Desde una turba mostrando el busto decapitado del presidente Leguía hasta un indómito Inca liderando la multitud de hinchas en la Plaza Roja de Moscú, previo a un partido de fútbol. La historia oficial y la íntima, los grandes hitos que han dado forma al Perú actual, y los detalles que hablan de nuestra identidad mestiza y contradictoria. Todo ello puede verse en la imprescindible muestra “De la Patria Nueva al Bicentenario. Imágenes del Perú, 1921 – 2021″, abierta en el Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Ciertamente, no es fácil reunir, en el espacio acotado de una galería, un siglo de la historia gráfica del País. Como nos explica Carlo Trivelli, uno de los curadores de la muestra junto con Jorge Villacorta, para lograr un proyecto tan ambicioso buscaron identificar algunas líneas básicas de procesos históricos y sociales tan importantes como las celebraciones del Primer Centenario de la Independencia, el crecimiento urbano, la migración interna, los años de la violencia, la multiculturalidad, el voto de la mujer y su creciente presencia en la esfera pública, la complejidad del territorio, así como pasiones tan peruanas como la gastronomía el fútbol, los triunfos del Vóley.
Sin embargo, no estamos frente a un libro de historia ni a un álbum de figuritas. Más que reencontrarse con fotos icónicas, el trabajo del espectador será el de establecer relaciones entre las imágenes y buscar sorprendentes diálogos, a veces formales, a veces temáticos, y reflexionar en los problemas, expectativas, afectos y deseos de un país que, como aclaran los curadores, a 200 años de declararse independiente aún está en formación.
Es fácil imaginar la dificultad para elegir 100 imágenes de nuestro último siglo de historia. Pienso en la centenaria imagen de Rikio Sugano del Balcón de Huaura, que luce tan abandonado como hoy. ¿Una demostración de lo poco que como sociedad hemos construido?
Carlo Trivelli: Seguimos siendo un país en construcción. La muestra intenta dar una idea de lo que falta, de que no llegamos precisamente al Bicentenario cerrando un ciclo, sino más bien que nuestra historia sigue abierta. Nos obliga a pensar en lo que no hemos hecho para cerrar etapas.
Jorge Villacorta: Lo que podemos ver en la exposición es un entrelazamiento peculiar entre la historia oficial y nuestra pequeña historia. Graficar cien años, de 1921 al 2021, es un proyecto muy difícil si tratas de cumplir con imágenes que, si bien sabes que son necesarias, no necesariamente atrajeron a los fotógrafos de la época. Por ejemplo, es interesante que el voto de la mujer se realice desde 1956 en el Perú, pero no existan fotos de aquellas primeras mujeres votando.
La muestra ofrece un balance muy interesante entre las imágenes realizadas por fotógrafos de prensa y aquellas que en círculos galerísticos se llaman “artísticas”. ¿Cómo se establece ese diálogo?
Jorge Villacorta: La exposición es una estructura flexible. Si nos hubiéramos anclado a un solo criterio, recurrir al material producido solo por un tipo de fotógrafo, hubiera sido imposible hacerla. Sabíamos que era muy importante que tuviera matices. Por eso hay imágenes tan literales como la magnífica imagen de Herman Schwarz de Morales Bermúdez cediéndole su asiento a Belaunde, en un desfile realizado en junio de 1980, un mes antes del retorno a la democracia. Pero también hay otras imágenes con menor puesta en escena. Imágenes como la de Mónica Newton, por ejemplo, aísla en un primer plano a una mujer asháninca, y que definitivamente te remite a la soledad y a las condiciones tan precarias de la mujer. La imagen te habla de una angustia que no suele ser registrada por un reportero de prensa. Si tú contrapones eso al paisaje de Machu Picchu de Walter O. Runcie Stockhausen, tienes allí tres situaciones muy distintas en la exposición. La propia escritura de la historia tiene eso: está el dato fáctico pero también el estilo del historiador. La historia tiene la marca de aquel que la construye en palabras. Y en fotografía esa idea se grafica muy bien. Está el que tiene tiempo de componer y el que no necesariamente lo tiene, pero igualmente captura un momento importante de la historia.
