“El gran León” es una producción nacional que –como antes en Colombia y Francia– ha adaptado, con sus propios actores y ligeros cambios en el guion, la argentina “Corazón de León”, escrita y dirigida en el 2013 por Marcos Carnevale. En ella, Guillermo Francella interpretó, gracias a los efectos especiales, a León, hombre de 1,36 m de estatura y arquitecto de mucho éxito. La anécdota de base radica en que León se atreve a cortejar a Ivana (Julieta Díaz), alta y joven abogada que dirige uno de los mejores estudios de Buenos Aires.
En el caso peruano, Ricardo Maldonado (“¡Asu mare!”, “Calichín”) hace el remake a partir de la cinta de Carnevale. Antes de pasar al análisis de la versión peruana, hay que decir que la original no era una película lograda. Pero llamaba la atención, sobre todo, por lo efectivo de la primera mitad, así como la riqueza visual de un humor sereno y fino, que apelaba a detalles más que a golpes de efecto gruesos. También convencía Francella, en una por momentos fascinante interpretación de su personaje.
En cambio, la decepción de la cinta peruana tiene que ver, en primer lugar, con Carlos Alcántara en el papel de León. En la versión de Francella, este logra un personaje lleno de encanto, simpatía, inteligencia, y hasta de una cuota de tristeza, ensoñación melancólica o sentimental más propia de una buena comedia clásica. Alcántara, en cambio, sin posibilidad de ir muy lejos respecto de su registro de ‘stand-up comedy’ o de picaresca criolla, se ve incómodo, limitado, enfundado en un personaje que no entiende.
El otro problema de “El gran León” es la pereza creativa del director, que en la mayor parte de la cinta se dedica a calcar, a veces plano por plano, la versión original. Aunque, por supuesto, sin la frescura y elegancia que imprimía Carnevale. La versión peruana subraya el lujo –Lima se presenta como una especie de Miami del Pacífico–, la ostentación de riqueza, lo que convierte a León menos en un caballero romántico y refinado, y más en un millonario afable y ocurrente, sin mayor atractivo que su dinero.
Maldonado acentúa la caricaturización, en una especie de vulgarización o infantilización de la versión argentina. Christian Rivero, por ejemplo, como el “malo” de la cinta, hace de patán de un solo trazo. En ese sentido, resulta más creativa Patricia Portocarrero, que compone a una secretaria estereotipada, con más recursos histriónicos. Y por el lado del componente dramático, emocional, que en Francella se acompañaba con una bella balada de Elvis Presley, aquí está casi ausente si no fuera por la sobresaliente interpretación de Gianella Neyra en el papel de Ivana. Es ella la verdadera protagonista de la cinta, gracias al compromiso con su personaje –uno que no tiene Alcántara–.
Lo que en Carnevale era un meritorio intento de devolver algo de delicadeza a la comedia romántica popular de buenas intenciones o políticamente correcta, con su celebración de las diferencias incluida, en el caso de Maldonado y la productora Tondero es un olvidable juego de sketches cómicos cada uno más desangelado que el otro. Lo que en Francella es sensibilidad y profundidad de sentimientos, lo que se afirma por encima de las limitaciones físicas, en Tondero parece ser una mera bonhomía, dinero y muchos resorts de playa lo que distinguen al menudo León. En el fondo quizá se trate de otra trillada fábula de éxito que, en la mentalidad de Tondero y Alcántara –ya lo vimos en “Siete semillas”–, hace de sus héroes unos millonarios a los que solo les falta un poco de amor.
Género: comedia, romance.
País: Perú, 2017.
Director: Ricardo Maldonado.
Actores: Gianella Neyra, Carlos Alcántara, Patricia Portocarrero, Christian Rivero.
Calificación: 1/5