Redacción EC

DIANA KISNER

Es curioso que el hijo de un esclavo se haya convertido en el pintor de la libertad. “Por eso hay un sentido de orgullo en todos los títulos que él mismo se pone en los lienzos”, explica Natalia Majluf.

La directora del MALI recorre el taller de restauración del museo junto al canciller Gonzalo Gutiérrez, el embajador chileno Roberto Ibarra y su par argentino Darío Alessandro. Les muestra un retrato de Simón Bolívar que interpela al espectador con una mirada de alerta, como quien advierte que aún está todo por hacer. “Intuimos que lo pintó en 1823, cuando Bolívar llegó a Lima”, les cuenta. “Los cuadros no solo han sufrido por el tiempo, sino por razones políticas. Este se encontraba en todas las sedes del Gobierno, pero en 1827 se ordenó su retiro y así terminaron en colecciones privadas”.

“¿Es verdad que formó parte del Ejército Libertador?”, le pregunta Ibarra. “Hay muchas versiones, pero hemos concluido que formó parte del Batallón de Infantes de la Patria, integrado por artesanos pardos de Santiago. En 1817 lo nombraron capitán de ese batallón, pero nunca estuvo en una batalla y creemos que solo fue un título honorífico. Es más, él volvió a Lima un año después de que fuera liberada”, responde Majluf.

José Gil de Castro (1785-1837) nació en una Lima colonial y años después viajó a Santiago en busca de mercado. “En Chile es muy popular. Incluso hay una plaza dedicada a él en la zona donde tenía su taller. Entonces registró el nuevo momento que comenzaba en nuestra región”, comenta el embajador. Muchos creen que ese momento aún no termina de cuajar, pero el diplomático argentino es optimista: “Cuando hablamos de cuestiones inconclusas, estas tienen que ver con el pasado, el presente y el futuro. Un trabajo en común como el que se ha hecho gracias a la iniciativa de Natalia y el MALI es una posibilidad de compartir parte de nuestro pasado con un trabajo presente”.

La investigación que comenzó hace seis años gracias a la Fundación Getty de Los Ángeles, y que culminará con un libro y una muestra itinerante entre octubre de este año y el próximo, también implicó un trabajo diplomático. Como dice Majluf, “una de las cosas más bonitas de este proyecto es que recupera el proceso continental de la Independencia. En ese sentido, Gil de Castro es paradigmático porque logra retratar a todos los ejes de la Independencia sudamericana. Lo que hemos logrado tiene un carácter parecido porque tenemos instituciones e investigadores de Chile, Argentina y Perú trabajando en conjunto”.

Al preguntar si el arte sigue teniendo una función política, el canciller peruano responde que eso “depende de la obra y de los ojos con que se la mire”. Sin embargo, él mismo señala que es importante volver a Gil de Castro como parte de “nuestra proyección al bicentenario del Perú”. Al fin y al cabo, cree que se trata de “una persona que surge de la esclavitud para crear un vínculo en América Latina”.

El poeta chileno Enrique Lihn decía que solo existen dos países: el de los sanos y el de los enfermos. “Nuestro continente ya ha tenido muchas heridas en el pasado”, asegura el embajador Ibarra luego de ver los cuadros que falta restaurar y hablar de todos los que están por venir. “Pero esta iniciativa solo puede aumentar el país de los sanos”.

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