitarista y que elige el camino más fácil, que es el del olvido. En el caso del Perú, eso incluye una etapa y el olvido de las víctimas, de los deudos. En el caso personal, incluye el olvido de los complejos, que siempre están allí y en algún momento afloran cuando la persona tiene poder, y usa ese poder para humillar. Una especie de venganza de su pasado.
— Hablas del cambio de las personas, ¿pero qué hay del cambio propio?
En mi caso lo noto, por ejemplo, cuando trato de escapar del machismo. Es complicado porque fui criado en un ambiente machista y a veces surgen frases o actitudes que crees que no hieren a nadie, pero sí lo hacen. Arreglar esos problemas es cuestión de madurez. Resolver los complejos del niño que fui.
— Te fuiste del Perú por su derrumbe moral, pero llegaste a España, que no está exento de esos problemas.
Sí, lo que yo veo es que sociedades como las del Perú y España se parecen sobre todo en sus problemas. Pero en España hay otros beneficios, hay otro tipo de Estado. Un Estado que, por supuesto, quieren desmontar para impedir que la educación y la salud pública sean de calidad, para beneficiar a unos pocos amigos de los políticos. Porque ya se ha demostrado que, más allá de que el gobierno sea de derecha o izquierda, quienes llevan la batuta son los que financian las campañas.
— Igual imagino que no hay ninguna posibilidad de vislumbrar tu vida en el Perú.
No, eso es imposible. Tendría que torcerse algo para que yo pueda volver. Yo prefiero que mis hijos crezcan en ese otro país, aunque también sea un país con muchos problemas. Y pese a ello, también debo admitir que en estas últimas visitas me he sentido más a gusto en el Perú. Las primeras veces lo hice a regañadientes, pero ahora veo que la gente se manifiesta y pelea por lo que cree. En España, al menos en lo político, siento que los ciudadanos están un poco dormidos.