Las agresiones que sufren las mujeres dentro de una relación de pareja no son homogéneas ni siguen un mismo patrón. De acuerdo con el estudio “Violencia contra las mujeres: patrones de victimización y tipología de agresores”, elaborado por la Universidad de Lima y el Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES), existen cuatro formas en las que las víctimas son coaccionadas.
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La primera, que representa el 46% de respuestas, se denomina control limitado y tiene a los celos como principal manifestación de la violencia que ejerce el esposo o conviviente hacia su pareja. La segunda (control extendido) se da en el 19% de los casos analizados y, además de los celos, el dominio se amplía a no dejarla ver a sus amigas o a aislarla de sus familiares.
En la tercera manifestación (19%), el control se vuelve más violento y, aparte de los ataques psicológicos, la mujer sufre empujones, sacudones y golpes con el puño. La última categoría (control violento con riesgo de feminicidio) alcanza al 9% y combina los golpes con intentos de estrangularla o quemarla, ataques con armas y amenazas de muerte.
Este fue el caso de Julio César Rojas Mogollón (48), el sujeto que fue recapturado por la Policía Nacional esta mañana luego de que anoche intentara quemar viva a su pareja Brigitte Flores Luna. Ella fue auxiliada por un transeúnte, quien evitó que el agresor consumara su propósito. Rojas Mogollón tiene cuatro denuncias por violencia.
Este trabajo se realizó a partir del análisis de 53 mil observaciones de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes), entre el 2010 y el 2017.
Wilson Hernández, investigador principal del estudio, indica que los datos también revelan que la frecuencia y temporalidad de las agresiones son factores de riesgo para la victimización. Por ejemplo, en las categorías donde se ejercía menos violencia, las víctimas dijeron que habían sido agredidas “alguna vez hace más de un año”. Sin embargo, en el patrón de violencia con riesgo feminicida, el 29% de víctimas dijo que era atacada “a menudo” y el 71% “a veces”.
En las tipologías más violentas, las agresiones físicas empezaron mayormente entre el primer y segundo año de unión. “Los resultados muestran que no siempre hay un ciclo y escalada en la violencia. Una mujer no tiene que pasar por las cuatro tipologías para estar en riesgo de feminicidio. A veces, el espiral de agresiones constantes puede darse en un lapso muy corto de tiempo”, explica Hernández.
—Tipos de agresores—
En el estudio también se identificó a tres tipos de agresores, usando como referencias entrevistas a 344 internos de los penales de Lurigancho y Castro Castro. Los reos habían sido procesados por feminicidio o tentativa de feminicidio, lesiones graves o violación sexual.
El primer grupo representa el 73% y, pese al delito cometido, tenía muy baja probabilidad de ejercer violencia (física o psicológica) o coerción. Tampoco presentaba trastornos de personalidad. En el segundo (23%), sí había una alta propensión a ejercer violencia física y sexual a sus parejas, pero la proporción con problemas de salud mental era muy baja. En cambio, en el tercer tipo (4%), aunque sus actos violentos eran menos severos que en la segunda categoría, casi la totalidad de reos tenía trastornos de personalidad antisocial, limítrofe o de dependencia emocional.
Eliana Revollar, representante de la Defensoría del Pueblo, señala que estos datos corroboran la tesis de que la violencia hacia la mujer es producida por patrones machistas y no por desequilibrios psicológicos. “Un hombre, pese a no tener trastornos, usualmente cree que debe controlar a su pareja porque la considera de su propiedad”, precisa.