Además de titubear, la respuesta del presidente Martín Vizcarra sobre las peculiares actividades del cantautor-productor y neomotivador Richard Swing en el Ministerio de Cultura (Mincul) fue desconcertante.
Tras confirmar que lo conoce, explicó que su presencia en el Gobierno se debió a su participación en la campaña electoral, pero aclaró –como si ello fuera un alivio- que su labor había quedado sin efecto por razones de austeridad.
¿Quiere decir que si no nos encontráramos en esta situación de emergencia, podría haber seguido brindando sus muy bien remuneradas charlas motivacionales?
De no haberse denunciado el caso en televisión, el señor Swing probablemente seguiría organizando indispensables concursos de talento o deleitando a los trabajadores del Ministerio de Cultura con sus dudosas habilidades musicales en las celebraciones por el Día de la Canción Criolla y Navidad.
De la idoneidad del cantautor-productor y neomotivador para ejercer los encargos del Mincul, el presidente no dijo nada. Su única credencial para obtener un trabajo del Estado fue haber participado en la campaña de Peruanos por el Kambio. Y, detalle no menos importante, haber compuesto una canción para el candidato Kuczynski.
Todos los gobiernos han tenido su Richard Swing. El clientelismo político es un cáncer que los partidos alientan con entusiasmo. Pero mal de muchos, consuelo de tontos. ¿Cuántos Richard Swing habrá en otras dependencias estatales, llevándose el dinero en bandeja, mientras cientos de personas claman por atención en la puerta de los hospitales? Ojalá el presidente nos devele el misterio.