Para él, la magia era un acto de resistencia física. No era alto, pero sí de contextura fornida, y esto se debía a sus largas horas de entrenamiento: natación, sesiones de abdominales y, sobre todo, técnicas de respiración bajo el agua. Solía sumergirse en una bañera llena de cubos de hielo y permanecía ahí hasta que sus pulmones ya no daban más. Provenía de una familia judía de Budapest que emigró a Estados Unidos cuando tenía 4 años. En Wisconsin, el pequeño Ehrich Weiss, su verdadero nombre, trabajó desde los 8 años como canillita, y luego en circos ambulantes como trapecista. En su adolescencia, comenzó a interesarse en la natación y el atletismo, pero su vida cambió cuando llegó a sus manos un libro del mago francés Jean Eugène Robert-Houdin. Leerlo fue una epifanía: pronto cambiaría su nombre a Harry Houdini.
La magia como un show
El mago peruano Ernesto Carpio-Tirado, ‘Plomo’, destaca la importancia del prestidigitador francés en la historia de Houdini. “Robert-Houdin sacó a la magia del oscurantismo y le dio un vuelo de show. Houdini convirtió eso en espectáculo masivo, en algo fuera de lo común”, afirma.
Cada uno de los trucos de Houdini era seguido por multitudes aglomeradas en puentes de Nueva York para verlo saltar al agua o al vacío, sea encadenado, esposado o cubierto de candados que abría en minutos para salir ileso. Escapó de camisas de fuerza, baúles, jaulas, cárceles y hasta ataúdes de bronce. Uno de sus actos más temerarios fue bautizado como la cámara de tortura china: un tanque de vidrio lleno de agua donde Houdini era descolgado de cabeza y sumergido por interminables minutos.
Cuando todos creían que se había ahogado, él salía exhausto pero vivo. “En sus primeros años, dice ‘Plomo’, su espectáculo fue muy físico, pero al final de su carrera, sin la resistencia de antes, montó un show donde el principal acto era hacer aparecer y desaparecer un elefante. Esto demuestra que supo adaptarse a su propia realidad”.
Contra los espiritistas
En el archivo de este Diario se conservan artículos de las primeras décadas del siglo XX que aluden a la relación de Houdini con el espiritismo. Sucede que él fue un seguidor de esta práctica, pero, tras la muerte de su madre en 1913, al no lograr comunicarse con ella, se dedicó a denunciar la farsa de los médiums. Al respecto, es célebre su polémica con Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, quien era un divulgador de esta creencia. Houdini ideó una fórmula para poner a prueba a los espiritistas: acordó con su esposa Bess, por años su asistente, un código secreto que repetiría después de muerto, si algún vidente lograba comunicarse con su alma. “Yo creo que Houdini ya sabía que eso era imposible, pero ideó el código para que los espiritistas no pudieran engañar a su mujer”, comenta ‘Plomo’.
Tras la muerte de Houdini, la noche de Halloween de 1926 a causa de una peritonitis, su viuda intentó comunicarse con él durante una década. Un artículo de El Comercio, del 21 de julio de 1937, da cuenta de esa última sesión espiritista montada en la azotea de un hotel de Nueva York. Una docena de médiums famosos presidían la mesa e invocaron en vano durante más de una hora el espíritu de Houdini. Su viuda, resignada, dijo que era la última vez que buscaba a su marido entre los muertos. Quizás, en el fondo, Bess sabía que, si bien Houdini era el escapista más célebre sobre la tierra, del más allá nadie regresa para recibir aplausos.
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