Enviado especial a Ciudad de México
Quienes dicen que las estrellas de cine ya no existen, van tener que replantear su argumento ante lo que ocurrió el último domingo, por la noche, en Ciudad de México. Aunque para entenderlo habría que ir más atrás, 22 años para ser exactos, cuando “Rápidos y Furiosos” (2001) puso primera y arrancó. No tenía la trama más original (era “Point Break” con autos), pero su combinación de raudos bólidos, rudos protagonistas y chicas guapas conectó con una audiencia anhelante de adrenalina, de triunfo.
En el “fan event” mexicano, desarrollado en el parque Bicentenario, unos 60 autos entre lujosos y humildes, se presentaron en sociedad. Todos tenían en común el tuneo: stickers polarizados, motores modificados, parlantes de gama tan alta que no durarían un minuto en las calles de Lima. Pero los asistentes [6000 según el conteo oficial] no solo estaban allí para tomarse su selfie con un Porsche, sino para ver a los famosos. Porque sin su piloto, el Dodge Charger es solo un auto bonito.
Primero salió al escenario el director Louis Leterrier, que si bien tiene una amplia carrera en el cine de acción [dirigió “El transportador”], su nombre no está muy vinculado a la saga. Ya la cosa subió en temperatura con la aparición de Jordana Brewster y su afilada sonrisa, así como con Daniela Melchior, que tiene su propio batallón de fans por su rol en “The Suicide Squad”. Cuando apareció Michelle Rodríguez, el público se mostró en su real magnitud: corearon el nombre de su personaje, y ella, en respuesta, no dejó póster sin firmar ni selfie sin tomar.
Posiblemente, Rodríguez sea una de las actrices más reconocidas del cine. Del cine que más vende entradas, el de narrativa conducida por la acción. En 2001 y 2002 protagonizó dos películas que se convertirían en franquicias de éxito, “Rápidos…” y “Resident Evil”, respectivamente. Méritos tiene de sobra, por lo cual las palabras de los presentadores del evento se sienten vacías cuando resaltan, una y otra vez, que ella es la “representación latina” de la saga. Un lugar común que, independientemente de si sea cierto o no, es insuficiente para describirla.
Y hablando de insuficiencias, el público podría estar muy contento con estos famosos, pero aun así faltaba algo. “¡Toretto! ¡Toretto! ¡Toretto!”, gritan unos fans. “¡Familia! ¡Familia! ¡Familia!”, dicen luego. Los otros actores siguen firmando, pero el escenario ya empieza a cambiar. La máquina de humo expulsaba un contenido cada vez más denso, como si quisiera esconder una aparición sorpresa. Eso ocurre cuatro veces, y en ninguna salió el hombre. Casi una hora después de empezado el evento, los talentos hacen el ademán de irse, pero a petición popular regresan a firmar más. Como un encore de firmas. Cuando se fueron definitivamente, surgió un Vin solo.
El santo de la velocidad
El grito de los fans es tan grande que parecemos estar en un concierto y no en una presentación de actores. Bajo la misma lógica, todo lo anterior vendría a ser el show de teloneros, un calentamiento para el main artist, el rockstar, el Diesel. El actor cuyo nombre real es Mark Sinclair no mira al público apenas entra al escenario: está de perfil, manos que pare parecen rezar, pero que en realidad están frotándose como en anticipación a disfrutar un banquete. Se pone el micro en la boca, pero no habla: espera a que los gritos crezcan incluso más. Mira al cielo, agradecido.
“México lindo y querido”, dice finalmente y le sigue lo que el sitio web típico titularía como “Vin Diesel saluda en español y los fans enloquecen”. La realidad no está del todo lejos. “¡Toretto, te amo”, dice una voz masculina. La gente no ríe, o al menos no lo hace ruidosamente como es común en otros contextos. Cómo hacer mofa, pues, del mandamiento compartido. Las manos al cielo, las caras de júbilo refuerzan una frase dicha en la película de próximo estreno que compara a Toretto con un santo. Una comparación también insuficiente.
Lo que se vivió en México fue el recibimiento a un dios. Un dios que camina con los hombros hacia adelante, como si estos lo condujeran y no al revés; dispuesto a redimir al fan de su tedio a punta de inyección nitro. El paralelo con un ser todopoderoso no queda en exageración: su rol como productor en la saga es indiscutible. Es él quien tiene la sartén por el mango, quien aprueba la dirección de la historia. Cineastas van y vienen, pero es Diesel el que persiste y, ahora ante sus fans, pone su rúbrica en todo lo que puede. También revela un tráiler exclusivo que spoilea casi toda la película. El público está feliz.
Pero un dios también debe ser generoso, así que llama a sus colegas. Los abraza y agradece, dice “coño”, inexplicablemente, una y otra vez. Se toma la foto de rigor con todos y, al fondo, el público. Esta saga de dos décadas está a punto de terminar, con la undécima película que, según la profecía [el cronograma de Universal Pictures] llegará a los cines en 2025. Está claro que los fans no pueden vivir sin la velocidad. ¿Podrá Diesel hacer lo mismo? Parte de ser una deidad es, también, hacer sacrificios. El camino al cielo se mide en kilómetros.
Dato
“Rápidos y Furiosos X” llega a los cines de Perú el jueves 18 de mayo.
La vida de Dominic Toretto (Vin Diesell) y su familia cambiará para siempre con la aparición de Dante (Jason Momoa), villano que quiere vengarse de los héroes por lo que años atrás hicieron en Brasil.
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