La crisis política y social que atraviesa el Perú suele desviar la atención de lo que impacta directamente a los ciudadanos. Un ejemplo es la precaria situación de las viviendas en las que residen, reflejado en un reciente estudio del Grupo de Análisis para el Desarrollo (Grade).
El área urbana de Perú cuenta con aproximadamente 6,6 millones de viviendas, una cifra similar a la suma de todas las viviendas de Paraguay, Costa Rica y Ecuador. De estas, 4,7 millones (71%) han sido o están siendo autoconstruidas. Este último concepto es clave: la autoconstrucción se define como la lenta y progresiva de edificación de vivienda en el tiempo, sin cumplir con todos los requisitos y estándares establecidos por la normativa vigente. El 94% de estas viviendas autoconstruidas (4,4 millones de hogares), fueron edificadas solo por “maestros de obras” sin estudios de suelos ni profesionales. Esta cifra, 10 años atrás, era solo el 70%.
El 68% de las 4,7 millones de viviendas autoconstruidas, es decir casi 3,2 millones de casas, demoraron 16 años en tener terminado un piso (de los 16 años, viven 10 en casa precaria y 6 en proceso de construcción). Es decir, casi la mitad del total de viviendas en el país. Recién al año 12 del proceso de construcción, llega el servicio de agua potable y en el año 22 la pista donde se edificó es asfaltada.
Contrario a lo que se podría suponer, la autoconstrucción de una vivienda es un 33% más costosa por metro cuadrado que la construcción tradicional. “Es una construcción sin planos, sobre la marcha, sin respetar los estándares y la seguridad estructural. Las personas que construyen solo replican lo que se hizo en otra obra anterior. Hay casas que usan incluso más material del que necesitan porque tampoco existen cálculos correctos”, dice Álvaro Espinoza, investigador de Grade.
El especialista señala que esto se debe a la falta de experiencia del constructor, lo que provoca un uso ineficiente de los materiales. Además, la construcción lenta y progresiva se ve impactada por el aumento de precios a lo largo del tiempo y la inflación.
Las familias que eligen esta opción de autoconstruir invierten alrededor de S/190.000, de los cuales S/44.000 se destinan al terreno y S/146.000 a la construcción en sí misma. El 70% de las familias que autoconstruyen lo hacen únicamente mediante ahorros, distribuyendo el proceso en un promedio de 21 etapas, con un gasto promedio de S/6.700 en cada una.
El 93% de las viviendas de material noble y seminobles fueron originalmente de material precario, total o parcialmente.
La falta de planos y estándares de seguridad estructural es una característica común en la autoconstrucción.
Dos tercios de las viviendas autoconstruidas son de material noble, incluyendo el techo. Cuatro de cada 8 se consideran terminadas.
La ineficiencia en el uso de materiales incrementa los costos de la autoconstrucción.
Un 12% de las viviendas autoconstruidas son de material seminoble, con paredes de ladrillo y cemento pero con techo provisional. Solo un 11% de estas se consideran terminadas.
Hace diez años, el 70% de las viviendas autoconstruidas eran edificadas sin profesionales, hoy esta cifra ha aumentado al 94%.
Una cuarta parte de las viviendas autoconstruidas son precarias, es decir, aún no cuenta con elementos de material noble.
La falta de estudios de suelos en la construcción de viviendas aumenta el riesgo de inestabilidad estructural.
En cuanto a servicios, solo el 32% de viviendas informales cuenta con electricidad (88% en caso de las formales); el 31% de viviendas informales tiene servicio de agua potable (87% en el caso de las formales), el 28% de viviendas informales tiene alcantarillado (87% en el caso de las formales) y solo el 14% de viviendas informales tiene pistas en la calle (63% en el caso de las formales).