Le gusta investigar en aquello que a nadie interesa, o en “Lo que a nadie le importa”, como se titula una de sus novelas. “La piel”, el más reciente libro del escritor español Sergio del Molino era uno de esos proyectos que ponían a su editor con los pelos de punta. ¿A quién le interesaría leer un libro sobre la psoriasis, enfermedad en la piel que el propio autor padece hace 20 años? Y sin embargo, a partir de este escozor personal, Del Molino logra un libro profundamente honesto y brutal, crudo y tierno, describiendo en profundidad la perturbación de su dermis como la de otros personajes conocidos por la misma enfermedad: el megalómano Iósif Stalin, el escritor y caza mariposas ruso Vladímir Vladímirovich Nabókov, la multicolor intérprete Cindy Lauper. Del Molino encuentra verdades literarias mirando la realidad desde los ángulos más inéditos, profundizando en su padecimiento sufrido desde los 20 años, detallando las heridas y la descamación, asumiendo la identidad de un monstruo igual a las brujas de las historias de Roald Dahl, que esconden sus eccemas bajo guantes y pelucas.
Por cierto, para Del Molino, colaborador del diario País y colaborador en Radio Onda Uno, donde participa del influyente y divertido programa (y podcast) cultural La Cultureta, escoger el camino de la irrelevancia para alcanzar lo relevante no resulta un camino infalible. Sin embargo, precisa, es la única forma de llegar a ello. “Si hay una manera de alcanzar aquello que pomposamente se llama “la verdad literaria”, es a través de la despreocupación y la ausencia de voluntad por alcanzar ese objetivo”, afirma el novelista, quien sabe que la solemnidad lleva a cualquier autor al despeñadero. “Es en la irrelevancia donde están las cosas que en verdad nos interesan y donde podemos conectar. No siempre funciona, pero de vez en cuando sucede”, añade uno de los invitados de la península al Festival Hay digital en Arequipa, donde se presentará, de forma virtual, este domingo.
Un libro como “La piel” genera que el lector, tras leer tus historias, imagine otras nuevas, recuerde otros famosos enfermos. Yo no seré la excepción: ¿Sabías que Abimael Guzmán, el líder de Sendero Luminoso que murió hace pocas semanas, sufría de psoriasis?
Lo sabía. Y cuando escogí el repertorio de candidatos para este libro, él era uno de ellos. Lo que pasa es que ya tenía a Stalin, y tenerlos a ambos en el mismo libro era demasiado. Es muy conocida la historia de cómo lo capturaron, entre otras cosas, al encontrar los medicamentos contra la psoriasis en la basura de la casa donde estaba escondido. Pero estando Stalin ya no puedes meter a nadie parecido...
Rascarse en los mismos lugares genera una curiosa fraternidad entre tú y los personajes que convoca el libro, desde Stalin hasta Cindy Lauper...
Es que rascarse es un acto reflejo del que no te das cuenta hasta que ves a los otros rascarse. Y el libro surge, en buena medida, desde esa conciencia. No entiendo el alcance de lo que padezco hasta que no lo veo y leo en los demás. Mediante ese espejo y la mirada del otro, me voy entendiendo. Este tipo de enfermedades tienen una parte de negación muy importante, de intentar minusvalorarlo, vivir de espaldas a eso. Y yo solo he sido consciente de lo que vivía gracias a esos personajes. Por eso “La piel” tiene esa estructura. No es que sienta una extraña fraternidad: es que me he visto en ellos.
Tu libro parte de la convicción de que los seres humanos somos únicamente un cuerpo, y que la enfermedad condiciona nuestra forma de ver y pensar el mundo. ¿Crees que ese ha sido, generalmente, el punto ciego de los historiadores?
