“Salem’s Lot” (1979), del estadounidense Tobe Hooper, es una miniserie de TV basada en la novela de Stephen King. En ella, el escritor Ben Mears es un hombre de acción de verdad, no como el posero de Ernest Hemingway. No se va a la isla de Cuba a aprovecharse de su estatus de gringo ni a España a correr ante los toros ni mide su virilidad por copas en lugar de por amantes. Por el contrario, Ben es austero, pero a la que te despistes te clava un estacazo en pleno pecho. Y es que él piensa que los vampiros realmente existen. Y se va a su alejado pueblo natal a escribir sobre una casa encantada.
Así deberían ser todos los escritores: como los imaginábamos de niños. ¡Y encima, el actor que lo encarna es David Soul, el detective Hutch!
En mis primeros años formativos como escritor, vi la película “El mundo según Garp”, del director George Roy Hill, protagonizada por Glenn Close y Robin Williams. La historia surge de una novela homónima de John Irving. Mientras Garp explora titubeante todas las posibilidades de la imaginación para sus primeras ficciones, su madre, una enfermera con un carácter radical, decide simplemente contar su vida tal cual. La popularidad de ella fue enorme, hilarante. Él, la de un escritor literario y profesor de lucha libre. Ambas perspectivas de la escritura me atrajeron, aunque no niego que ver el mundo según Garp aún persiste en mí.
“Días sin huella” (The Lost Weekend, 1945) es un clásico del cine negro, que resulta emitiendo el aliento blanco de la redención. Nueva York, ciudad de alcohólicos – activos o redimidos– hospeda a Don Birman, un escritor en tal nivel de dependencia alcohólica que ya no es capaz siquiera de sufrir ante el vacío de la página en blanco. Solo vive para beber. Sin embargo, su entorno es amoroso: un hermano que lo protege, una muchacha a la que recién conoce que con piedad se enamora de él; el barman del lugar en el que por muchos tiempo el personaje ha dejado sus huesos hasta que se le niega el consumo, menos por no poder pagarlo que por un sentido casi cristiano de compasión.
Billy Wilder dirige a un impecable Ray Milland en el rol protagónico, de una manera tal que no inclina al personaje a la conmiseración ni a la degradación moral. Si Birman reacciona, es porque reconoce el valor emocional de su entorno y la posibilidad de novelar su propio drama. La película obtuvo el mismo año el Óscar y la Palma de Oro de Cannes.
Durante años he pensado en Grady Tripp, protagonista de la película “Wonder Boys”, basada en la novela de Michael Chabon del mismo nombre. Tripp es un escritor que publicó una sola novela muy exitosa y que lleva casi ocho años escribiendo una segunda, de más de dos mil páginas, que no puede terminar, o que más bien no puede parar de escribir y, por lo tanto, de hacer crecer.
Su vida está al garete. Fuma hierba y escribe en el campus de la universidad donde enseña, mientras su corazón está dividido entre la esposa que lo dejó, la amante y una estudiante joven que muere por él. Durante los tres días que muestra la película, debe enfrentar las divertidas presiones de su agente literario mientras se hace cargo de los delirios de un estudiante ‘freak’, aspirante a escritor. Mientras tanto, su elefantiásica novela no para de crecer, lo que resulta el símbolo de su propia vida sin desenlace. Lo hallará al final, luego que su propio manuscrito se volatilice al borde de un río en una escena inolvidable.
William Forrester (1930 - 2000) fue un escritor de origen escocés que emigró a EE.UU. durante su adolescencia y que, tras estudiar química, escritura creativa y periodismo gracias a una beca en la Universidad de Columbia, escribió la celebrada novela “Avalon landing”, ganadora del Pulitzer en 1954, con solo 23 años.
Su vida habría sido un misterio hasta hoy, de no haber sido porque 70 años después, el escritor afroamericano Jamal Wallace ganaría el mismo premio con “Avalon revealed”, una novela en clave de autoficción que rinde homenaje al fallecido escritor.
Hoy se sabe que Forrester vivió la mayor parte de su vida en una vivienda social en el Bronx, Nueva York, tratando de procesar, sin éxito, sus desgracias familiares, y que al final de su vida se convirtió en el fortuito mentor de un adolescente Wallace. Murió de cáncer en su natal Dranmurie, Escocia, tras haberle legado a su pupilo su departamento y sus libros.
