En esta ilustración, se aprecia a la bandera peruana (izquierda) junto a la argentina (derecha). (Crédito: acuarela de Pancho Fierro)
En esta ilustración, se aprecia a la bandera peruana (izquierda) junto a la argentina (derecha). (Crédito: acuarela de Pancho Fierro)
Héctor López Martínez

Importante, muy numerosa y sacrificada fue la presencia del elemento afroamericano en el ejército patriota y, por ello, merece especial mención. La historiadora española Nuria Sales escribió que a inicios del siglo XIX un tercio de la población del actual territorio argentino era afrodescendiente. Buenos Aires tenía aproximadamente 15,000 esclavos de color sobre un total de 40,000 habitantes. En Tucumán había otros 55,000 y menos de 35,000 blancos. Al abolirse la esclavitud, en 1853, los afrodescendientes estaban casi extinguidos. “Los negros y libertos formaron el núcleo de los batallones de la nueva democracia”, escribió el general Bartolomé Mitre. A su vez el general argentino José Espejo apuntó que más de la mitad de los soldados que se embarcaron en Valparaíso rumbo al Perú en la expedición libertadora, eran esclavos manumisos.

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El historiador chileno Diego Barros Arana señala que dos tercios de los hombres reclutados por José de San Martín entre 1815 y 1817 eran negros. En la lucha por la independencia de Chile hubo cuantiosas bajas. El general Guillermo Miller, en sus Memorias, relata: “Los soldados del batallón número 8 (que vino al Perú) eran negros criollos, cuya mayoría habían sido esclavos empleados en el servicio doméstico de sus amos hasta el principio de la revolución en que obtuvieron su libertad haciéndose soldados. En todo el transcurso de la guerra se distinguieron por su valor, constancia y patriotismo. Eran dóciles, fáciles de instruir y amantes de sus oficiales: muchos se hacían notar por su natural despejo y limpieza, y casi todos por su buena conducta. Maniobraban perfectamente y era opinión generalmente recibida que marchaban mejor que los cuerpos formados por blancos”. Al respecto escribió el general José de San Martín: “El mejor soldado de infantería que tenemos es el negro y el mulato; los de estas provincias (Mendoza y San Juan) blancos, mestizos e indios, no son aptos sino para la caballería”. La incorporación de los hombres de color al ejército de San Martín siempre creó un grave problema al dejar sin mano de obra la agricultura de las provincias mencionadas y algo igual ocurriría en Chile y el Perú.

Años más tarde, luego de conseguida la independencia de tres naciones sudamericanas, el general San Martín comentaba con su círculo de amigos militares: “Yo creo que los negros que han servido en nuestros ejércitos merecen gran elogio por su constancia y valor. Una prueba de su patriotismo es que los españoles no han podido, a pesar de sus tentativas, formar cuerpos con ellos”. No exageraba el Libertador. El historiador español Julio Albi de la Cuesta en su libro “Banderas Olvidadas”, confirma el aserto. En la larga lucha de desgaste en el Alto Perú el ejército realista nunca tuvo hombres de color y la inmensa mayoría de sus batallones estuvo conformada por elemento andino, hombres nacidos en el Cusco, Puno, Apurímac, Ayacucho, etc. Por lo contrario, en el ejército patriota hubo muchos hombres de color en todo momento.

En Lima, el número de esclavos negros fue muy alto durante el Virreinato. San Martín, el 22 de agosto de 1821, decretó la inmediata libertad de los esclavos pertenecientes a españoles, con la obligación de incorporarse a la infantería de línea patriota. Durante el Protectorado el Libertador, entre 1821 y 1822, publicó decretos de recluta y manumisión de esclavos que trabajaban en las haciendas de nuestra costa, seguidos a menudo de otras tantas abrogaciones, que parecen indicar una forma de presión sobre los hacendados que eran realistas o políticamente indecisos. Repetiremos que la ausencia de mano de obra causó daño irreparable a nuestra agricultura.

El mariscal Guillermo Miller recuerda con afecto y admiración a su asistente, Ildefonso, un joven soldado de color de veinte años nacido en Chincha. Destacaba por su inteligencia y valor. En una oportunidad marchaba en una avanzada que fue sorprendida por un piquete de caballería realista que logró capturarlo. Ni dádivas ni amenazas lograron que diera información exacta sobre el lugar en que se encontraba el grueso del ejército. Solo repetía: “Prefiero morir mil veces por la causa patriota, antes de ser traidor”. Exasperados, los realistas le dieron muerte. Miller, acotó: “La nobleza de alma no es privativa ni al color ni a la situación”. Hasta ahora el Perú no ha rendido el homenaje que merecen los soldados afrodescendientes que lucharon por su independencia, de los cuales el heroico Ildefonso fue modelo.

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