Más bien ha sido el punto ciego del pensamiento religioso durante mucho tiempo, que se ha basado en concebir al ser humano como una dualidad entre alma y cuerpo, hablando de la conciencia sin saber bien donde reside. Un pensamiento que ha vuelto a reformularse de forma laica en los últimos años, con el mismo desprecio total al cuerpo. Cuando nosotros decimos que el cuerpo no importa, que da igual tu aspecto físico o el color de tu piel para construir una sociedad democrática (es necesario plantearlo así en términos de igualdad) lo que estamos es reactualizando esa dualidad alma/cuerpo. Lo que decimos es que las personas no son ese cuerpo, que somos una conciencia, algo que trasciende por completo la condición física. Eso, en términos legales y democráticos es correcto. Pero en términos literarios y estrictamente humanos, no lo es. Tenemos que asumir que nuestro cuerpo condiciona por completo lo que somos, de una forma mucho más profunda de lo que creemos. Por eso creo que es una falacia absoluta lo que apunta la filosofía post humanista y las historias trans humanistas, con proyectos que imaginan descargar la conciencia humana en un ordenador para poder alcanzar así la inmortalidad. En el caso de que pudiéramos descargar la conciencia y pudiéramos almacenarla en un ordenador, eso no sería una persona. Sería un conjunto de datos que ni siquiera podrá tener la conciencia de un yo. Porque la conciencia del yo nos la da un cuerpo. Sin cuerpo no sabríamos relacionarnos con el mundo. Estoy convencido de que buena parte de lo que soy, de mi forma de concebir el mundo y de volcarlo en la literatura está profundamente relacionado con mi condición física y mi enfermedad. Y esa es la tesis que mueve gran parte del libro.
A propósito de esta visión distópica de trasladar nuestra conciencia a una computadora, me viene una duda que comparto contigo sabiendo que eres un fan de Star Trek. ¿Por qué la inteligencia artificial instalada en sus naves espaciales es tan torpe?
Es que la computadora del Entreprice no representa la inteligencia artificial. Es solo una herramienta. La inteligencia artificial recae en Data, el androide, así como en hologramas que toman conciencia de sí mismos, o los mismos Borgs. Es uno de los temas que atraviesa Star Trek. El ordenador de la nave no es consciente, es una máquina como las que usamos nosotros. Pero los otros sí que son seres conscientes. Y al serlo, saben que nunca alcanzarán la humanidad, pero eligen el camino de intentar serlo. Y eso sí que tiene una trascendencia filosófica.
Siempre me quedó la duda de que teniendo androides y hologramas inteligentes, la computadora de la nave sea tan poco sofisticada…
¡Eso es por seguridad! (ríe). Seguramente has visto “2001 Odisea en el espacio” de Kubrick. Mira lo que puede pasar cuando los ordenadores de una nave son demasiado inteligentes...
Volvamos a “La Piel”. ¿Por qué existe la tradición de vincular la imagen del monstruo a las afecciones dérmicas?
Porque es con lo que nos relacionamos. La piel es lo primero que vemos y la monstruosidad siempre se refleja allí. Siempre tiene que ver con la piel y el aspecto. A mí lo que me gusta de considerarme un monstruo es meterme en esa tradición monstruosa. Quiero leerme como me hubieran leído en la Edad Media, cuando me habrían tachado de monstruo con todas las de la ley: me hubieran puesto un cencerro al cuello, me hubieran metido en la balsa de los locos y me hubieran llevado a un lazareto. Yo quiero ver cómo persiste esa mirada, que creo no ha desaparecido del todo. Stalin es un ejemplo muy ilustrativo a la hora de preguntarnos si la maldad desbordada puede tener que ver con la piel y su constitución física monstruosa. ¿Si Stalin hubiera tenido otra salud habría cambiado completamente la historia de la humanidad? Es una pregunta que solo se puede hacer desde la literatura, no desde la historia, pues te apedrearían.
En tu libro encuentro una reflexión sobre la momia Juanita en Arequipa, dentro del capítulo donde reflexionas sobre la presencia de cuerpos en los museos. ¿Cuánto te ha servido tu conocimiento de América Latina para entender tu propio país?
