“Me hacen gracia los críticos que acusan a sus gobiernos de ‘improvisar’ sus respuestas a la epidemia. Deberían contarnos dónde se estudia qué hacer en caso de coronavirus”. Hace unos días, Martín Caparrós hablaba de una “sobrerreacción” ante el virus, hoy se gana ataques en las redes sociales por tratar de entender las decisiones tomadas para vencer esta amenaza.
“Hay que hacer como Corea”, escribía ayer un tuitero, asustado por el avance de este nuevo coronavirus. Pero cómo le recordamos que estamos en el Perú, nuestro querido y subdesarrollado Perú, dueño de un sistema de salud precario, olvidado, donde hace solo tres semanas discutíamos sobre la falta de agua y jabón en los baños de los hospitales.
Cuando la pandemia dejó de ser un “asunto de China” e hizo tierra en estos lares, muchos clamaban porque se “construyan hospitales” como si bastara un chasquido de los dedos para hacerlos o exigían comprar “más ventiladores mecánicos”, olvidando que no hay país en el mundo que en estos momentos no ande en busca de ellos. Entendámoslo de una vez por todas: no hay país cuyo sistema de salud haya estado preparado para lo que estamos viviendo.
El escritor Edmundo Paz Soldán escribía ayer en “La Tercera” de Chile que las bolsas de cadáveres se acumulan en un hospital de Queens, y que un camión frigorífico ha sido estacionado frente a otro sanatorio para ser improvisado como morgue. Sí, así está Nueva York, la fantástica Nueva York.
Si eso ocurre en la cuna de Scorsese y De Niro, si España e Italia están paralizados, si Francia tuvo ayer un número espantoso de muertos, preparémonos para lo que se viene. Porque a pesar de que el Gobierno ha reaccionado con rapidez, nuestras falencias estructurales pronto empezarán a pasarnos la factura. Ya lo sufre Loreto, una región abandonada desde siempre, que no termina de sacudirse del dengue. Por ese camino van Tumbes, Piura y Lambayeque, que a sus fragilidades conocidas le han sumado haberse zurrado en el aislamiento social. Solo el domingo fueron detenidas más de 2.000 personas por ignorar el toque de queda en todo el país.
Todo lo que no hicimos en los últimos 50 años, empezará a saltarnos en el rostro y surgirán los señalamientos, las críticas, los dolores y las tristezas. Nuestra única alternativa para atenuar ese futuro de espanto es el aislamiento social. A ver si empezamos a entenderlo de una vez.