Si Fabián Casas fuera futbolista, sería un enganche. Un talentoso número diez. Probablemente tocaría muy bien el balón hacia los lados, iría siempre adelante y le pegaría al arco con buena puntería. No obstante, el destino –ese conjunto de circunstancias de las que nadie puede escapar-- hizo que este argentino de 50 años de edad termine siendo un escritor distinto.
Filósofo, ensayista, periodista, narrador y poeta, este hincha del club del Papa Francisco, tiene las respuestas precisas y las reflexiones más certeras sobre cualquier conversación que se le plantee.
Este fan de los poemas de Javier Heraud y admirador de la obra de Vargas Llosa, volvió al Perú tres décadas después de su primera visita. En aquella época era un simple mochilero. Hoy, con menos pelo, dos hijos a cuestas y varios libros elogiados en su historial, es el mismo chico sencillo que salió de Boedo, el barrio del querido club San Lorenzo de Almagro.
Conversamos con Fabián Casas con motivo de la publicación de “Titanes del Coco” (Emecé, Planeta), su más reciente novela. Un libro cualquier cosa menos plano. Un reto para cualquier lector.
Y un dato algo ‘spoiler’, el Perú está muy presente en esta historia de periodistas, amigos raros, investigaciones y vicisitudes.
-Ejerciste el periodismo durante muchos años. ¿Encontraste alguna vez compañeros como los que hay en la redacción de “Titanes del Coco”?
Caro que sí. Aunque cuando armas un personaje quizás tiene dos o tres características de varios compañeros.
-No esperaba encontrarme tantas cosas sobre el Perú en tu novela. ¿A qué se debe esto?
Tengo muchos amigos en este país y leo literatura peruana desde que empecé a leer literatura en general. Venía escribiendo "Titanes del Coco" y tenía como que tres carpetas: una novela de los peruanos, otra sobre los periodistas y una última sobre el preceptor (Galarraga). En un momento me di cuenta que la narración lineal no tenía mucho sentido y que los relatos se tenían que leer como una constelación y que cada lector identifique el animal que quisiera. Eso me dio total libertad y ahí fusione las tres carpetas.
-Y el personaje de Chumpitaz que aparece en esta novela no es nuevo en tus trabajos…
Chumpitaz fue un personaje lateral, chiquito, que aparece en un libro mío titulado “Los Lemmings y otros”, editado por Estruendomudo en Perú. En este libro, “Titanes del Coco”, retomo su historia y le doy más biografía.
-Y también le das un espacio a Javier Heraud, un poeta emblemático en Perú…
Me fascina la historia de Javier Heraud. Durante mucho tiempo quise escribir un ensayo sobre él. Me gustaba su poesía y su vida, ese lapso tan corto en el que hizo todo; y que también daba cuenta de las luchas sociales de los años sesenta y setenta, que en Argentina tuvo una gran incidencia: la guerrilla y muchas cosas más. Entonces, en un momento tuve varias cosas y las junté.
-Tienes cincuenta años de edad. Si repasamos la dictadura, a la Argentina campena del mundial de fútbol, al flaco Spinetta y más, ¿crees que has vivido el mejor medio siglo de la época contemporánea?
No lo había pensado así nunca, pero sí estoy muy contento con lo que viví. Aún a pesar de cosas durísimas como la dictadura argentina. No puedo imaginarme fuera de mi vida, tengo una cosa media afirmativa, en el sentido ‘spinoziano’ de amor al destino. Para mí eso es central.
-¿Tu trabajo en el diario Olé fue la más interesante de tu faceta en el periodismo deportivo?
Fue un trabajo muy intenso. Para que después de esa etapa me ponga nervioso con un trabajo, tenía que pasar algo muy terrible. El trabajo en Olé exigía mucha intensidad, estar atento, pendiente a los partidos y trabajábamos casi todo el día. Ahí adquirí una capacidad para no asustarme. (En ese trabajo) logras capacidad para pensar rápidamente varias cosas y con cabeza de editor.
- “Pienso en los excrementos de Blanca Luz. En su pis, en donde todavía quedará algo de ella en el mundo”. Para quienes aún no te han leído, ¿hay mucho de esto en tus obras previas?
Sí. Yo tengo un libro llamado “Ocio”, luego vino “Los Lemmings y otros” y ahora “Titanes del Coco”, y si ves desde el primero, más conservador y clásico, lo que va sucediendo con los relatos es que se van atomizando, confrontando entre sí. Hay como una diáspora.
-¿Cuál es tu posición sobre el trabajo de las editoriales independientes?
Siempre acudiré primero a las independientes, porque ahí están los libros increíbles, que después las editoriales a veces toman y otras no. El trabajo peligroso de apostar lo hacen las editoriales independientes.
-En tu novela también está presente el amor, sin embargo, no es un tema engorroso ni pesado. ¿Cómo haces para no caer en clichés ni convencionalismos?