Carlo Trivelli: Personalmente, de un tempo a esta parte trato de no pensar en una separación entre fotoperiodista y fotógrafo artístico. Intento pensar más en la fotografía como medio. Evidentemente, la circunstancia en que se hace una foto es distinta para cada uno, la reflexión detrás de la construcción de la imagen es distinta, pero si lo tomas como un cuerpo único, esas diferencias terminan convirtiéndose en complementariedades. Por ejemplo, en la muestra podemos ver alusiones directas a la masacre de Uchuraccay, con imágenes de Vera Lentz donde se enjuicia a un grupo de campesinos, pero también las fotos de Franz Krajnik sobre el Uchuraccay contemporáneo. Hay también fotografías del atentado en Tarata y las fotos de la calle vacía en la serie “Campos de batalla” de Roberto Huarcaya. Lo mismo sucede con Bagua, donde se presentan imágenes de la refriega y así como del paisaje. Ello te permite pensar de maneras distintas lo mismo. Los problemas que subyacen al conflicto están allí, pero las miradas distintas te llevan a reflexiones diferentes. La fotografía te permite esa maleabilidad: está el dato duro, pero no se presenta al observador con instrucciones de lectura. Esta se va enriqueciendo con el tiempo.
¿Cuáles son aquellas imágenes imprescindibles en nuestra cultura visual que pensaron desde un inicio para la muestra?
Carlo Trivelli: Lo que ves en la muestra es una depuración de muchas posibilidades. Si bien hay algunas icónicas, no teníamos de entrada una selección preconcebida. Tratamos que hubiera ciertas redundancias y diálogos entre las imágenes. Eso nos pareció más importante que conseguir la foto icónica.
Jorge Villacorta: Nos planteamos reunir imágenes que no fuesen tan conocidas. Hay imágenes tan absolutamente relevantes que si las incluyes en la exposición, la fulminarías como un rayo. La propia reflexión sobre los 100 años quedaría fuera. Te llevarían a otras reflexiones.
Carlo Trivelli: Muchas de las fotografías escogidas funcionan porque te llevan a un espacio que no es el habitual. La historia oficial es básicamente política, económica y social, pero la vivencia humana particular, que muchas veces escapa al lente oficial, es muy importante. Una imagen que a mí me gusta mucho es la de una muchacha danzante de tijeras, con el Centro Cívico detrás: te habla de una Lima pluricultural, de distintas identidades mescladas, a veces, de manera conflictiva.
Jorge Villacorta: Lo que me sorprende es que, en nuestra selección, no hayamos encontrado imágenes icónicas de expresiones eróticas. Para mí, por ejemplo, no hay imagen más icónica para reflejar el fin de la Segunda Guerra Mundial que la del marinero besando a la enfermera en el Desfile de la Victoria en Nueva York. En el Perú no hay eso. Me pregunto si hay una ausencia de Eros en el imaginario visual limeño.
Algunas imágenes de la muestra tienen un evidente elemento performático, como las fotografías de Morfi Jiménez o las de Fernando Gutiérrez Huanchaco, o la de Felipe Trueba con el hombre disfrazado de inca en la plaza roja de Moscú. ¿Cómo ese material juega con registros más realistas?
Jorge Villacorta: La fotografía alimenta el imaginario pero también se alimenta de él. La imagen del Inca en la Plaza Roja genera un cortocircuito con respecto a nuestras expectativas sobre cuánto viaja el imaginario peruano fuera del país. Allí tienes a los peruanos llevando su imaginario consigo. Para mí eso también está presente en la exposición: una permanente revisión del imaginario visual consciente e inconsciente.
Sepa más:
“De la patria nueva al Bicentenario. Imágenes del Perú, 1921 – 2021”
Lugar: Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores, Jr. Ucayali 391l Lima.
Curadores: Jorge Villacorta y Carlo Trivelli.
Temporada: Abierta al público hasta el 28 de noviembre, de martes a viernes de 10 am a 8 pm; sábados, domingos y feriados de 10 am a 6 pm. El ingreso es libre.
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