No se tiene mucha información de su origen piamontés, ni de su formación artística antes de embarcarse a nuestro país en 1954, a los treinta años. En realidad, lo que se sabe del artista italiano Ugo Camandona (1923-2001) tiene que ver especialmente con su fértil producción local, desde los años setenta hasta mediados de la década del ochenta. Y luego, nuevamente el silencio, el ostracismo como opción.
Ello explica el título de la muestra recientemente inaugurada en la galería Juan Pardo Heeren del Icpna de Lima. “Camandona: Rescate y Antología”, con la curaduría de Élida Román, supone reconstruir una obra diversa, de múltiples intereses, de notable técnica y sutil humor. Un trabajo ajeno a la vista del público por cuarenta años.
En efecto, como señala Élida Román, Camandona (DONÁ, como firmó sus obras), fue un artista multifacético, que incursionó en la pintura, el dibujo, el grabado, la escultura, la cerámica, la fotografía y las artes decorativas, como si varios artistas ocuparan el cuerpo de uno solo. Pero la obra que más éxito y proyección le ofreció fueron sus óleos de temática onírica, ricos en erotismo, humor y sensualidad.
Román es una curadora que ha hecho de la recuperación de la obra de artistas injustamente omitidos de la historia una de sus mayores obsesiones. “Para mí, los 54 años que llevo viviendo en el Perú, son una ventaja. Yo conocí a toda esta gente y como evolucionaba como artistas”, afirma. “Y lo que más me molesta es esa especie de política del olvido, de encubrimiento, parte de un elitismo que ha hecho muchísimo daño a la cultura”, añade la crítica.
En el caso de Camandona, la muestra nos permite comprender los diversos intereses de un artista al presentar un corpus vastísimo, que refleja claramente su época. Su trabajo tiene una visible raíz surrealista, pero para la investigadora argentina hay mucho más, una expresión que combina la representación de imágenes oníricas, la intención lúdica, la libertad del arte pop. “Es por eso que su obra tuvo respuesta internacional, además de un éxito local en su momento”, explica.
Pintor y personaje
Además de creador, Ugo Camandona fue también un importante promotor cultural, factótum de una galería de arte tan decisiva como lo fue Trapecio entre 1968 y 2004. Sin embargo, en su oficio personal, desarrollaba su trabajo sin intentar aparecer en portadas de periódicos o enfocándose en la venta de sus cuadros. Asimismo, desarrolló un taller profesional de cerámica en Lima, en tiempos que aquello era una empresa impensable y, sin embargo, tuvo éxito.
Célebre fue su amistad y proyectos conjuntos con su coetáneo el pintor Sabino Springett, así como de Mario Piacenza, coleccionista y mecenas de artistas, quien influenciado por el italiano asumió también el oficio de escultor.
Para Román, en su obra encontramos la ‘joie de vivre’ ese gozo sentido ante la vida. Ello puede advertirse en su culto al cuerpo femenino (nunca el rostro, solo sus formas), que trasladó al paisaje en sus sinuosas dunas y bodegones, donde las humildes peras alcanzan una perturbadora sensualidad. “En esta búsqueda hay un fondo estético profundo y un gran conocimiento de lo clásico. Como afirmaba sobre su obra Ugarte Eléspuru, se aprecia un ‘erotismo congelado’, una sensualidad trasladada a la inmensidad del paisaje”, explica la curadora.
Olvido como herencia
Paradójicamente, la que presenta la sala Juan Pardo Heeren es una exposición a la que Ugo Camandona no asistiría. “No hubiera permitido siquiera que la hiciera”, confirma Román, quien recuerda una anécdota tragicómica: antes de morir, el pintor le advirtió a su esposa que, si ella osaba difundir su obra cuando él no estuviera, iba a regresar para jalarle los pies por la noche. Y ella cumplió su palabra por décadas.
Un artista de éxito, cuya obra podía verse en espacios públicos limeños, de pronto, a mediados de los años ochenta opta por desligarse del medio artístico, decisión que tomó también su colega Springett. ¿Por qué? La curadora no tiene una respuesta. En todo caso, ella confía que esta exposición, esta primera pesquisa en su obra, abra la puerta para ver más de su obra y resolver sus secretos. Así sea.
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Lugar: Espacio Juan Pardo Heeren, Icpna de Lima. Dirección: Jirón Cusco, 446. Horario: De martes a sábado, de 10 a.m. a 6 p.m. Hasta el 26 de marzo.
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