No sé si Enrique Prochazka (Lima, 1960) estará de acuerdo, pero debe ser el último autor de culto que tenemos en activo. Revisemos las posibles definiciones al respecto: suele llamarse así al escritor valorado por sus colegas, aunque poco consumido por el gran público; a aquel cuyo trabajo transita por los márgenes del canon y que se resiste fieramente a ser calificado en los estancos literarios convencionales; o a quien ha cristalizado una obra de complejo desentrañamiento, apta solo para el lector iniciado. Prochazka entra de lleno en estas tres categorías. Es también uno de nuestros más elegantes y exquisitos artesanos del lenguaje, forjador de textos poseedores de rara profundidad y densidad, apoyados en sofisticadas urdimbres de referencias culturales y científicas; a través de esos guiños y resonancias descubrimos los distintos, contradictorios y perturbadores planos de una realidad engañosa y laberíntica, como ocurre en su espléndida novela “Casa” (2004).
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Perfeccionista crónico, Prochazka no se prodiga en publicar: apenas si ha dado a la imprenta cinco títulos en un cuarto de siglo. El más reciente de ellos es “Ocho cuentos de tampocos y todavías”, compilación de relatos escritos a lo largo de tres décadas que, como consigna en la nota liminar del volumen, ha decidido reunir “para poner en orden a esos pocos héroes que llevaban años de disfuerzo en mis sucesivos discos duros”. El resultado es un conjunto ecléctico, pero a la vez coherente e ilustrativo acerca de su evolución, madurez creativa y posteriores reinvenciones, congruentes con una declarada intención de no empantanarse en los registros que ya ha domeñado. Significa, asimismo, una nueva refutación a ese sambenito facilista que le han colgado sobre la supuesta aplastante influencia de Borges en su obra, con el afán de reducirlo a un esforzado epígono. Es cierto que la impronta del argentino puede hallarse en algunos pasajes de sus libros, aunque esta se percibe matizada entre otras muchas huellas y sombras, no solo literarias, sino divulgativas y filosóficas.
“Café” es el relato inicial de estos “Ocho cuentos”. Forma parte de la prehistoria de Prochazka. Firmado en 1986, estamos ante un texto experimental de evidente influencia joyceana, centrado en una conversación ordinaria entre catedráticos universitarios, devenida en un carnavalesco regodeo con la palabra que confedera humor y erudición. Aunque al final nos queda el sabor de un ejercicio realizado con ingenio y pulcritud, este cuento prueba la precoz, inquieta y rigurosa conciencia lingüística de un Prochazka que tanteaba el terreno extramural donde se aposentaría luego.
“Caballos de Troya”, y “Desnudo bajando una escalera”, ambos compuestos a principios de los noventa, exhiben a un Prochazka mucho más solvente, especialmente en el segundo relato, de intachable fuselaje verbal, así como acertado en su pretensión de parodiar el mito de Sísifo, convirtiendo a su héroe, obsesionado con una meta absurda y riesgosa, en la tragicómica versión de un Willy Coyote, sumido en la niebla de una montaña, que “a falta del Correcaminos, jugaba imaginando justificaciones para su tormento”.
“La horda” es una pequeña obra maestra del horror psicólógico, quizá el mejor cuento peruano adscrito a este subgénero. En una cordillera de reminiscencias lovecraftianas, dos escaladores se enfrentan a un enemigo tumultuoso, invisible y mortal, legión semejante a los tenebrosos perros de Tíndalos de Frank Belknap Long. Pero la joya del volumen es “Kali”, excelente relato de especulación que destaca por su inquietante pathos, sus consistentes personajes, lacerados por un pasado de abuso y violencia, y una lograda exploración de la monstruosidad moral que lo conduce hacia un final de ominosa ambigüedad. Hay en Prochazka un interés particular por el retrato de mujeres fuertes e inteligentes, que consigue trazar con una atractiva mixtura de resolución y sutileza, como es el caso de la afroperuana Lucía Basombrío del citado cuento o la vivaz Emilia de “A Tito, doce, trece”, conmovedora historia en la que el deseo y la vida triunfan, silenciosamente, sobre la represión y la fatalidad.
Otros cuentos, como “Explorador” o “Averno”, me parecen menos convincentes en comparación. El primero peca de referencias demasiado subrayadas, además de una conclusión algo forzada; el segundo se resiente por una historia que se dilata en exceso, haciendo desigual su desarrollo. Son, en todo caso, reparos puntuales a un libro muy satisfactorio. Para quienes deseen internarse en él, puede conseguirse únicamente en la librería Buensalvaje.
LA FICHA
Enrique Prochazka. Ocho cuentos de tampocos y todavías.
Corral de autores, 2021. 184 pp.
Relación con el autor: conocidos.
Valoración: 4 estrellas de 5 posibles.
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