El impacto que le generó el expresidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, lo llevó a escribir tres libros sobre él: “El factor humano” (2008) que pronto se convirtió en la aclamada cinta “Invictus”, “La sonrisa de Mandela” (2008) y “Mandela y el general” (2018), en el que retrata de una manera mucho más detallada que las anteriores publicaciones la relación del líder africano con el general Constand Viljoen, un militar retirado que lideró un poderoso movimiento que buscaba mantener vivo el Apartheid. En conversación con El Comercio, Carlin destaca la labor política de estas dos figuras tan opuestas entre sí y aprovecha para vincularlo con aquello que ha presenciado durante su cobertura periodística de las elecciones presidenciales en Estados Unidos para el diario español “La Vanguardia”.
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¿Qué podemos disfrutar en el siglo XXI gracias a Mandela que tal vez no apreciamos del todo?
En Sudáfrica el impacto fue obvio, se acabó con el Apartheid y se evitó una muy probable guerra civil si él no hubiera estado ahí. En cuanto al resto del mundo, deja un ejemplo de cómo ser una gran persona pues fue coherente en su comportamiento privado y su mensaje público, cosa que no se ve todos los días. Dio un ejemplo como líder político independientemente de su ideología y fue una persona muy empática, podía meterse en la piel del otro, incluso en la del rival. Pudo entender las preocupaciones y objetivos del enemigo e intentó buscar un término medio para resolver conflictos. Es decir, cruzar el puente juntos, caminando tranquilamente en lugar de andar sobre una pila de cadáveres.
¿Mandela fue un producto de su tiempo o un milagro para la humanidad?
Creo que hay algo de milagroso en el hecho de que haya nacido en el momento apropiado, pero también fue un producto de su propio país. He vivido en Sudáfrica durante años clave en que se llevó a cabo su liberación de la cárcel, su ascenso a la presidencia y lo que descubrí es que allá existen muchos mini-Mandelas. Son personas cuya fama no se extendió más allá de un círculo reducido, pero eran igual de conciliadores, generosos y tenían la misma habilidad política. La mayoría eran negros, pero también se involucró gente blanca cuya labor tiene mucho mérito porque irse contra el Apartheid era combatir contra sus propios privilegios. Pero sí, fue un regalo para la humanidad y creo que los líderes que están a su altura los puedes contar con una mano.
¿Como quiénes?
Bueno, líderes en otros contextos. Imagino a Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill, Mahatma Gandhi o Martin Luther King. Son personas con una increíble capacidad de persuasión, fueron, como se decía de George Washington, figuras indispensables para el momento que atravesaba su país.
¿Por qué a pesar de tener estos ejemplos, existen aún tendencias extremistas que en la actualidad tienen muchos seguidores?
Yo creo que la mayoría de los seres humanos son gente decente. Como dice Camus en “La peste”: “En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”, pero también hay mucho individuos muy mezquinos que buscan satisfacerse sin pensar en los demás. Tenemos muchas emociones destructivas como el miedo o el resentimiento que creo fueron clave para el nacimiento del Nazismo. Hitler es como el anti-Mandela del siglo XX. Donald Trump, a quien no quiero comparar con Hitler porque sería una exageración, también es el anti-Mandela, no se me ocurren personas más opuestas.
Tomando la frase de Camus y ligándolo a Donald Trump, ¿hay algo que pueda apreciarse del presidente de Estados Unidos?
No.
¡Qué categórica su respuesta!
Bueno, a ver, lo que es admirable, y esto no es un juicio moral sino técnico, es que el tipo ha demostrado ser un genio de la demagogia. No es un personaje admirable a nivel moral, pero tiene una gran capacidad de persuasión. Es algo que hace sin pensar, le sale como le sale a Messi jugar al fútbol.
Las figuras históricas resaltan porque existe una contraparte. En el caso de Mandela estaba el general Viljoen. ¿Reconoce alguna similitud entre el enfrentamiento entre esos dos con el de Biden contra Trump?
No, con Biden, Mandela se hubiese entendido de maravilla. No hay punto de comparación si ponemos a Trump en el papel del general Viljoen, él era un tipo que era producto de su tiempo y cultura, nació y se crió en un ambiente racista.
En todo caso, ¿qué deberían aprender de la relación Mandela-Viljoen?
Trump no va a aprender nada.
Pero, ¿no cree que el algún momento también hubo gente que creía que Viljoen no cambiaría por nada?
