Combis, buses y paraderos son el nuevo foco de contagio del COVID-19, pero con menos de 130 inspectores, la Autoridad del Transporte Urbano (ATU) no tiene cómo controlarlo en Lima y el Callao. Fuera de la capital el desafío de las autoridades regionales se torna aún peor.
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Las cifras de infectados en el sistema de transporte son impactantes. En la estación Bayóvar de la Línea 1 del Metro de Lima, de 149 pasajeros que pasaron la prueba rápida, 73 resultaron positivos, es decir, casi la mitad. En el cruce de las avenidas Angamos y Tomás Marsano, 49 pasajeros arrojaron positivo, de 148 pruebas. Entre Morales Duarez y Faucett (Callao), 41 muestras dieron positivo al COVID-19, de un total de 150 pruebas.
Esta situación obliga al gobierno a decidir cómo descongestionar paraderos y unidades con el fin de ganar distanciamiento entre personas. La campaña #NoTePases de El Comercio, que lleva dos años investigando profundamente el problema del transporte público en el país, ha recogido la opinión de especialistas y la experiencia extranjera con un objetivo: buscar aplanar la curva de las ‘horas punta’ para desconcentrar la ciudad.
1. Horarios laborales escalonados
Alrededor de las ocho de la mañana, el paradero de la curva de Huaylas, en Chorrillos, recibe a unas 75 personas al mismo tiempo que esperan un bus. Es una fotografía que se repite todos los días. Llegan en mototaxi, caminando, en taxi colectivo, y todas se van acumulando en un mismo momento.
A medida que los buses van llegando el paradero se libera, hasta que otro grupo de personas toma su lugar en rotación. En Lima aún no existe algún sistema tecnológico que permita coordinar la frecuencia de las unidades de transporte público, lo que implica que por varios minutos el paradero se va llenando sin control. La mayoría de estos ciudadanos, que van en dirección norte hacia el centro, ingresará a sus trabajos una hora después, a las nueve de la mañana.
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La mayoría de estos ciudadanos ingresará a sus trabajos a las nueve de la mañana. Esto ocurre a diario, en todo el país y en tres momentos del día muy definidos: las ‘horas punta’.
Sin embargo, también existen otras etapas del día donde el flujo de pasajeros disminuye. Según cifras del Ministerio de Transportes (MTC) y de TEC Corporation, la empresa que ha colocado la mitad de los semáforos de Lima, fuera de las tres ‘horas pico’ existen seis ‘horas valle’, es decir, momentos en los que desciende el flujo de personas.
“Ahí está la oportunidad para descongestionar el día, a través del horario laboral escalonado para los trabajadores. Es una propuesta razonable, incluso en tiempos sin pandemia, pues nos hemos malacostumbrado a viajar apretados en estos tres momentos del día”, dice Mariana Alegre, coordinadora del observatorio Lima Cómo Vamos.
En un escenario de horarios escalonados, ese mismo paradero que recibe a 75 personas al mismo tiempo, que ingresan a trabajar en masa a las 9 a.m., podrían reacomodar sus horarios de ingreso laboral en cinco etapas, reduciendo los riesgos de contagio a la quinta parte: 7 a.m., 8 a.m., 9 a.m., 10 a.m. y 11 a.m.
Automáticamente la salida de las mismas también es escalonada. Así se “aplana” la curva de la congestión en las horas punta y se aprovechan las horas valle. Menos gente en los paraderos y los buses.
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La urbanista explica que, para aplicar el horario escalonado, deben evaluarse criterios técnicos vinculados a toda la cadena productiva que alteraría sus tiempos. “Todo migra. Cambiar los horarios ‘pico’ movería también los horarios de todas las actividades vinculadas a cada sector (restaurantes, talleres, centros de salud). No se trata de restringir el tiempo, sino de redistribuirlo. La ATU ya está considerando promoverlo, pero no hay nada obligatorio aún. Esto no puede quedar como un tema voluntario”, dice Mariana Alegre.
Bolivia ha impulsado esta medida de manera obligatoria, desacelerando los contagios. En México, este sistema fue impuesto según las necesidades de cada sector económico, como lo explica Rodrigo Díaz, subsecretario de Planeación de la Movilidad de la Ciudad de México. “El sector construcción reanudará labores en un nuevo horario de 10 a 19 horas, que hace que sus trabajadores se muevan en horas de menos demanda, lo que facilita sana distancia en estaciones y unidades”, dice.
Alonso Cárdenas, consultor y docente en políticas públicas, cree que los niveles de informalidad complicarían el camino, pues no todos los usuarios del transporte trabajan en empresas que controlan sus ingresos.
2. Carriles exclusivos para el transporte público
Actualmente, el transporte público de todo el país comparte la pista con todos los vehículos particulares, taxis y colectivos que pelean por pasajeros entre sí. Esto ocurre porque las unidades formales no tienen carriles exclusivos, a pesar de que trasladan a la mayor cantidad de personas. La consecuencia: largas colas en paraderos y buses llenos.
Antes de la pandemia, un bus del corredor rojo demora un promedio de 2 horas 15 minutos (en hora punta) para cruzar la av. Javier Prado (desde la av. La Marina hasta Ceres, en Ate), según la Asociación de Concesionarios de Transporte Urbano (ACTU). Un carril exclusivo permitiría recorrer esta misma ruta en 1 hora y 10 minutos, es decir, casi la mitad de tiempo. Esto liberaría el flujo de personas acumuladas en paraderos, y mejoraría la frecuencia a unidades logrando otro punto a favor del distanciamiento.
En julio de este año, un carril exclusivo para buses de los Juegos Panamericanos Lima 2019 permitió a los deportistas viajar desde la Villa Panamericana (Villa El Salvador) hasta la Videna (San Luis) en 24 minutos, lo que habitualmente tardaría más de 60 minutos en hora punta.
Si las autoridades pueden instalar carriles exclusivos para los invitados extranjeros que llegan a Lima, ¿por qué no hacerlo para los miles de limeños que pasan horas atorados en el tráfico?
“La velocidad de los buses de los corredores es de 9 a 10 km/h en promedio. Con la instalación de carriles segregados se pasaría a 20 kilómetros por hora en promedio”, dice Ángel Mendoza, gerente general de la ACTU.
“Es importantísimo que haya carriles exclusivos para el transporte público, no solo para reducir los tiempos de viaje, sino también para darle prioridad a esa mayoría de personas que se trasladan en este servicio público”, dice Mariana Alegre, directora de Lima Cómo Vamos.
3. Transporte personal en empresas
Alonso Cárdenas, especialista en políticas públicas, propone exigir que las 500 empresas más grandes del país se hagan cargo del servicio de transporte bioseguro de todo su personal a fin de reducir la demanda en buses.
“Por ejemplo, el Banco de Crédito del Perú, de acuerdo con su portal web, cuenta con alrededor de 30 mil trabajadores. Por norma se les podría obligar a ir a trabajar en el transporte de la empresa, en bicicleta o caminando. Si las 500 o 1.000 empresas más grandes implementan esta iniciativa, generaría dos impactos positivos: reducción de usuarios en el transporte y reactivación económica, por ejemplo, del gremio de las movilidades escolares o buses interprovinciales, hoy paralizado”, dice Cárdenas.
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