La poesía le pertenece a Paterson, chofer de bus y poeta inédito, que va dilucidando las calles de la ciudad e imaginando versos que luego apunta en su cuaderno secreto. Cuaderno que trabaja por años y que accidentalmente pierde y que, luego del ‘shock’ inicial, le sirve para entender que lo extraviado eran solo palabras, que la poesía estuvo presente todo el tiempo en su incesante búsqueda y en su corazón impecablemente abierto a contemplar la vida que va representándose del otro lado del parabrisas. Luego, un turista le regala un cuaderno y Paterson entiende el sinfín de oportunidades que ha recobrado con tantas hojas en blanco. La poesía es el silencio, el camino y la posibilidad. Qué lejos está, muchas veces, el poema de la poesía.
Más que novelistas, figuras por lo general romantizadas, fetichizadas y neutralizadas (p.e. el documental de Burns y Novick sobre Ernest Hemingway o el de Ortiz sobre Vargas Llosa), me atraen ciertos sujetos que entiendo como “escritores de facto”. No me interesa tanto la figura del autor, sino la presencia de la escritura en una película.
Así, en “Taxi Driver” (1976), imprescindible filme de Martin Scorsese, el protagonista escribe un diario que trata sobre su trauma, su depresión, su insomnio, su sociopatía, su misoginia y en el que también registra su racismo, su culto a la violencia y su tránsito al fascismo. La escritura como ámbito, como una cámara oscura.
Un escritor que, con el fin de terminar una novela (o de apenas empezarla), somete a su esposa y su hijo a un encierro de pesadilla en un hotel aislado y poseído por fuerzas sobrenaturales. Ese es el argumento de “El resplandor”, la película de un cineasta que, para dar forma a uno de los mejores filmes de terror de todos los tiempos, sometió a su actriz a un rodaje tortuoso e infernal. Atrapada entre la ficción y la realidad, Shelley Duvall fue la doble víctima de los impulsos maníacos que puede llegar a provocar la obsesión creativa. Del porfiado golpeteo en la máquina de escribir a los salvajes hachazos contra la puerta de un baño hay solo unos cuantos pasos.
Me siento seducida por la construcción del personaje protagónico de la película “Anatomía de una caída”, de la directora Justine Triet. Sandra Voyter es una exitosa escritora de novelas autoficcionales. La fina línea entre la ficción y la realidad se difumina. Nos topamos con un personaje ambiguo, profundo, fuerte, que, al ser acusada del asesinato de su marido, se enfrenta al escrutinio público de su literatura. ¿Lo que escribe es fiel reflejo de lo que piensa, desea, hace? ¿Qué es verdad y qué es mentira? Por otra parte, la escritora es alemana, debe defenderse en francés y su idioma cotidiano es el inglés. En este plano, la palabra cobra mayor importancia, porque, a fin de cuentas, solo la palabra podrá absolverla o condenarla.
El profesor universitario y escritor Thelonius 'Monk' Ellison está harto de la corrección política llevada hasta la estulticia. Rechazado por las editoriales, y empujado por la estrechez económica, escribe bajo un seudónimo y, a manera de burla, un mamotreto supuestamente reivindicativo de los afroamericanos, pero donde reinan los clichés y las caricaturas que él tanto detesta. Sin embargo, esta broma, para su estupefacción, lo eleva entre el público y la crítica. No obstante, "Fuck", título de la novela de éxito de este autor (falso, pero éxito al fin y al cabo), no se repite en su ámbito íntimo. Allí no hay fórmulas, ni cinismo que funcionen: como hijo debe no juzgar; como hermano y pareja, abrazar. Los finales no están para ser imaginados, sino para ser vividos.
TE PUEDE INTERESAR
- Premio Luces: el ascenso meteórico del Sr. Pollito, ganador a Mejor contenido humorístico
- “Cien años de soledad” y el detalle del tráiler que tal vez no notaste
- “Los libros buenos, aunque no se entienda todo lo que pasa, tienen una reverberación que queda con el lector”
- “Queremos poner la filosofía al servicio de la sociedad”
- Premios Luces 2023: la lista completa de ganadores del trofeo del entretenimiento y la cultura