Como tantos otros artistas de su generación, el argentino Juan Giménez dejó su natal Mendoza para partir a Europa a finales de los años 70. La situación política tiene que haber sido una razón de fondo, pero él siempre afirmó que su única motivación era abrirse horizontes, beber de las tendencias de la ilustración y la historieta en el Viejo Continente. Y allá hizo su extraordinaria trayectoria, ganó premios y reconocimiento, desarrolló su particular trazo casi siempre ligado a la ciencia ficción y marcó a las generaciones siguientes. Los últimos años los pasó en Sitges, ciudad costera de Cataluña y epicentro del movimiento que tanto lo apasionaba (el principal festival de cine de género fantástico del mundo se desarrolla allí).
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Hasta que ocurrió la paradoja. Hace apenas semanas, Giménez López dejaba su exilio europeo y emprendía su regreso de Sitges a Mendoza. Ya en su tierra, comenzó a mostrar síntomas del coronavirus. Todo hace indicar que se contagió allá, del otro lado del charco. Fue internado en el hospital central de la ciudad, y falleció el último jueves, con 76 años cumplidos. Nunca hubo de predecir que una pandemia viral, lo más parecido a esos imaginarios posapocalípticos que siempre lo obsesionaron, iría a acabar con su vida.
SUEÑOS GALÁCTICOS
En una entrevista de hace unos años en el portal Un Pasado Mejor, Giménez contaba sobre el momento en que supo que debía dedicarse a la ilustración: “Me gusta fantasear que fue en el mismo momento que alguien puso un lápiz o una tiza en mi mano derecha y que, de inmediato, pasé a la otra mano, la izquierda, que sigo usando hasta hoy”. Años más tarde, comenzaría reproduciendo secuencias de las películas que veía, tanto en dibujo como en plastilina, en lo que podría rastrearse como el origen de la extraordinaria cualidad cinemática de sus obras.
Pero hay un recuerdo específico de su adolescencia que él consideraba crucial: “El día en que un profesor visionario me indujera a dibujar esa Venus de Milo de escayola. Digo visionario porque en la actualidad esos consejos todavía me son útiles para hacer armaduras medievales, trajes de astronautas, cascos y pistolas láser neuronales con más realismo”.
Y es que ese fue el mundo de Giménez. O mejor dicho, sus muchos mundos, sus galaxias infinitas. Las primeras muestras de su riquísima imaginación aparecieron en revistas como “Frontera”, “Misterix”, “Skorpio” y en especial “Fierro”; y entre sus obras tempranas, la que más impacto generó fue “Estrella negra”. Aunque en su primera aparición, en 1985, fue opacada por la maquinaria comercial de “Star Wars” –saga con la que compartía épicos combates y aventuras en parajes espaciales–, fue años después que recibió el reconocimiento que merecía, como ícono de un futuro oscuro y devastador.
Con los años publicó otras obras notables como “Basura” (1988), “El cuarto poder” (1989), “Ciudad” (1991). Pero la que mayor éxito y repercusiones le generó fue “La casta de los Metabarones”, de 1992, creada junto al chileno Alejandro Jodorowsky, quien se encargó del guion. Publicada originalmente en francés, cuenta la historia de un grupo de guerreros perfectos, a lo largo de varias generaciones, combinando un poco la épica de las tragedias griegas e influencias más modernas como el “Duna” de Frank Herbert.
MIL Y UN MUNDOS
La discreta vida privada de Giménez, siempre alejada del afán de figuración, discurría entre su afición a las motos, las maquetas de aviones de la Segunda Guerra Mundial, la lectura de ciencia ficción e, incluso, los videojuegos. Aunque pueda sorprender a muchos, fue un septuagenario que se divertía con Half-Life, Counter-Striker y Duke Nukem 3D. Una afición que se correspondía con las ilustraciones para tapas de videojuego por las que también se haría leyenda entre ‘gamers’: Sol Negro, Mutan Zone, Toi Acid, Defcom y varias decenas más.
En 1990 ganó el premio Yellow Kid, considerado el Óscar de los cómics, en la categoría Mejor Dibujante Extranjero; y cuatro años después el también prestigioso Bulle d’Or, en Francia. “Juan Giménez fue una persona adorable y un dibujante y narrador alucinante. Los muertos por el coronavirus no son cifras abstractas. La pandemia se está llevando personas y universos creativos enteros”, dijo en un tuit el productor de cine Axel Kuschevatzky, apenas conocida la muerte del ilustrador. Pero no habrá virus que pueda acabar con tantos y tan fascinantes mundos.
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¿Qué es la covid-19?
La covid-19 es la enfermedad infecciosa que fue descubierta en Wuhan (China) en diciembre de 2019, a raíz del brote del virus que empezó a acabar con la vida de gran cantidad de personas.
El Comité Internacional de Taxonomía de Virus designó el nombre de este nuevo coronavirus como SARS-CoV-2.
¿Cuáles son los síntomas del nuevo coronavirus?
Entre los síntomas más comunes del covid-19 están: fiebre, cansancio y tos seca, aunque en algunos pacientes se ha detectado dolor corporal, congestión nasal, rinorrea, dolor de garganta y diarrea. Estos malestares pueden ser leves o presentarse de forma gradual; sin embargo, existen casos en los que la gente se infecta, pero no desarrolla ningún síntoma, precisó la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Además, la entidad dio a conocer que el 80 % de personas que adquieren la enfermedad se recupera sin llevar un tratamiento especial, 1 de cada 6 casos desarrolla una enfermedad grave y tiene dificultad para respirar, la gente mayor y quienes padecen afecciones médicas subyacentes (hipertensión arterial, problemas cardiacos o diabetes) tienen más probabilidades de desarrollar una enfermedad grave y que solo el 2 % de los que contrajeron el virus murieron.
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