A Viljoen puedes tacharlo de racista, derechista, extremista y que iba a ir a la guerra contra Mandela. Todo esto es verdad, pero Mandela entendió que el general fue producto de su cultura. Viljoen se crio en una granja, fue un afrikaner (grupo étnico de origen neerlandés que se asentó en territorio sudafricano), así que de todas maneras iba a ser un racista. Todos tenemos nuestras ideas políticas a partir de factores que no controlamos. La gran diferencia con Trump es que Viljoen era una persona íntegra y honesta que estuvo dispuesto a cambiar su opinión. Mandela apeló a eso y logró convencerle para darse la mano y abandonar su noción de irse a la guerra para defender el Apartheid. Compararlo con Trump sería una grotesca injusticia.
¿Qué rescata del espíritu que se ha vivido en EE.UU. desde el día de las elecciones donde parece que una larga tradición democrática de transición de poder estaría en peligro?
Hay indicios de que partes del Partido Republicano se están distanciando de Trump porque lo que estamos viendo los últimos días es que el presidente está deslegitimando el mismo sistema democrático que lo llevó a la presidencia. Es una especie de presidente subversivo dominado por su colosal egocentrismo. Para él que se caiga todo antes de perder, es como el Síndrome de Sansón.
¿Con qué tipo de país se enfrentará Joe Biden quien es ahora el presidente electo?
Lo que está clarísimo es que EE.UU son dos países en uno. Yo estuve de corresponsal en Washington durante cuatro años y me fui convencido de que ahí coexistían dos especies, en términos metafóricos por supuesto. La diferencia entre la gente que vota a Biden y a Trump es total, no es solo una cuestión de izquierda o derecha. Trump no es republicano, es Trumpiano y nada más, él encarna los sentimientos y resentimientos de la mitad de la población de su país.
Dentro de ese abanico de resentimientos parece que se ha sumado el de los cubano-americanos que no perdonan el hecho de que Obama restableciera las relaciones diplomáticas con Cuba.
Sí, yo conozco ese mundo y también están los venezolanos de la Florida. Es gente unipolar en su forma de pensar la política y detestan al comunismo cubano y al chavismo venezolano. Ellos consideran que Trump es un aliado y no entienden que le importa un comino sus países.
¿El presidente Obama cometió un error al mantener un silencio prolongado durante el gobierno de Trump?
Existe un protocolo no escrito en Estados Unidos en el que los expresidentes no opinan sobre el mandatario en funciones. Ha medido sus palabras porque es un tipo muy elegante y cortés, pero, desde mi punto de vista, se pasa de elegante. Su antecesor, George Bush, no ha dicho nada, pero todos saben que considera que Trump es un personaje odioso. Es una cuestión de respeto por el oficio de la presidencia.
¿Mandela se hubiese mantenido en silencio?
Mandela hubiese estado horrorizado y asqueado por la figura de Trump, no se lo hubiera podido creer. Creo que hubiera hablado, seguro no todos los días, pero hubiera elegido muy bien el momento y medido sus palabras. Él no estuvo nada de acuerdo con presidentes que vinieron después de él que eran de su propio partido; en general, se calló, pero hubo momentos en que no pudo reprimirse. Era un tipo muy caballeroso.
¿Algún otro político le ha impactado tanto como él?
No, ninguno me ha generado esa total admiración y respeto. Yo he trabajado como reportero en 60 países, pero no he visto a nadie a la altura de Mandela. Han habido otros políticos que me han parecido interesantes como el presidente Juan Manuel Santos de Colombia, creo que es una persona que se merece mucho respeto por lo que ha hecho. Hay otras figuras por las cuales no siento la misma admiración o respeto, pero que son interesantes como el actual presidente de Ruanda, Paul Kagame, quien me parece un tipo fascinante y quizás, algún día, escriba un libro sobre él.
Es muy común que los políticos aparezcan como grandes promesas, pero no siempre logran estar a la altura.
Cuando están en campaña electoral hacen todo tipo de promesas, ese es el negocio. Las interpretamos como promesas, pero en realidad son aspiraciones y en muchos casos, sueños. Fíjate en Trump que prometió construir un muro a lo largo de la frontera con México y solo hizo 20km. Lo que promete un político te da una idea de lo que representa y a lo que aspira, pero no puedes tener la confianza de que se harán realidad, ni el propio Mandela ha sido capaz de cumplirlas todas porque el mundo es muy complicado. Hay miles de factores que intervienen y te complican la vida. Seríamos muy ingenuos en creer que las promesas se van a cumplir y seremos también injustos en criticarles demasiado cuando no se cumplen. Así es la vida.
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