Durante la pandemia ha alternado sus días entre la familia, la literatura y la docencia el escritor José Güich Rodríguez, quien este 29 de agosto presentará en la Feria Internacional del Libro la novela “El misterio de las piedras secuestradas”. La trama sigue al detective Pablo Teruel mientras resuelve su tercer caso. El protagonista se ha convertido en un personaje recurrente dentro del universo creado por el autor peruano, al punto de tener su propia cronología de antepasados que a su vez aparecen en otros relatos. El Comercio conversó con Güich sobre esta propuesta y sus planes a futuro una vez que pase el temporal.
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Tras su paso del cuento a la novela, ahora el detective Teruel muestra una consistencia que usted ha prometido continuar desarrollando durante los próximos años.
En efecto. Este personaje que había utilizado en cuentos calzaba perfectamente con la idea de un detective en formato novelístico. Soy consciente de que se amolda a un público juvenil, pero tiene un registro más amplio. Para eso había que darle más profundidad a su compleja identidad como investigador. Estoy muy satisfecho con el personaje por cómo ha crecido. La primera historia sobre él la hice para que sea incorporada en el plan lector. Eso tiene grandes ventajas pero cierto encasillamiento. No quería que se estancara en una sola mirada. Siempre he pensado en Teruel como un protagonista más complejo y con gran llegada. Empecé a darme cuenta de que era posible continuar porque era un personaje muy sugerente, gracioso, aunque yo pienso que es un insoportable por su ironía [risas]. Ahora este detective periodista ha pasado a Altazor, un sello al que le tengo mucho cariño y que en todo momento ha confiado en mi trabajo. Tengo pactado conmigo mismo escribir una novela enmarcada en cada año del gobierno de Leguía. Espero tener la salud suficiente para completarlo. Se ha convertido en un proyecto muy ambicioso y espero estar a la altura.
Parte de la consolidación del personaje se refleja en la construcción de una genealogía que está presente en varias de sus historias.
Sí, aunque al inicio armar una genealogía no fue un proceso muy consciente. Hasta cierto punto ha habido un deseo de darle más consistencia al universo familiar del detective, pero en el fondo ha sido un ejercicio creativo independiente. En algún momento sentí que el personaje empezaba a extenderse debido a la recurrencia que tenía, lo cual tejía a su vez su propio mundo. Ese aire detectivesco parece siempre haber acompañado a Teruel y todo lo que tiene que ver con él. Sus antepasados también están inmersos en peripecias enigmáticas y extrañas. Entra a tallar la idea de la continuidad de investigadores dentro de su familia. Ellos siempre han estado involucrados en asuntos de alta relevancia para la sociedad peruana.
A propósito de esa incorporación al plan lector, ¿qué cualidades tenía Teruel para atraer a un público joven?
A pesar de que estaba circunscrita a los parámetros del plan lector, comenzó a ser leído por personas que no eran escolares. Ha sido una satisfacción muy grande cuando se me han acercado en la universidad para hablarme de los libros. Era mágico que los jóvenes se acerquen para pedirme que les firmara una novela sobre Teruel porque disfrutaron las aventuras del detective. Jamás voy a subestimar al público juvenil porque también es inteligente. Teruel es un hombre comprometido con la verdad, con ética personal, pero también conectado con el devenir del país. Era una buena oportunidad para que los chicos reflexionen sobre el contexto en el que vivimos y qué urge por resolver.
Teruel también es periodista. Es inevitable asociarlo con su propia experiencia en este rubro.
Así es. Me dedico a la cátedra desde hace 25 años, pero he alternado esta actividad con el periodismo. Estuve en una época en “Caretas” como editor de la página cultural. Luego la docencia me fue jalando para sus fueros. El periodismo me gusta mucho, me gusta la adrenalina de las redacciones. Es una pasión. Aunque disfruto mucho la docencia, extraño el periodismo. Teruel es una especie de álter ego que puede hacer lo que yo no. Si bien yo no pude continuar, al menos el personaje sí lo hace. Él es periodista a tiempo completo.
¿Y en este libro qué es lo que encontrarán los lectores?
Esta novela habría que sintetizarla como la manifiesta adultez de Teruel y su peculiar manera de ver y encarar las cosas. Lo he trasladado al Cusco esta vez para resolver problemas durante la efervescencia del indigenismo y en medio de tensiones sociales en 1923. Siempre hay ese matiz de condicionamiento que lo lleva a tomar decisiones. Esos dilemas morales que se le presentan son un impulso para resolver intrincados casos en los que se mete sin querer. Él va a Cusco por encargo de sus jefes del diario “El centinela” para escribir crónicas viajeras que serán publicadas en una nueva sección del periódico. Además, tiene como misión convencer a Martín Chambi de que trabaje con ellos. La aparición de Chambi no es solo un cameo, sino que tiene un peso importante dentro de la trama.
