Como cada dos años en esta época, Venecia cobra un especial brillo. Y no precisamente en términos del turismo durante los carnavales o la primavera. No es eso. El Gran Canal, la Plaza de San Marcos, las laberínticas calles, los interminables puentes... En estos momentos no hay rincón de la famosa ciudad del Veneto que no tenga que ver con la Bienal de Arte.
Y en esta edición, titulada All the World’s Futures, el Perú formará parte del programa oficial por primera vez. Así es. Gracias al esfuerzo conjunto de la Fundación Wiese y El Comercio, con apoyo del Ministerio de Comercio Exterior, se inaugurará el pabellón peruano.
Los artistas llamados a representar al Perú han sido Gilda Mantilla y Raimond Chaves, que presentarán la instalación “Misplaced Ruins” (cuya traducción es “Ruinas fuera de lugar”). Su obra fue elegida tras una convocatoria y evaluada por representantes de los principales museos y centros académicos peruanos. Armando Andrade y Max Hernández cumplen las funciones de comisario y curador, respectivamente.
El acto inaugural tendrá lugar en el llamado Arsenal, donde se encuentran los pabellones nacionales que forman parte de la bienal. Max Hernández sabe la tremenda responsabilidad que significa estar aquí. Y sobre este tema y muchos otros hablamos con él.
¿Cómo definirías una representación nacional a través del arte?
Por un lado tenemos todos esos discursos que conocemos bien. Que somos un país multicultural, pluricultural, diverso y enorme. Creo que es importante la idea de presentar cosas que se hacen acá y que permiten hablar del Perú. No se trata de englobar todo lo que es el Perú. Estoy seguro de que no hay una sola propuesta que logre eso. Esa diversidad misma es irrepresentable por definición, por plural, por amplia. Pero sí se puede hablar de determinados niveles de desarrollo artístico, algo que represente nuestros logros. Una producción con cierto grado de sofisticación, conceptual, estética, reflexiva. Es en esos términos como lo veo. Tiene ese carácter de representación como cuando delegas un papel en términos de democracia.
Interpretar literalmente la palabra ‘representación’ nos podría llevar a la exhibición de un cliché de lo que se entiende por peruano o nacional.
Claro. ¿Cuantas regiones tiene nuestro país? ¿Cuantas tradiciones ligadas a nuestras herencias: precolombinas, coloniales y republicanas? ¿Cuánto tenemos gracias a las migraciones chinas, italianas o japonesas? Todo eso es parte de lo que somos. En estos términos, ¿cómo sería esa representación nacional? Hay quienes piensan que una bienal tiene la obligación de mostrar el trabajo de diversos artistas, casi como si se tratara de una colectiva temática. El modelo de la Bienal de Venecia es muy antiguo y allí mismo se cuestiona el significado de la representación nacional. Hay bienales estructuradas de otra manera. A diferencia de una exposición colectiva, con un criterio temático que le da sentido a la selección de los artistas, acá puedes tener ejes temáticos mayores dentro de los cuales cada representación desarrollada entre curadores y artistas busca ajustarse y también moverse y plantearse sus preocupaciones particulares.
Las reglas del juego las dicta el curador de la bienal. ¿Pero tienen que ser cumplidas al pie de la letra?
No, porque son pautas. Son ejes de preocupación o líneas de interés que permiten darle alguna lógica a lo que se va a mostrar. Dentro de la variedad de lo que se muestra es imposible encontrar coherencia. Además sería tedioso. Es una suerte de guía al que uno debe tratar de interpretarla. Y como puedes adaptarte y adaptarla a las preocupaciones que están en juego.
¿Por qué Gilda Mansilla y Raimond Chaves?
Cuando me invitaron a participar leí el texto curatorial y me di cuenta de cuáles eran sus exigencias. Tenía que conciliar varias ideas: cómo ajustarme al pedido, con qué artistas me interesaba trabajar, cómo lograr que todo salga bien. Y pensé en Gilda y Raimond porque, más allá de que me interesan sus trabajos desde hace tiempo, sentía que tenían un trabajo muy adecuado para este proyecto. Pensé en el público que vendría a ver nuestro pabellón. En el diálogo entre Lima y Venecia. Además, por una serie de circunstancias, comparto con Gilda y Raimond algunas preocupaciones similares en términos de educación. Compartimos la necesidad de comunicarnos con el público. No pensé en ellos en términos de que sean representativos del Perú. Ya lo hemos dicho, no creo que haya alguien capaz de representar algo tan inabarcable. Sería arrogante pensar lo contrario. Solo los políticos piensan así.
Y ahora que ya estamos en Venecia, con la instalación lista para darla a conocer al mundo desde este jueves, ¿cómo entra este trabajo dentro de un titular tan sugerente como All the Futures’ World?
Por un lado estaba este marco general que parece un título de una película de James Bond, Todos los Futuros del Mundo, que te abre a posibilidades infinitas. Y el correlato de ese futuro es el pasado. En nuestro caso la ruina, especialmente porque el Perú ha hecho de ella su carta de presentación a través de los atractivos turísticos. Y también por las otras ruinas que hemos vivido en términos políticos, económicos y sociales. Y pensar también en el presente y en las posibilidades de un futuro. Si es que las tenemos. Además, el curador de la bienal propuso tres filtros. Pensé que uno de ellos, el llamado “El jardín del desorden”, podía conectar muy bien con nuestras ideas y preocupaciones.
¿Ya puedes decir “misión cumplida” o quedan algunos pendientes?
No. Aún queda toda la parte del contacto con el público, con la prensa, con la gente del arte. El trabajo material sí ha terminado. Y si en Lima tuvo un ritmo muy cansado, aquí todo se multiplicó a la enésima. En cuanto al resultado nos ha gustado mucho nuestro trabajo.
¿Por qué es importante para el Perú estar aquí en la bienal?
Porque es el evento más importante del arte en el mundo. Tanto por antigüedad como por rigor. Ahora puedes decir que hay ferias y que tienen un peso cada vez más creciente. Pero la bienal es una institución poderosísima, un espacio para proyectos ambiciosos y atrevidos que no necesariamente buscan el éxito comercial. Es un espacio de experimentación rigurosa y cuidada. Estar aquí es formar parte de esa institucionalidad. En un escenario internacional de absoluta primera línea. Y porque eso va a tener incidencia en el campo del arte local. Va a permitir que se vaya institucionalizando y profesionalizando cada vez más. Ya hay un proceso en marcha en ese sentido en el Perú. Tenemos que buscar el rigor. Tenemos que ponernos retos que nos permitan exigirnos mutuamente para lograr una colaboración como la que se vive aquí.
EL PERÚ EN VENECIA
Fundada en 1895, la Bienal de Arte de Venecia es la institución más antigua e importante que hay en su tipo en el mundo. Este año participan delegaciones oficiales de 56 países, aunque más de un centenar tienen presencia. Ubicado en la zona llamada Arsenal, el pabellón peruano, de 220 metros cuadrados, se inaugurará mañana y abrirá sus puertas al público del 9 de mayo hasta el 22 de noviembre.
Curada por Hernández, se presentará una instalación enorme concebida por los artistas locales Gilda Mantilla y Raimond Chaves. Aborda el intercambio cultural, y cómo lo local se cruza y se desdibuja.
Como se recuerda, el año pasado el Perú también estuvo presente en la Bienal de Arquitectura, y tuvo como curador al especialista Sharif Kahhat.