Fue en diciembre de 1928, en el número 21 de la revista “Amauta”, que un joven Xavier Abril describió al poeta José María Eguren (1874-1942) como un “pintor de árboles en tempestad musical”. Y no se refería a su poesía y sus símbolos, necesariamente, sino a la faceta plástica del autor de “Simbólicas”, una obra desapercibida que Abril intentaba rescatar de las sombras.
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“Hay una niña de Eguren que tiene el dolor contenido de haberse muerto niña”, describe también Abril en su artículo. De esas imágenes están cargadas estas acuarelas que Eguren pintó más o menos entre 1910 y 1930, y que hoy se publican reunidas en el libro sencillamente titulado “Acuarelas”, a cargo de la Biblioteca Nacional del Perú (BNP).
Personajes infantiles, perros y aves, bicicletas, exploraciones cubistas y, en años posteriores, paisajes de bosques tenues e impresionistas. Son un centenar de obras las incluidas en el libro, el cuerpo de acuarelas de Eguren más amplio reunido a la fecha, que corresponden a los fondos de la BNP, previamente donados de forma póstuma por el intelectual y diplomático Luis Alayza y Paz Soldán, quien fuera amigo del poeta.
El historiador y curador de arte Luis Eduardo Wuffarden, autor del texto introductorio de la publicación, explica que una de las razones por las cuales el trabajo pictórico de Eguren ha sido considerado casi anecdótico y menor es que su condición material es “humilde y frágil” y sus formatos son invariablemente breves. Todo lo cual limitó su apreciación por parte de un público mayor.
“En esa época, la ‘gran pintura’ –es decir, la que se producía en la Escuela Nacional de Bellas Artes– era necesariamente realizada al óleo sobre lienzo. Por contraste, Eguren ejecutaba sus acuarelas sobre pequeños trozos de papel –de ahí su fragilidad–, que por lo general eran guardados en álbumes. No solían verse en las salas de exhibición, sino que circulaban entre las personas más cercanas al poeta”, explica el especialista a El Comercio.
FIGURA REFERENCIAL
Como apunta Wuffarden Revilla, la vocación pictórica de Eguren es incluso anterior a la literaria. De allí que pueda interpretarse también que fueron sus versos los influenciados por una impronta visual sumamente marcada, y no al revés. “Hay una conexión evidente entre el mundo feérico instalado en la poesía de Eguren y sus expresiones visuales, tanto en la pintura como en la fotografía –agrega el historiador–. A veces incluso pueden detectarse vinculaciones temáticas directas referidas a los personajes y las figuras de la poesía egureniana”.
La mención a la fotografía de Eguren –que en el 2019 fue ampliamente estudiada y exhibida con la exposición “La imagen infinita”, en el MALI– guarda asimismo una estrecha relación con sus acuarelas y su escritura. “Sus miniaturas fotográficas se encuentran entre lo más notable de la vanguardia latinoamericana en ese campo. A través de visiones brumosas y difuminadas, esas misteriosas imágenes buscan ir más allá de las apariencias reales y, por tanto, cuestionan la fotografía como un mero registro mecánico del entorno para explorar una dimensión fantasiosa y enteramente subjetiva”, agrega Wuffarden.
Sumado a todo lo dicho, es importante destacar la naturaleza insular que tuvo Eguren respecto a los movimientos artísticos imperantes en aquella época. Como bien se señala en el libro de la BNP, la escena limeña de entonces se encontraba dominada por el indigenismo de José Sabogal, mientras que las corrientes de vanguardia internacionales no habían tenido mayor alcance en nuestro país.
“La plástica de Eguren –explica Wuffarden–, derivada de la tradición simbolista y eventualmente inspirada por el cubismo e incluso el dadaísmo, terminó siendo una expresión marginal, solo apreciada por una pequeña audiencia de intelectuales que habían tenido algún contacto con el modernismo europeo”.
Finalmente, Wuffarden destaca una cualidad interesantísima en Eguren: aquella del poeta-pintor que luego se repitió en el siglo XX con figuras destacadas como César Moro, Jorge Eduardo Eielson o Luis Hernández. ¿Podría hablarse de una influencia del autor de “La canción de las figuras” o de que haya funcionado como referente?
Wuffarden precisa que varios de los seguidores de Eguren, entre ellos Ricardo Peña Barrenechea y Helena Aramburú, miembros del grupo llamado Los Duendes, practicaron a la vez la poesía y la pintura.
“Es interesante que Eielson, durante sus años juveniles, haya frecuentado a Helena Aramburú y probablemente esa relación tenga que ver con los orígenes de su actividad plástica –dice el historiador–. El propio César Moro debió tener algún conocimiento de la obra pictórica de Eguren antes de trasladarse a Europa. De modo que, más que una influencia estilística directa, la actitud del poeta-pintor tuvo un valor ejemplar para las generaciones siguientes. En ese sentido se erige, en efecto, como un referente obligado”.
“Acuarelas. Un álbum de José María Eguren”
Editorial: Biblioteca Nacional del Perú
Páginas: 122
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