¿Cómo construyó un personaje como Martín Chambi?
Para darle una voz tuve que leer mucho sobre él, entender qué sentía y cómo veía la realidad. Primero hay un cimiento bibliográfico histórico, el resto es moldeable de acuerdo a los intereses de la ficción. La recreación del contexto donde aparecen estas personas tiene que ser muy verosímil. He procurado no retratarlo, sino conservar su esencia acorde a los intereses estéticos de esa época. Chambi le enseña a Teruel algunas claves para entender el Cusco de los años veinte. Es un aliado no solo de la misma peripecia, sino moral y metafísico para avanzar con mayor seguridad en ese espacio que desconoce.
Chambi no es la única figura del Perú del siglo XX que aparece en sus historias.
Raúl Porras Barrenechea ha aparecido en las anteriores novelas. Es un aliado que permite a Teruel acceder a documentos de la Casona de San Marcos. El detective ha estudiado con intelectuales de la época como Luis Alberto Sánchez o Jorge Basadre. Este último es un amigo en “El misterio del Barrio Chino”. En ese tiempo, Basadre trabajaba en la Biblioteca Nacional. La aparición de estos personajes se debe a que son parte de la cultura popular, de la magia de la ciudad.
¿Por qué eligió los años veinte para situar al protagonista?
Creo que la gran motivación es que se trata de un momento de inserción en la modernidad. Esa modernidad traía cambios paulatinos en la cultura, la sociedad y la política. La historia del Perú siempre ha estado presente en mi obra. Considero que es un periodo insoslayable para el país. Es un periodo con muchos ángulos por explorar. El primer caso resuelto de Teruel es al final de la etapa conocida como la ‘Patria Nueva’. Es interesante el contrapunto entre Teruel y el Perú. Uno puede resolver exitosamente una situación, mientras que el otro no. Ese cotejo entre una sociedad que no obtiene logros, que arrastra una sensación de fracaso –como diría Ribeyro-, y el de un periodista que sí puede. Se construye un tejido muy interesante al contrastarlos. Al final eso provoca que el periodista tenga frustraciones personales. Cae en cuenta de que puede resolver un gran misterio pero nada de lo que haga podrá acabar con la injusticia.
Su obra se ha caracterizado por emplear elementos de la fantasía y la ciencia ficción. ¿Queda lugar para estos elementos en una novela histórica como “El misterio de las piedras secuestradas”?
Sí, tiene mucho de novela histórica, pero también de los consabidos elementos fantásticos y de ficción. Hay una avidez más pronunciada en este libro por mezclarlos. He tratado de combinar los elementos en proporciones adecuadas. Aunque si resultó o no, eso se lo dejo a la crítica. Ojalá se haya logrado. Yo he disfrutado mucho la escritura de estas historias porque me permitieron emplear fórmulas conocidas dentro del sistema literario, pero con el desafío de darle un giro para que sea distinto. En esta novela, en particular, la ciencia ficción es muy amplia, diversa y heterogénea. Es posible hacer una especie de trasvase y llevar parte de sus elementos a una historia que no necesariamente sea de ese género. Pienso que los tópicos tratados posibilitan un trabajo así. Dentro del relato hay referencias, homenajes y tributos. Me gusta agregarlos de manera no tan explícita a la trama. Cuando el lector avanza a través del argumento y reconoce estas referencias, se establecen las bases para una experiencia más rica de lectura.
Ya que lo menciona, ¿con qué obras del género policial ha tenido esa experiencia?
Con los clásicos del género como Poe en “Los casos de Auguste Dupin”. Eso, a su vez, fue inspiración de Conan Doyle. También he sido lector de Agatha Christie. Ella está siendo revalorada, con justicia, dentro del canon literario, ya que por mucho tiempo se le adjudicó un papel menor. Uno se enfrenta a las novelas de Christie con sus detectives aficionados como Miss Marple o el belga Poirot, que es un sabueso de intelecto superior. Ahí encontré fórmulas con resoluciones realistas. Teruel es distinto porque encara sus casos como periodista. Tal vez las referencias para mis historias serían televisivas y no literarias. En “Knight Stalker” el protagonista es Carl Kolchak, quien investiga fenómenos relacionados a vampiros o monstruos. Creo que ahí podría estar el origen de Teruel. Yo tenía 13 años cuando vi la serie y me impresionó mucho. Tampoco puedo dejar de mencionar las novelas de la editorial española Molino, que publicó los libros de Christie. Molino publicó la serie literaria “Alfred Hitchcock y los tres investigadores”. El cineasta solo vendió su imagen a Random House, pero no participó en la concepción de la trama. En la ficción quien auspiciaba al grupo de detectives adolescentes era Hitchcock. Robert Arthur, que había sido su guionista, trabajó en esta propuesta. A mí me fascinó. Tal vez de manera inconsciente se pegó esa impronta a Teruel.
