Si uno consulta la última edición del DRAE y busca el término creativo, verá que tiene tres acepciones, dos adjetivales y una substantiva. La primera dice: “Que posee o estimula la capacidad de creación, invención, etc.” La segunda acepción dice: “Capaz de crear algo.” Esta segunda acepción, según el DRAE, es anticuada; aunque curiosamente el substantivo creatividad no es anticuado, de acuerdo con la Academia. Estimo que la segunda acepción debe eliminarse, porque ya está incluida en la primera. La tercera acepción, que es una novedad en el DRAE, dice: “Profesional encargado de la concepción de una campaña publicitaria.” O en el fraseo de El Pequeño Larousse: “Persona encargada de tener ideas originales, de crear productos originales en la publicidad industrial o comercial.”
Hoy el término creativo nos parece de lo más normal y todos lo usamos; pero hasta la decimonovena edición del DRAE, inclusive, o sea hasta 1970, la Academia se limitaba a decir de creativo que era un adjetivo anticuado, a pesar de que ya entonces tenía uso creciente y bastante difusión. Pero el caminar académico era lento, casi plúmbeo, y la Corporación se demoró todavía muchos años para dar a creativo, amén de la supuestamente anticuada, otras dos acepciones.
Manifestaciones de la creatividad son los descubrimientos e innovaciones de la era tecnológica. Se trata de la revolución de los artefactos y del imperio de la ciencia aplicada o tecnología o conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico. Estamos en plena tecnósfera, como diría Toffler, y viviendo juntamente en una infósfera o universo mediático cuya capacidad de expansión es increíble.
Lo creativo, en el sentido recién expuesto, comienza a progresar significativamente con el inicio, hace alrededor de medio siglo, de la Carrera Espacial, principalmente en los Estados Unidos, “porque se considera –dice Moya Tyson– que el futuro de una sociedad depende de los descubrimientos e innovaciones de sus científicos y tecnólogos”. (Foss, editor, Nuevos Horizontes en Psicología, 161.)
Nuestro tiempo es el de lo material, el de lo práctico-técnico; es el tiempo de los artefactos, como dice el antropólogo David Bidney. No es la nuestra una época de mentefactos o mentefacturas; no es una época de ideas, sino de creencias y aparatos; es la era tecnológica, cibernética, informática y digital. También, por supuesto, es el tiempo de lo robótico.
El auge de lo creativo concierne al saber científico-técnico, no al saber humanístico.