Un pornógrafo romántico que goza insertando referencias a Buñuel en sus películas. Un cuidador de museos al que se le aparecen los espectros de viejos autores surrealistas. Un tablista veraneando plácidamente en la época de la dictadura fujimorista. Estos son algunos de los entrañables personajes de “Adormecer a los felices”, el nuevo libro de cuentos de Diego Trelles. El laureado autor de “El círculo de los escritores asesinos” y “Bioy” –novela publicada hace poco en Francia, donde el escritor reside actualmente–presentará su más reciente entrega mañana jueves, a las 7 p.m., en la sala Ciro Alegría de la Feria Internacional del Libro.
La violencia política es un tema recurrente en tu trabajo. En este nuevo libro reaparece, aunque de manera oblicua, en cuentos como “Nunca he sabido cómo hacer para odiarla” y “El azar de Melody”.
La violencia está presente en todo lo que he escrito. “Hudson el redentor”, por ejemplo, ocurre en el barrio de Magdalena durante la dictadura. El libro nos muestra el microcosmos de una situación insostenible: es la historia de un grupo de chicos que crecen aprendiendo los códigos salvajes que constituían la forma de relacionarse en el país. En “El círculo de los escritores asesinos”, la trama principal es el asesinato de un crítico literario. Y si uno lee bien el libro, se dará cuenta de que en los pies de página se narra indirectamente lo ocurrido durante el gobierno de Alan García con la matanza de los penales, así como la historia de algunos personajes que han participado en la dictadura. “Bioy”, por primera vez, hace de la violencia el tema central. “Adormecer a los felices” es un regreso a esa forma indirecta de narrar la violencia, que está presente en la atmósfera, en la vida cotidiana de los personajes. Esos pequeños detalles –que pueden o no ser relevantes para el lector–me sirven para hablar de un país en constante estado de ebullición. Un país que viene de la ruina económica y política, de la violencia extrema, y que luego ha sido gobernado por presidentes que en su mayoría entraron con discursos de izquierda y terminaron gobernando para grupos reducidos que siempre han tenido de alguna manera el poder. Hay ahí una idea que me interesa mucho. La violencia no se traduce únicamente en agresión física, asesinatos, muerte: la pobreza, la exclusión, la desigualdad también son formas de violencia. Y muchas de las cosas que nos han ocurrido como país parten precisamente de esas realidades que soslayamos.
Otro de tus temas predilectos es la mezquina realidad de la escena literaria peruana. Esto lo desarrollas con mucho humor en los relatos “Juan José Gil” y “Los farsantes”.
Yo creo que “Los farsantes” va a ser el cuento más polémico del libro. Tiene un humor particular, doliente, negro, un poco inspirado en las fábulas de Monterroso, que hablan de los egos de los escritores. Siempre me ha interesado el tema de cómo un artista puede devenir en un delincuente. Esto es algo que he desarrollado desde mis primeras obras, como en “El círculo”. Uno de los autores que investigué en ese momento era Chocano, que no era un poeta X: era nuestro modernista, un tipo muy famoso. Y lo que hace Chocano es matar a un periodista de El Comercio. Ya desde ahí nos vamos dando cuenta de que en nuestro mismo origen está esa necesidad confrontacional, no solidaria, a la hora de desarrollar una escena literaria que podría ser más sana. Recuerdo una época en la que los editores eran amenazados con pistola por robarles a los escritores... A mí no me interesa ser parte de esas intrigas, pero me interesa novelarlas. Creo que hay ahí un terreno muy fértil.
Varios de los personajes de este libro, como el pornógrafo o el escritor Juan José Gil, provienen de anteriores entregas tuyas. ¿Qué te atrae de estos mecanismos?
La intertextualidad es algo que siempre me ha atraído, porque me atrae la obra de autores que lo hacen, como Onetti o Faulkner. Me interesan los cameos cinematográficos, como el de Hudson en “El círculo”. Me interesa el guiño, esa conversación fuera y dentro de los libros. “Nunca he sabido cómo odiarla” es una frase que viene de “El círculo”. Y en este libro de cuentos aparece nuevamente El Chato, que está en “Hudson” y que también estará en la nueva novela que estoy escribiendo. Soy un autor cuyas obras están hechas de historias dentro de otras historias. Estos cuentos son esas pequeñas historias transformadas en relatos, con conciencia de que el arte del cuento tiene su propia forma.