Los relatos policiales no solo tienen una gran acogida cuando provienen de la literatura, sino también en el cine y la televisión. Como espectador y lector, ¿qué le resulta cautivante de estas historias?
Lo que me gusta es la sensación de caminar al lado del investigador en la búsqueda de la verdad. Aunque el concepto de verdad es muy amplio y ambiguo. Por ejemplo, hay muchos políticos que dicen “contaré mi verdad”, pero cuántas verdades hay. En el género negro no hay un enigma, ya se sabe quién es el culpable. Todo se centra en una búsqueda de la verdad desde el punto de vista ético. Me gusta esa insistencia. Hay una crítica y dignidad que sigue alimentando a estos personajes individualistas. Desean ese conocimiento cabal acerca de una realidad que a veces se nos escapa.
Siendo un género que se adapta y funciona bien en diferentes formatos, ¿existe la intención de que Teruel salte al audiovisual?
El destino de Teruel se irá perfilando con el tiempo. Sí es cierto que ya hay proyectos de llevarlo a plataformas audiovisuales. Existe un cortometraje llamado “Heirloom, reliquias de familia” que es el punto de partida para el paso del personaje al cine. Incluso hay un guion de largometraje. Lo estoy trabajando con el cineasta Diego Sarmiento. Me gusta mucho su visión. Con él no solo queremos impulsar una película situada en los años treinta, sino otras aventuras. Lo más complejo es el financiamiento, pero veremos qué ocurre más adelante. En los fueros de la ficción, el detective resulta muy dúctil para dar el paso esencial a otras plataformas. Todo se ha dado por una especie de inesperados cambios o giros del destino, como suele ocurrir en los libros.
Imagino que debido a las circunstancias actuales, este es uno de los tantos proyectos que ha quedado en suspenso. ¿Cómo ha cambiado su rutina durante la pandemia?
He tenido la oportunidad de releer muchos textos, cosas a las que antes no les presté atención. Descubrí que tenía libros guardados de hace años y también me dediqué al encuentro con autores que hasta ahora no había revisado. He leído mucho sobre ciencia ficción, pandemias y enfermedades. En especial he pasado tiempo junto a mi familia. Se pidió a varios escritores que narren una experiencia durante la cuarentena y por eso escribí un cuento inspirado en el encierro. De igual modo, avancé una novela corta que está basada en sueños muy extraños, rarísimos, que tuve hace unos meses. Es la primera ocasión que uso algo de material autobiográfico para construir una ficción. Por otra parte, las clases virtuales comenzaron en abril y me llenaron de mucha energía. Entre alumnos y profesores nos hemos ayudado mutuamente.
El sector cultural ha sido uno de los más golpeados por la crisis. ¿Qué lecciones nos deja esta situación y qué rol ocupa la literatura en medio de tantas adversidades?
Primero espero que la vacuna sea una realidad pronto. Como se lo dije a mis estudiantes, hay cosas por aprender de esta situación. Espero que después de esta tremenda crisis seamos más tolerantes y solidarios. Más compasivos y atentos con los demás. Ver tanta gente sufriendo sacude el espíritu. Hay que aceptar el enclaustramiento como un salvoconducto al bienestar. Hacer lo contrario es un riesgo. Es una época muy dura para todos. En mi caso escribir ha sido un refugio. Enfrentarme al caos imperante y la tragedia colectiva mediante la literatura. Eso no ocurre a todos, ya que la pandemia ha afectado a la gente de manera distinta. La literatura tiene una gran función terapéutica. No nos libera de los monstruos de la vida, sino que la hace más llevadera. El impacto de la pandemia nos ha transformado por completo. Por eso la literatura seguirá siendo una de las últimas fronteras para la comprensión y la aceptación de nuestra fragilidad.
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La presentación de la novela será el 29 de agosto a la 1 p.m. La organiza Ediciones Altazor y se transmitirá por Facebook.
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