Me ha servido de mucho. No he vivido en América Latina, pero sí que he viajado por ella. Y no es que quiera quedar como el roquero que dice que cada ciudad en la que canta es la mejor del mundo, pero es verdad que el Perú me parece fascinante, el lugar donde mejor me lo he pasado. Conocer América Latina ayuda muchísimo a entender la sociedad española, que, en general, no es consciente de su profundísima huella americana. En España vivimos con la mirada muy puesta en Europa, siempre andamos comparándonos con ellos. Pero basta que empieces a imbuirte del ambiente al otro lado del Atlántico, para que empieces a notar el influjo importantísimo que hay, cómo prevalece una unidad cultural. Yo no hubiera entendido el fenómeno de la despoblación que desarrollo en mi libro “La España vacía” si no hubiese recorrido Argentina y leído “El interior” de Martín Caparrós, donde maneja la dualidad entre la gran capital y el vacío del interior. Alguien que quiera entender España no podrá hacerlo si antes no pone un pie en América. Hay rasgos de España que no son comprensibles desde una perspectiva puramente europea.
En tu libro hay un monstruo con el que todos hemos bailado: Cindy Lauper, también víctima de la psoriasis. ¿Cuán distinto las mujeres sufren, perciben y analizan la enfermedad?
Hasta que no aparecieron los medicamentos de última generación, las enfermedades cutáneas se trataban con emplastes iguales a los de la Edad Media. Cuando descubrieron cómo tratarla, los dermatólogos recién se dedicaron a preocuparse por la dimensión psicológica y anímica de la enfermedad. Y lo tienen ya muy estudiado, con valoraciones y estudios cualitativos. Las mujeres, con una afección mucho menor, sufren mucho más que hombres con la misma enfermedad a nivel mucho más grave. Eso tiene que ver con la presión cultural y con la una presión estética que pesa sobre las mujeres. Es mucho más doloroso para una adolescente tener que estar tapada y avergonzarse de su piel que para un chico, a quien le condiciona mucho menos la vida. Y eso provoca un nivel de reflexión distinta, por supuesto, que se nota en la bibliografía. Los estudios más profundos sobre la piel, más sensibles, más sutiles desde un punto de vista antropológico, los han escrito mujeres.
Quería preguntarte sobre la tentación de usar determinadas metáforas para explicar fenómenos sociales y políticos. En la actual emergencia sanitaria, es la retórica militar la que se ha usado para intervenir en ella. Otras metáforas comparan ciudades con cuerpos, la piel con el territorio. ¿Estas metáforas pueden volverse peligrosas?
Cuando se usa de esa forma, la metáfora oculta la verdad literaria. Ciertamente es muy pegajosa y muy difícil esquivarla, pero hay que hacer un ejercicio de atención y ser muy consciente de lo que quieres contar para huir del eufemismo. La función primordial de una metáfora debería ser amplificar la percepción. En cambio, las metáforas que funcionan como eufemismos solo reducen la comprensión del fenómeno, simplifican la realidad. Por eso, lo que hay que hacer es ir por el camino literario más difícil, aunque parezca el más fácil: el camino de la enunciación, de la expresión directa, el llamar a las cosas por su nombre. No rehuir la realidad por dura, molesta o incómoda que sea. Eso exige un esfuerzo de disciplina literaria muy grande, sobre todo cuando estamos manejando temas como la enfermedad y la muerte, casi siempre impregnados de eufemismos y metáforas que ocultan.
¿Por ejemplo?
Yo nunca uso el verbo “fallecer”, me lo tengo prohibido. Se dice que alguien “ha muerto”, no que fallece. Hay que huir de las metáforas, denunciarlas, señalar sus falsedades, mostrar cómo contribuyen a la hipocresía. Y si no podemos evitarlas, criticarte a ti mismo y subrayar esos momentos en que caemos en el vicio metafórico. La función primordial de un escritor es tener cuidado con el lenguaje. Para eso estamos. Cuidar lo que decimos y dejar claro cómo lo decimos es una postura moral sobre la realidad.
