Lo encontró en 1840 don Timoteo Espinoza, vecino del pueblo, cuando removía el campo cercano al Templo de Chavín de Huántar antes de la siembra. Un monolito sorprendente, de un metro y 98 centímetros de alto por 74 centímetros de ancho, con la representación tallada en una de sus caras de la divinidad principal de los Chavín: un personaje felino antropomorfo, de pie, mirándonos de frente y abriendo los brazos abiertos, sosteniendo en cada mano sus báculos. Las manos y los pies convertidos en garras. El campesino cargó con la losa de granito para llevarla al patio de su casa, colocando el lado de los relieves contra el suelo, para utilizar el lado liso como imponente mesa. Este fin doméstico, curiosamente, salvó la pieza y sus dibujos grabados: por entonces, muchos otros monolitos habían sido usados como material de construcción.
Hacia 1860, el viajero italiano Antonio Raimondi, visitó el sitio de Chavín. En el libro “El departamento de Ancash y sus riquezas minerales” (1873), donde menciona al monolito, destaca su diseño hermoso por su finura y simetría, y recomienda su traslado a la capital para su conservación y estudio. Tomando nota del pedido, un año después de la publicación del volumen el gobierno del entonces presidente Manuel Justo Pardo y Lavalle dispuso el traslado del monolito a Lima, donde fue conocido como la “Piedra de Chavín” y más tarde “Estela Raimondi”, en honor al sabio italiano. Inicialmente fue exhibida en la entrada del Palacio de La Exposición, y luego registrada en el inventario del Museo de Historia, luego llamado Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (MNAAHP), donde se conserva hasta la fecha.
Según lo entiende el arqueólogo Luis Lumbreras, autoridad en lo que supone la Cultura Chavín, esta estela refleja el estilo artístico de esta sociedad desarrollada en lo que hoy es Ancash, que fuera, entre los siglos VIII y V antes de Cristo, uno de los principales centros religiosos y culturales del continente. Se trata del primer objeto de estilo Chavín descubierto y por su complicada decoración metafórica, probablemente pertenecía a la época tardía de Chavín, lo que se llama la época del templo nuevo.
La estela vuelve a hacer noticia
La elaborada piedra vuelve a hacer noticia luego que el actual ministro de Cultura, Ciro Gálvez, anunciara la posibilidad del retorno de la milenaria escultura a la región Áncash, luego de escuchar el pedido de las autoridades regionales y del distrito de Chavín de Huántar, quienes solicitaron la devolución de la pieza. Mostrándose favorable, el ministro ha señalado que se realizará un estudio previo para definir el traslado y conservación de este patrimonio histórico, tras residir casi 150 años en Lima.
“Si el deseo de los ancashinos es llevar la Estela a Chavín, entonces podrán hacerlo. La solicitud es viable, pero se debe realizar un estudio que permita constatar su situación actual y a dónde sería trasladado. Es necesario que se presenten las garantías del caso para su traslado y el compromiso de su preservación en Áncash. El ministerio tendrá el compromiso de cuidarla hasta garantizar su traslado”, señaló el ministro el pasado jueves . “Necesitamos hacer un estudio para la factibilidad de su traslado, previa constatación del museo de Chavín, el permiso se puede dar. Necesitamos todas las garantías del caso”, añadió.
¿Se trata de una propuesta viable devolver la estela de Chavín a su lugar original? ¿Una mudanza significaría fortalecer realmente la cultura local en Ancash, región que cuenta con un excelente Museo Nacional cerca de Chavín de Huántar, por el contrario, es un mal precedente para la integridad de las colecciones del Estado que se centralizan en el MNAAP y próximamente en el MUNA?
Dos arqueólogos reconocidos como Régulo Franco, responsable de los hallazgos en la Huaca Cao, en el valle de Chicama, y Julio Rucabado, Curador de Arte Precolombino en MALI, coinciden en que la famosa estela de Chavín debería volver a su lugar de origen. “Por respeto a nuestros ancestros, la estela debe ser devuelta a su lugar original”, señala el arqueólogo cusqueño que descubrió a la Señora de Cao. Por su parte, Rucabado señala: “Como arqueólogo, mi opinión es que si están dadas las condiciones necesarias de infraestructura, seguridad, y conservación, en buena hora que se traslade a su lugar original. Es una decisión interesante porque puede potenciar la revalorización de las identidades locales dentro del lugar de donde salió la pieza. La estela se ubicaba en lo que se conoce como el Altar de Choque Chinchay, frente al templo nuevo. Regresarla sería algo muy productivo, en lugar de tenerla en el Museo Nacional o en el Muna. Sería una razón más para visitar el propio Chavín, hacer una peregrinación moderna”.
Para Régulo Franco, no es bueno que una pieza de la importancia de la llamada Estela de Raimondi se encuentre descontextualizada, lejos del lugar donde siempre perteneció. “Es como si al ídolo de Pachacamac lo tuviéramos en exposición en Palacio de Gobierno. A estos bienes se les debe respeto. Y en este caso, el monolito siempre fue un objeto de culto al interior del Templo de Chavín de Huántar”, señala. “La Estela es un bien cultural trascendental por toda su iconografía y evocación vinculada con la Cosmovisión Chavín, hace casi 3000 años atrás”.
Por otro lado, Franco destaca que las condiciones de seguridad para este monumento están garantizadas tras la construcción de un espacio como el Museo Nacional de Chavín. “Es una gran oportunidad para este lugar, ciertamente preferencial, que cuenta con toda la tecnología para hacer una Museografía moderna. El resultado será, desde luego, el fortalecimiento de la identidad local, así como para el desarrollo local, con una mayor afluencia de turistas”, dice.
Como señala el arqueólogo Julio Rucabado, debemos recordar que al hablar de Chavín de Huántar, no nos referimos a cualquier templo. “Pachacamac y Chavín de Huántar son los templos más importantes como santuarios en el país, son lugares de peregrinación, hitos culturales a lo largo del tiempo. A pesar de haber sido abandonados, permanecieron en la memoria popular precolombina. Asimismo, a diferencia de Pachacamac, Chavín conserva la esencia de la huaca: es el único templo precolombino en el Perú al que se puede visitar al dios mismo, el llamado Lanzón o dios sonriente, pieza dentro de las galerías del templo de Chavín de Huántar”, señala.
Como advierte Rucabado, tratándose de una pieza patrimonial tan importante y emblemática, resulta obvio que para el traslado de la pieza el Ministerio de Cultura deberá evitar todo tipo de riesgos. Y explica: “Hay que considerar que la Estela Raimondi es una pieza de granito. Para su transporte debe contratarse una muy buena agencia de embalaje y transporte de bienes culturales, que existen en el mercado. Luego se tendrá que asegurar la pieza contra todo riesgo, y mantener una estrecha vigilancia durante todo el camino”, señala.
Sin embargo, para el arqueólogo limeño, lo más importante ocurrirá cuando la pieza llegue a su emplazamiento final. “El mejor lugar será dentro del Museo Nacional de Chavín. Habrá que tener en cuenta los cambios de temperatura y humedad, distintos a los que existen en Lima. Un experto en lítico evaluará qué condiciones de climatización deberá tener la pieza una vez llegue allí. Las piezas de granito pueden sufrir los efectos de la erosión o meteorización, y esas son cosas que hay que evitar. Imagino que el MINCUL o la División Desconcentrada de Cultura de Huaraz tienen puestos sus radares sobre esas cuestiones a considerar”, advierte el especialista.
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