Descendiente del ‘film noir’, de la cinta de misterio y horror psicológico, lleno de suspenso y con dosis de acción, el ‘thriller’, como género cinematográfico, está destinado a ser rey. Sobre todo, en un mundo que, antes de la actual pandemia que vivimos, hizo de la ausencia del bien común y de la competencia inmisericorde entre seres individualistas y egoístas, la moneda ontológica corriente que estructuró nuestro sentido común.
En efecto, en el ‘thriller’, un protagonista ve peligrar su vida frente a uno tan o más inteligente que él, y todo se trata de un ajedrez mental respecto a quién puede anticipar la movida de la ficha del otro. El débil pierde. Este esquema de cálculo frío y astucia para ganar la partida está representado por la cultura y pedagogía empresarial de los últimos decenios, y, cómo no, en las ya anticuadas ideologías neoliberales del “libre mercado”.
Este prólogo viene a colación debido a que la española “Hogar”, producción de Netflix de reciente estreno, es un ‘thriller’ por sus cuatro costados, lo que no significa que sea también un drama y un diagnóstico social: el punto de partida es Javier (Javier Gutiérrez), ejecutivo publicitario de alto vuelo que hace tiempo está desempleado. Debido a que tiene más de 40 años de edad, no puede conseguir un empleo digno.
Javier tiene esposa e hijo, pero le molesta que ella trabaje en una cafetería y su hijo esté subido de peso y no tenga carácter. Lo interesante es que en Javier, poco a poco, también se activa una neurosis algo extraña ante las humillaciones que sufre en sus entrevistas laborales. Y es que él se ha convertido en un resto, en un sobrante: pese a que no es ningún anciano, su edad ya no lo hace “competitivo”, y solo quieren aprovecharse de él.
El tópico de la sociedad enferma, que se traduce en personajes sociópatas, ya estaba en el ‘film noir’ de los años cuarenta del siglo pasado. En filmes como “Hogar” esto está reconfigurado y, como en otros títulos contemporáneos –revísese la también española “Mientras duermes” (2011) o la misma “Parásitos” (2019)–, es el portero o el chofer el que se convierte en un rival invisible que puede ocupar tu lugar.
En “Hogar”, debido a su largo desempleo, el protagonista –en una formidable interpretación, concentrada y sutil, de Javier Gutiérrez– debe desocupar el departamento de lujo que alquila. Tomás (Mario Casas), el nuevo inquilino, representa todo lo que él no tiene: poder económico, y una familia bella y exitosa. Àlex y David Pastor, los realizadores, articulan todo el filme en base a estas equivalencias, reflejos y transferencias.
“Hogar” se convierte en una historia de seducción, de voyerismo, envidia y fetichismo, de posesión y manipulación. Con una identidad secreta, Javier logra la amistad del nuevo inquilino –las coincidencias con “Parásitos” son signos de época–. Y así se prepara un escenario quizá algo previsible, pero con no poca hondura debido a la puesta en escena, rica en resoluciones dramáticas, y que pocas veces caen en el cliché.
Con una fotografía de tonos azules y fríos, más el uso sugestivo de espacios urbanos vacíos, sensuales, pero también llenos de la implacable jerarquía entre pisos altos y bajos, “Hogar” estructura su propuesta visual. Al lado de ella, una historia bien encarnada por este antihéroe del universo empresarial de hoy. Javier ha entendido que, en el mundo actual –no sabemos si esto cambiará con la reciente pandemia–, todos somos verdugos del otro, el que no es ganador es perdedor, y el vecino es tu enemigo. “Hogar” es un filme duro y desencantado, y es el título paradójico de un lugar espiritual que está destinado a desaparecer, o que solo hay que tomar como un cómodo departamento para usar y desechar.
La ficha
Género: ‘thriller’, drama.
País: España, 2020.
Director: Àlex y David Pastor.
Actores: Javier Gutiérrez, Mario Casas, Bruna Cusí, Ruth Díaz.
Puntaje: ★★★ 1/2.