Pocas veces el cine estadounidense es tan despojado e íntimo, como en el caso de Eliza Hittman. Sus dos primeros filmes —”It Felt Like Love” (2013) y “Beach Rats” (2017)—, incidían en los efectos de las iniciaciones sexuales de la adolescencia. “Nunca, rara vez, a veces, siempre” (2020), ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín, y que se puede ver ahora por HBO, aborda el tema del aborto.
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A Hittman no le interesa el glamour libertario de la adolescencia, sino el incierto doblez que implica el descubrimiento sexual. Como en este filme, donde Sidney Flanigan es Autumn, chica de la rural Pennsylvania que se enfrenta a un embarazo no deseado y la decisión de interrumpirlo. Debido a que le es imposible hacerlo en su localidad, viaja en bus a Nueva York, acompañada por su prima Skylar (Talia Ryder).
Para Hittman, el sexo no es tabú, sino un portal. Lo que le interesa es mostrar el costo que implican los pactos de aprovechamiento, de alienación o de sometimiento, que van aparejados a quien empieza a ejercerlo con otro. En “Nunca…” la perspectiva de partida es femenina. Y no vemos nada de sexo, sino un seguimiento riguroso al proceso tanto íntimo, como social e institucional, que ataca la mente de una chica embarazada.
Flanigan hace una gran actuación en este filme, pero desde un estilo anti-teatral, casi secreto. Y es una actuación más hipnótica y dolorosa en tanto interioriza el sufrimiento. Ella se comunica desde los movimientos de ojos nerviosos, aliento contenido, inercia silenciosa que esconde la desesperación y el terror; prisionera como está de una situación a la que decide hacer frente desde la máxima vulnerabilidad.
Hittman casi no utiliza planos generales. Su cámara siempre está pegada a su heroína, como un filme de cinema verité o una película neorrealista de Vittorio de Sica. Es el seguimiento de un personaje en su recorrido pobre, pedestre, carente de todo, casi sobreviviente, en búsqueda de la salvación. Acá son dos menores de edad las que, con apenas unos pocos dólares, deben lograr el objetivo de que Autumn aborte.
Pero el hecho de no utilizar planos panorámicos —lo que acerca a Hittman más al Erick Zonca de “La vida soñada de los ángeles” que a Vittorio de Sica— también es una manera de hacer del espacio —la gran urbe de Nueva York— un mundo intuido, pero imposible de ser gobernado por la mirada. La gran ciudad es para estas chicas provincianas un monstruo gigantesco que se cierne sobre ellas, pero que no pueden comprender.
Lo que angustia, de principio a fin, en “Nunca, rara vez…”, entonces, no solo es ese soterrado tic tac de reloj, casi una carrera contra el tiempo, que significa escapar de casa, no tener dinero para comer, y sobrellevar una condición clínica límite. Lo que también pone en vilo al espectador es la aventura dentro de una ciudad moderna en la que dos chicas avanzan casi sin ver, y casi a ciegas también respecto a su propio futuro.
Es cierto que los hombres que aparecen están marcados por un signo negativo. Como el padrastro de Autumn, tan patán como los chicos que la llaman “perra” en el colegio. Pero es verdad también que la ayuda de un chico neoyorquino, muy lejos de cualquier “buenismo”, evita cualquier maniqueísmo grueso. “Nunca, rara vez…” es un filme muy duro, en el que la protagonista se da golpes en la barriga como primer intento de aborto. El milagro, no obstante, es que ese momento integra una cadena de hechos que, lejos de escandalizar, da forma a un recorrido sensible, profundo, y más que verosímil.
Ficha Técnica
Título original: Never Rarely Sometimes Always
Género: Drama
País y año: EEUU, 2020
Director: Eliza Hittman
Actores: Sidney Flanigan, Talia Ryder, Theodore Pellerin
Calificación: Cuatro estrellas y media ( 4 y 1/2 )
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