Hace 11 años y un poco más de un mes, Walter Oyarce vivió lo que ningún padre quisiera pasar: la muerte de un hijo. El hincha de 23 años de Alianza Lima, quien llevaba el mismo nombre de su padre, fue asesinado en el estadio Monumental luego de un clásico al ser empujado al vacío desde un palco del lado sur del estadio.
Desde ese momento, Walter, también hincha de Alianza, decidió transformar ese dolor en algo positivo y desde hace más de 10 años se dedica a trabajar con jóvenes y grupos de barras para mejorar la salud mental. Actualmente es regidor de Lima y día a día trabaja para que el fútbol sea un entorno más seguro. Sin embargo, eventos como el que sucedió el pasado domingo donde tres hinchas de alianza fueron asesinados a balazos remueven todas las emociones del fatídico 24 de septiembre del 2011.
Walter Oyarce conversó en una entrevista con El Comercio sobre la situación actual.
—Lo que sucedió con Walter en el estadio Monumental de Ate conmocionó a muchas personas, muchos hinchas creyeron que las cosas iban a cambiar. Sin embargo, el pasado domingo asesinaron a tres hinchas de Alianza, ¿tú crees que algo ha cambiado en estos 11 años?
Esta es una pregunta que me la han hecho en varias oportunidades. Si considero que la muerte de Walter cobró valor, yo creo que sí, porque hizo reflexionar a muchos jóvenes en lo que está ocurriendo y a la sociedad también.
El problema es que cada cambio tiene un efecto que tiene un tiempo. Porque las masas que van ahorita al estadio son muchachos desde 15 años, imaginemos de entre 15 y 20 años. Estamos hablando que ellos hace 11 años no fueron impactados por eso. Pero en general, sí ha habido un impacto.
—Hay una entrevista donde tu mencionas que los involucrados en esto no son hinchas sino delincuentes con camiseta…
Es que eso es lo que ocurre. Hay un tema que yo he aprendido, a raíz del asesinato hace 11 años, yo también cambié. Yo he cambiado un montón porque yo me comprometí a ir ahí donde están los jóvenes para que entiendan que cuando estamos vivimos en violencia todos perdemos.
Esa fue mi frase, no sé por qué la dije, tampoco creía en eso inicialmente porque yo estaba convencido, ahora me doy cuenta que no pensaba así, pero en ese momento sí estaba convencido de que yo iba a ir a esos sitios y que la gente que no valdría para nada. Pero cuando comencé a conversar con ellos, me comencé a dar cuenta de que ahí hay muchos jóvenes que están en una situación en que pueden echar a perder su vida, porque están en abandono.
Esto no es el fútbol. Tiene la violencia que estamos viviendo como sociedad que cuando está en el fútbol se hace más notorio porque el fútbol tiene ese atractivo de que te capta la atención de lo que está pasando
—¿Y cómo haces para trabajar con ellos? ¿Qué se necesita?
Vamos a imaginar que un joven que sale de un hogar complicado y se mete una barra, por ejemplo se mete la barra de la Alianza. Su familia de repente es una familia que le genera vergüenza, pero llega a Alianza y ya su familia tiene más de 100 años. Automáticamente su tío es Cueto o ahora Barco. Entonces cuando ellos valoran [esa nueva familia] ahí se debe usar eso para poder canalizar emociones y los haces pensar que tienen un camino de salida. Pero si tú agarras y dices “oye, los barristas son delincuentes, que las barras de fútbol destructivas”, los maltratas.
Y, ¿qué va a ocurrir con él? Lo que está ocurriendo con muchas barras que no son tan reconocidas, pero son reconocidas cuando captan la atención de la prensa y la captan cuando se ponen apodos como “los sicarios”, “los malditos” o “los asesinos”, de todo ponen en sus banderolas. Pero si tu les enseñas a que pueden ser reconocidos por cosas buenas, el asunto cambia, yo te digo, yo lo he visto.
—Es, además, interesante que tu habiendo vivido lo de Walter, tengas esta perspectiva de las barras.
Es que eso lo aprendí con ellos. Yo me he reunido con más de 50.000 jóvenes aproximadamente, en el 70% de ciudades más importantes de Perú. Yo iba y coordinaba con la barra y me recibían o me iba a una cárcel o me iba al sitio donde están los menores haciendo rehabilitación y daba charlas. Llega un momento en que la gente dice: en vez de haberte amargado la vida estás ayudando a la gente. Pero no es así, yo confieso, si yo dejo de hacer esto me muero, porque esto me da energía, es un propósito.
—Algo que te quería preguntar también, pero creo que me has respondió en la entrevista, es si tú eres hincha del fútbol y qué piensas del fútbol.
Soy hincha de Alianza y disfruto mucho del fútbol y todas las vivencias que tiene. Definitivamente creo que el fútbol termina siendo una herramienta de distracción, de entretenimiento, de unión de la gente con la que compartes el tema. Lamentablemente, hay enfrentamientos.
—¿Qué crees que es lo que está fallando? Porque mencionas que si uno le enseña a estos jóvenes a ir por el buen camino, lo pueden hacer, pero luego pasan cosas como la del domingo pasado.
Que no estamos haciendo un trabajo en equipo y el trabajo en equipo necesita participación de todos.
—¿Quiénes son todos?
Te hablo desde los hogares.
—Y en cuanto a los protocolos y autoridades, ¿quiénes deberían estar involucrados?
De la convivencia en los barrios, las municipalidades son los que trabajan con la colectividad. Están buscando mantener una salud mental positiva. El que debe cuidar los espectáculos públicos es el Ministerio de Interior con la Policía. El que debe adelantarse y enseñar a la gente que si cometen un delito, se van a ir adentro, es el Ministerio Público. Quien debe aplicar las sanciones en la medida que se deben dar, por ejemplo este a este individuo acá que ha terminado este asesinando tres personas, es el Poder Judicial.
Ya se creó una comisión que yo la verdad no he visto un protagonista muy marcado, pues se ha creado una comisión que es Comisión Nacional de Seguridad en espectáculos deportivos, pero te das cuenta que cuando le preguntas ellos está un poco amarrados por que dependen del resto.
—Si hay algo que tú podrías pedir, que podrías soñar, para que se mejore en este tema de seguridad de alrededor del fútbol en nuestro país, ¿cuál sería?
Que ojalá que todo este grupo que está ahorita comprometido en sacar adelante este proyecto de trabajar para mejorar la salud mental y, sobre todo, con la comunidad de los jóvenes en el fútbol, que tengamos la capacidad de saber llegar a los jóvenes. Para que ellos asuman que sus barras no tienen que ser reconocidas como delincuentes, sino de un colectivo que más bien está apuntando para ayudarse y salir adelante. Yo los he visto a ellos cuando reparten canastas, cuando donan sangre, cuando alguien se enferma, como ellos organizan sus polladas, ese tipo de cosas, esos valores que la que la sociedad no se los está reconociendo.
Porque para mí las barras de fútbol son las herramientas de progreso y de pacificación que estamos desperdiciando no las estamos aprovechando bien.