Además de abordar el tema de la psoriasis, planteas que la piel no necesita estar enferma para convertirse en estigma. ¿El racismo es una enfermedad curable?
La sociedad romana no era racista, por ejemplo. Tampoco la del Imperio de Alejandro Magno. Eran sociedades multiculturales que abarcaban distancias geográficas enormes, con un montón de razas y colores de piel. Por lo que sabemos y la documentación que nos ha llegado, no generaban ningún tipo de problema. Sabemos que hubo gobernadores romanos negros, que era una sociedad muy mesclada. No había racismo basado en el color de la piel, aunque sí es verdad que había prejuicios contra los galos, contra los judíos, contra otras naciones. Pero el hecho de tener un determinado color de piel no te impedía ser ciudadano romano, o liberarte de la esclavitud. No había pasaportes de pigmentación para llegar a determinados sitios, a pesar de ser una sociedad estamental y tribal. El racismo es un fenómeno bastante reciente en la historia humana. Surge en la era de las exploraciones del siglo XV y XVI, cuando los europeos empiezan a recorrer en poco tiempo grandes extensiones de terreno y empiezan a percibir esas diferentes pigmentaciones de forma muy acentuada. Con ello trasladan sus dialécticas de opresión al color de la piel. En la historia, desde siempre se ha sometido y esclavizado gente, pero no por un criterio racista. Y por ser nuevo, pienso también que es algo relativamente fácil de superar. Por eso sorprende una sociedad como Estados Unidos, tan presa y condicionada por las condiciones raciales, cuando en otros lugares estas condiciones empiezan a pesar menos. El racismo ocupa un periodo de la historia de la humanidad muy reciente, y por eso podemos quitarlo de encima. Estoy plenamente convencido que podremos superarlo. Eso no quiere decir que podamos superar la opresión de unos sobre otros. Pero que eliminemos esos criterios racistas, sí.
¿Eso es parte de tu optimismo “trekkie”?
(Ríe) Ojo que no estoy diciendo que el mundo vaya a ser mejor. En absoluto. Igual seguramente inventaremos formas de opresión mucho más imaginativas y terribles, pero no creo que estén vinculadas al color de la piel.
La última pregunta está asociada al final feliz del libro: la curación de tu enfermedad. Y con ello estamos hablando de la fe en la ciencia. ¿Sientes esa misma fe en tiempos de emergencia sanitaria?
Está siendo muy desigual la salida de la pandemia. En España tenemos un porcentaje de gente vacunada entre los mejores del Mundo, mientras que en Alemania los adolescentes tienen una tasa de vacunación muy baja y nuevamente aparecen nuevos brotes. Hay muchas desigualdades y brechas. Pero en general, sin poder anticipar aún el final, creo que hemos asistido a un logro científico y humano comparable a la llegada a la Luna. Desarrollar tantas vacunas en tan poco tiempo y organizar una vacunación masiva de la población es un milagro. Eso hace inexplicable la emergencia de grupos escépticos, en su mayoría irrelevantes, pero magnificados por las redes sociales y los medios. Son los mismos que aún no se creen que llegamos a la luna, que creen en las conspiraciones sobre Kennedy. Si bien su actitud puede ser dañina, yo soy optimista. Creo que hemos asistido a un hitó histórico que con el paso de los años veremos en su real magnitud, y que seguramente propiciará otros desarrollos. De este esfuerzo colectivo se van a aprender muchísimas cosas.
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Miluska Benavides y Sergio del Molino en conversación con Omar Zevallos
Domingo 7 de noviembre 2021, 10.30h. Escenario Digital Arequipa
Un autor establecido conversa con una joven escritora de la otra orilla del Atlántico. El autor español Sergio del Molino conversará con Miluska Benavides moderados por Omar Zevallos.
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