El 25 de febrero pasado, cuando el nuevo coronavirus aún no se había entrometido en nuestras vidas, se hizo viral un video de Televisión Española, la cadena pública ibérica, en la que su corresponsal en Italia trataba de bajarle los decibeles al alarmismo que empezaba a multiplicarse.
"Es un tipo de gripe nueva, es verdad, no tenemos memoria vírica, no tenemos de momento vacuna, pero al final es un tipo de gripe", decía desde Milán Lorenzo Milá, un veterano periodista sobre el COVID-19, pese a que Italia ya registraba 229 contagiados, 25 internados en UCI y 7 muertos.
“Se extiende más el alarmismo que los datos”, reportó. Las redes sociales elogiaron su ecuanimidad y fue puesto de ejemplo frente a sus colegas que aparecían en pantallas con mascarillas y a la idea extendida de que el fin del mundo era inminente.
Lo que pasó después no hace falta repetirlo. Con Italia y España convertidos en los principales focos del virus en Europa, Milá pasó de héroe a villano y fue pasto de la furia de quienes en su momento lo alabaron.
El mes pasado, el periodista volvió a hablar sobre ese episodio en la cadena española Copé: “A finales de febrero, lo que había en Italia era una importante perplejidad, empezando por los médicos. En redes sociales había voces alertando de escenarios apocalípticos y los médicos decían lo contrario, que era un virus similar a la gripe. Es lo que reflejé, y lo volvería a hacer hoy”.
Periodismo es hablar sobre hechos, acudir a fuentes fidedignas, evitar el facilismo de refugiarse en el humor de la mayoría. Milá dio la información que recogió de los expertos en ese momento. ¿Las cosas se descaminaron después? Sí, ¿pero cómo pudo haberlo sabido entonces?
El mundo en que vivimos está habitado por la impaciencia. No ver el doble check azul en los mensajes de whatsapp puede ser motivo de histeria. El buen periodismo tiene sus propios tiempos. No especula, sino investiga, contrasta e informa. Así las redes sociales se vengan encima.