Maya Watanabe: la ilusión de un paisaje circular
Maya Watanabe: la ilusión de un paisaje circular
Redacción EC

ENRIQUE PLANAS

La isla de El Frontón, un cementerio clandestino en lomas de Zapallal, un basural que crece en una quebrada del kilómetro 120 de la Panamericana Sur. La cámara observa todo rotando sobre su propio eje. Los paisajes resultan dramáticos, pero en el registro en video de la artista visual Maya Watanabe también resultan leves, inasibles, poéticos, incluso. "Escenarios" es el título de su muestra proyectada en la galería 80 m2 en Barranco.

Para la artista limeña radicada en Madrid, esta muestra resulta un cambio radical con respecto a su anterior producción. De una forma intuitiva, empezó a investigar en los testimonios de la . En un primer momento, intentó usar aquellas declaraciones recogidas en las audiencias públicas, pero no lograba encontrar la manera. Y decidió abordar ese tema desde lo que creía una perspectiva más honesta. "Eso es esta muestra: imágenes medio perdidas en mi memoria personal, pero que a la vez son parte de una memoria colectiva", afirma.

Cada uno de estos tres videos nos traslada a un escenario distinto, que alude indirectamente a nuestra historia reciente, sobre todo los 20 años del conflicto armado en el Perú. De manera notable, a primera vista parece que la naturaleza interpretara el papel propuesto por la artista. Gallinazos que aparecen en el cementerio cuando lo exige el encuadre, jaurías de perros que parecen posar, en el basural, como los dueños de aquel hediondo imperio, bandadas de aves marinas sobrevolando las ruinas de una prisión bombardeada en El Frontón. En el trabajo de Watanabe, hija del entrañable poeta laredino José Watanabe, son los animales los que dominan la escena cuando los humanos se retiran dejando atrás solo ruinas. Eso sí, la artista confiesa que muchas veces ha tenido que "construir" parte de aquella realidad.

Desolación. Un auto arde en medio de un basural en el desierto. (Foto: Galería 80m2)

Desolación. Un auto arde en medio de un basural en el desierto. (Foto: Galería 80m2)

¿Cómo desarrollas la construcción de un escenario aparentemente natural?
¡No puedo confesar mis secretos! [Ríe]. El primer tema era no mostrar la presencia humana, sino los escombros de lo pasado, lo que arde sin nunca apagarse. Tampoco me interesaba mostrar la ciudad, sino hablar de ella de forma poética, sin nombrarla, oculto su contorno tras la niebla. Son imágenes nacidas de una intuición, pero que se tienen que construir. El gallinazo, por ejemplo, no estaba en el cementerio, lo tuvimos que llevar, así como los atrapaneblinas. Los perros sí vivían en el basural. Eran 15 perros que seguían las órdenes de un niño de 7 años. Era impresionante.

El detrás de cámaras arruinaría la ilusión de este trabajo...
¡Claro! [Ríe] Hay mucho trabajo de producción. Hemos trabajado un mes y medio en ellos de forma muy intensa.
 
Un trabajo que no se adivina. Parece solo el registro sin intervenir de una cámara que gira...
Me interesa muchísimo llegar al punto en que el espectador no sepa si algo es real o escenificado. Busco esa extrañeza. Con el sonido sucede igual, pues no es sonido directo, es producto de la posproducción.

La neblina también es un personaje en ese escenario. ¿Sugiere la incapacidad de aproximarnos a la realidad?
De nombrarla, en realidad. Pero es una interpretación muy mía. Lo difuso, lo innombrable, lo que no tiene límites claros.

Lo que es, básicamente, la definición del lenguaje poético. ¿Cómo procesas la responsabilidad de llevar el apellido Watanabe?
No lo siento como una responsabilidad. No busco seguir una herencia o una tradición. No hay ninguna presión, ni ha sido intencional acercarme a un trabajo más poético. Claro, llevo el apellido Watanabe, pero también soy Landolt [Maya es hija de Gredna Landolt, reconocida ilustradora y diseñadora gráfica]. Mi papá era una persona muy visual, muy cercana al cine, pero aplicaba la poesía a la palabra. Mi mamá aplica más la poesía a la imagen. Y yo creo sentirme cómoda en la intersección entre ambos. Lo lindo es que, de pronto, la gente te tiene más cariño por mi apellido, sin que me lo haya ganado. Siento que me trasladan el cariño que tenían por mi papá. ¡Esa sí es una herencia que me gano gratis! Cuando era más joven, sí podía sentirlo como un peso, porque yo no había hecho nada mío. Pero ahora que lo he construido, no lo siento así.

¿Has pensado acercarte a sus poemas en tu trabajo visual?
Me encantaría. Pero es difícil acercarme a su trabajo sin hacerlo mío del todo. Quisiera algo en que hubiera 50% de ambos.

Es un homenaje pendiente...
Así es [ríe].

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