A Gonzalo Benavente lo conocíamos por “Rocanrol 68” (2013), frívolo y fallido cuento de perfil humorístico sobre una clase social que no sospechaba el cambio que iba a llegar, precisamente, el mismo año de 1968. En ese filme, tampoco había ni una pizca de la violencia estructural a nivel político, social y racial, que se pone ahora como tema de este trabajo de investigación sobre el gobierno del general Manuel Velasco Alvarado.
Podemos decir, entonces, que “La revolución y la tierra” marca el inicio de una apuesta adulta de Benavente como realizador, más allá de su debut en el género con “Largo tiempo” (2018), producción para la televisión sobre el regreso de la selección nacional a un Mundial de Fútbol. Su último trabajo es, también, una indagación en el acontecimiento más representativo de la dictadura de Velasco: la reforma agraria.
Uno de los aspectos más originales del filme, y que ha sido elogiado, con razón, por su poder simbólico y evocativo, es el peculiar uso de secuencias de películas peruanas –que van desde las añejas “Luis Pardo” (1927) o “Yo perdí mi corazón en Lima” (1933), hasta los más conocidos títulos de Robles Godoy o Francisco Lombardi– para ilustrar los comentarios que los analistas entrevistados ofrecen a la cámara.
Lejos de ser un documental anticuado o acartonado, “La revolución…” tiene un lado de artefacto audiovisual muy al corriente de su tiempo, con esa alusión al imaginario popular a través del cine peruano –por lo general de ficción–, y la prescindencia de un narrador, en tanto es el cotejo de secuencias de archivo y testimonios actuales el que debe generar un arco argumental, y las conclusiones o premisas que el espectador debe sopesar.
Uno de los modelos de Benavente, en lo que respecta al contrapunto mordaz entre imágenes de archivo, puede ser el trabajo de Michael Moore. Sin embargo, aquí, el montaje se permite pocos apuntes realmente corrosivos. El mejor de ellos, por ejemplo, permite ver a unos congresistas que, ante una reciente visita del rey de España, no dudan en mostrarse aduladores y casi desesperados por recordarle a Felipe VI su eterna identidad española.
Y es precisamente la reflexión sobre el racismo y el clasismo, sobre la separación entre ciudadanos privilegiados y la masa de peruanos excluidos, la que logra una mejor interpelación al espectador a través de las imágenes. Benavente traza los antecedentes de este lastre desde la época colonial, con la a veces olvidada división, en el interior del virreinato del Perú, entre una república de españoles y una república de indios.
No obstante, esos méritos, y el hecho de que podamos advertir lo trágico que significa carecer de documentales que den imágenes de nuestro pasado como nación –en ese sentido son asombrosas, por lo indignas y decadentes, las tomas recuperadas de la hacienda Huando–, hay que decir también que “La revolución…” no llega a colmar las expectativas que anuncia en su primera hora.
El principal problema del filme radica en que cae en una especie de fascinación casi idealizante de Velasco. Estamos lejos de una visión histórica que descubra procesos complejos, más allá de usuales caras visibles o del perfil de grandes personajes trascendentes. No se habla, por ejemplo, de ideólogos del régimen, casi nada del precedente indigenista. Tampoco se profundiza en la corrupción gubernamental, en la actuación de los campesinos o en el carácter dictatorial y mesiánico del velascato. Con todas esas limitaciones, “La revolución…” es un paso adelante en la carrera de Benavente, y un documental necesario para retomar la reflexión sobre muchos de los principales problemas del Perú.
LA FICHA
“La revolución y la tierra”
Calificación: 2 ½
Título original: “La revolución y la tierra”.
Género: documental.
País y año: Perú, 2019.
Director: Gonzalo Benavente.