En el mundo pre-COVID-19, el invierno era sinónimo de resfríos, gripes o reactivación de cuadros de asma. Este año, en medio de la pandemia por la infección respiratoria más letal del siglo, las enfermedades estacionales han disminuido significativamente. Con la preocupación por la salud respiratoria ha pasado todo lo contrario.
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Por eso, el doctor Antonio Tokumoto Kishaba, presidente de la Sociedad Peruana de Neumología, no deja de recibir llamadas de personas que presumen que tienen el COVID-19. “Me llaman y me dicen sus síntomas por temor a tener coronavirus, pero a veces son apenas resfríos comunes. La gente está muy pendiente de lo que siente”, dice.
Síntomas compartidos
Parte de ese temor surge por la gran similitud entre los síntomas del coronavirus y los cuadros virales estacionales como gripes, resfríos o la influenza. En ambos casos hay tos, fiebre y dolor de garganta, pero la diferencia importante es la dificultad para respirar. “El síntoma cardinal del COVID-19 es la fiebre alta por más de 4 días, aunque en asintomáticos o quienes tienen síntomas leves puede no presentarse. En las primeras 48 horas, ambos casos suelen ser iguales, pero si se añade la dificultad respiratoria ya estamos hablando de COVID-19”, explica Tokumoto.
Con los niños la situación es distinta. La neumóloga pediátrica Patricia Llaque Quiroz, coordinadora del Servicio de Neumología del Instituto Nacional de Salud del Niño San Borja, explica que en los menores de edad es difícil distinguir los síntomas. “El coronavirus en niños se puede presentar como un resfrío común”, explica. Por ello, para el diagnóstico es importante conocer si el menor tuvo contacto con algún caso confirmado o sospechoso de la enfermedad.
Eso no quiere decir que no haya signos de alarma. Llaque indica que sí se requiere una atención médica inmediata cuando se presenta respiración acelerada, pecho hundido y vómitos constantes. “En caso de que solo haya un poco de secreción nasal o fiebre baja de 1 o 2 días, se podría manejar con un poco de paracetamol en casa”, dijo.
Si bien en la mayoría de niños el COVID-19 tiene un cuadro leve, la especialista indica que se han reportado casos de síndrome de reacción sistémica inflamatoria, ante los cuales se requiere atención especializada. “Algunos niños, luego de 2 o 3 semanas de la infección, presentan fiebre alta persistente, enrojecimiento de ojos, erupciones en la piel. En estos casos podría haber otras complicaciones en el corazón”, señala.
Actualmente, 13 niños con COVID-19 se encuentran hospitalizados en el Instituto Nacional de Salud del Niño San Borja. Desde marzo, un total de 126 menores se han atendido a causa del coronavirus en este instituto especializado,
También es importante considerar que los menores puedan contagiar a otros, especialmente a la población vulnerable. De hecho, la neumóloga pediátrica explica que se ha detectado una mayor presencia del Sars-Cov-2 en niños, sin que estos manifiestan importantes síntomas. “Se ha visto que los niños tienen entre 10 a 100 veces más cantidad de virus de COVID-19 en las vías respiratorias, pero tienen algunos mecanismos que los protegen, como un menor número de receptores del virus”, indica. Estos receptores son los que permiten que ingrese a órganos importantes como los pulmones.
Invierno atípico
La relación de las enfermedades respiratorias y el invierno va más allá del frío. El doctor Tokumoto explica que en esta temporada hay una mayor reproducción del virus por la facilidad de contagios en espacios cerrados. “Las ventanas cerradas para evitar el frío facilitan el contagio intrafamiliar”, explica.
Sin embargo, este año, en el que Lima ha presentado la temperatura más baja de la última década (9,5 °C el 13 de agosto), la incidencia de resfríos o gripes comunes ha sido menor. Según el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades del Ministerio de Salud, hasta el 16 de agosto se reportaron 539 mil infecciones respiratorias agudas (IRA) en el país, un tercio de lo registrado el año anterior (1′581.583 en el mismo período).
En menores de 5 años, la caída es aún más notoria si se compara con el 2018. En la semana 33 del año (10 al 16 de agosto), se han reportado 7.392 episodios, mientras que en el 2018 el pico máximo fue de 148.824, entre el 4 y 10 de junio.
Para Llaque Quiroz, esto se explica por la suspensión de clases presenciales y las medidas de higiene para evitar contagios de COVID-19. “Los niños ya no están en contacto con otros que les pueden transmitir los virus. Ha ocurrido lo mismo con las diarreas que también se transmiten mucho en los nidos”, dijo.
Pese a esta caída de enfermedades comunes, no hay que bajar la guardia. Ambos especialistas insisten en mantener el lavado de manos, el uso de mascarillas y el distanciamiento tanto para el COVID-19 como para otros males respiratorios. El asma, por ejemplo, que tiene carácter crónico y no es transmisible, se exacerba por un problema viral. 
VIOLETA AYASTA
Patricia Llaque sostiene una tomografía pulmonar de un niño con neumonía, enfermedad que se produce por virus o bacterias. El COVID-19 también puede causarla.
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