Trato de trabajar en contra de eso, busco tener una distancia con lo que escribo para que el texto pueda decir cosas que yo por ahí no me planteaba cuando empecé a escribirlo. Por ejemplo, si digo “voy a escribir una novela sobre periodistas” y, evidentemente, el libro no lo es. Porque en el lapso en que empiezas a escribir se ‘metamorfosean’ un montón de cosas y yo acepto que el texto digan cosas que no pensaba estarían. La idea es encontrar ese lugar de libertad entre yo y el texto.
-Otro personaje muy presente en tu novela es Robinson, un jefe que no cree en los periodistas, que no los valora en absoluto y que casi los utiliza.
Robinson es un hombre que cree básicamente en el pragmatismo. Algo de él tiene Mauricio Macri, el presidente electo de Argentina. Cree más en esa cosa media evangelista, en esa revolución de la alegría, pero nunca explica qué es.
-¿Cómo te explicas el reciente cambio político en Argentina?
Me parece que el gobierno de Cristina Kirchner hizo muchas cosas buenas, pero también fracasó en otras. La gente votó más en contra de ella que a favor de Macri.
-Igual ganó por una diferencia muy baja…
Ganó por un gol con la mano y sobre la hora. Y están discutiendo si fue gol o no. Pero aquí no se puede pedir un minuto, como en el básket, para ver la jugada. Creo que hubo más un hartazgo a cierta forma de hacer política que tuvieron los Kirchner, que un apoyo en sí a Macri.
-Lo ajustado de los resultados complican un poco la gobernabilidad para Mauricio Macri.
Así es. Lo mejor que podría pasarnos es que termine este gobierno y que la gente acompañe lo que votó la otra mitad.
-Eres esencialmente un poeta. ¿Por qué crees que aún mucha gente no comprende la poesía?
Porque me parece que la poesía siempre está puesta en estado de incertidumbre y las personas quieren vivir como en un cliché. Eso lo ves en los casamientos. Las fiestas ya no tienen nada de espontáneas. Y creo que en la vida pasa lo mismo. Y para leer poesía debes aceptar que vas a leer textos que no siempre entenderás. Y que eso también está bueno. Eso debes trabajarlo para desarmar tu percepción de las cosas.
-No encuentro una estructura lineal en “Titanes del Coco”. Por ratos parece una novela, por ratos un conjunto de cuentos o historias sobrepuestas…
Me gusta trabajar así, mezclando el género. No me gustan las cosas muy estructuradas. Me gusta más lo inesperado que lo imposible, que siempre es traumático. Por ejemplo, cuando Jesús resucita a Lázaro, luego este se suicida. ¿Por qué? Porque si estás muerto es horrible que te resuciten. Y quien apoya mucho esas cosas de ‘lo imposible’ es Adidas, con sus estupideces capitalistas.
-Si fueras a un país que jamás visitaste y donde nadie te ha leído, ¿qué libro llevarías de los que has escrito?
Llevaría mi poesía, como una introducción al resto. Y creo que para leer “Titanes del Coco” debes tener una gimnasia en la poesía, para más o menos aceptarlo. Porque tiene esas cosas. No es un libro tranquilizador, sino uno que puede fracasar. Un lector acostumbrado a una lectura fácil y con explicaciones puede fracasar si intenta leerlo.
-¿Crees que el Booom Literario Latinoamericano fue más un tema comercial que quizás un hecho formal?
Creo que tiene un paquete comercial armado por España pero eso no quita que hay escritores extraordinarios en el ‘Boom’. García Márquez, Vargas Llosa, José Donoso. De todos me gusta más Vargas Llosa. Tiene una potencia de obra extraordinaria. Inclusive sus primeras obras, “Los jefes”, “Los cachorros”, fueron muy productivas en toda Latinoamérica. Pero también las posteriores. Leí “La fiesta del chivo” y me pareció increíble, superior.
-¿Cómo ha ido evolucionando tu relación literaria con Julio Cortázar?
Fue una relación de mucho cariño. “Rayuela” la leí cuando tenía 11 años. Entonces me pareció increíble. Con el paso del tiempo no es lo que más me interesa de su producción, sino más bien los relatos.
-Recorres muchas ferias de libros y festivales. ¿La literatura comercial ya venció a la de calidad?
A mí me parece que la literatura que tiene poesía sostiene todo, pero tiene muy pocos adeptos, aunque son realmente fuertes. Lo que sostiene la literatura es que exista “Trilce” y no Isabel Allende. Aunque está bien que ella exista. Considero que todo tiene que ver con quién lee. El lector debe tener una capacidad importante, porque tú con el excremento puedes producir combustible. Creo que debemos leer todo, cualquier tipo de autor. La literatura comercial se vende más porque es así, pero la vida está sostenida por las cosas más esotéricas, más inquietantes.