Gino Alva OliveraAna Bazo Reisman
AQUÍ USA la herramienta para conocer las denuncias por violencia que hay en las escuelas de todo el país

En ocasiones, el se mantiene en la esfera de las bromas pesadas e insultos lacerantes, pero puede convertirse en empujones, patadas o golpes más fuertes. Y a veces, también se presenta en forma de agresiones sexuales.

El escenario de estas violencias es casi siempre el colegio y sus alrededores, pero puede trasladarse y expandirse al entorno online. Lamentablemente, las consecuencias son predecibles: en algunos casos, el daño –físico o psicológico– que sufre un menor es muy grave y hasta irreversible.

"Hasta septiembre de este año había en el portal 37.544 reportes de presunta violencia entre escolares"

En el 2013, el Ministerio de Educación implementó el portal SíseVe con el fin de que puedan reportarse casos de abuso escolar, no solo entre estudiantes, sino también de profesores a alumnos. La finalidad es visibilizar la problemática para entender su real dimensión y combatirla, según comentaron expertos consultados por El Comercio.

Este Diario comprobó que hasta septiembre de este año había en el portal 37.544 reportes de presunta violencia entre escolares, de los cuales más del 73% correspondía a colegios públicos. Y solo en lo que va del 2023, los casos ascienden a 8.785, el pico de reportes respecto de años anteriores en la plataforma desde su creación.

”Muchos casos se pasan por agua tibia, porque aún se cree que ‘son cosas de niños’ y no se aplican medidas concretas para detener el acoso”, cuestiona Agnieszka Céspedes, fundadora de la Asociación Nacional de Padres de Familia (Anapef) y vocera de Actions & Rights for Education.

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Pero estas cifras solo evidencian parte del problema. “Hay un subreporte gigante de casos y eso no solo pasa en el Perú. En general, hay resistencia a reportar y denunciar, más aún cuando tenemos sistemas que no son muy efectivos. Hay desconfianza hacia el Estado”, expresó Gabriela Reyes, oficial de Protección de Unicef.

Según el informe “Una lección diaria. Acabar con la violencia en las escuelas”, que esta organización adjunta a las Naciones Unidas publicó en el 2018, unos 150 millones de estudiantes en todo el mundo sufrían violencia escolar. Además, por lo menos uno de cada tres alumnos entre 13 y 15 años participaba en peleas físicas entre compañeros.

En los casos de ‘bullying’ no solo intervienen un agresor o un grupo de agresores y una víctima, sino también testigos, quienes muchas veces callan por temor, complicidad u otros motivos.

”El bullying necesita del silencio y del secreto para afianzarse. Sin embargo, la cultura del silencio no es un espectro en el que solo se desenvuelven los estudiantes, sino también los docentes, las autoridades administrativas y, desde luego, los padres”, indica el estudio “El bullying tras la pandemia originada por el COVID -19 en el Perú” (2023).

Al respecto, Reyes dijo: “Muchas veces trabajamos con precariedad, con padres que trabajan y no tienen tiempo de acompañar a sus hijos en el día a día. [...] Hay una brecha entre las familias y el colegio: a veces, las familias recién aparecen cuando hay un problema grave y quieren solucionarlo”.

Edad de cambios

Según las cifras de SíseVe, la mayoría de casos fueron reportados en secundaria: 23.704; es decir, seis de cada 10. En tanto, 12.440 –tres de cada 10– corresponden a primaria.

La secundaria coincide con la adolescencia, un período complejo en el desarrollo de las personas. “Es una etapa del ciclo vital en la que, como en toda etapa, suceden transformaciones en múltiples dominios (biológico, sexual, cognitivo, socioemocional), pero cuya particularidad es que estos ocurren de manera simultánea en múltiples ámbitos en un tiempo relativamente corto. Esto conlleva a que haya mucho que aprender a gestionar”, detalla la investigación “Ser adolescente en el Perú”, de la PUCP y Unicef (2022).

En el mismo trabajo se argumenta–con base en testimonios de jóvenes– que los adolescentes sienten que sus opiniones tienen poco valor para los adultos. ”Cuando sufrí aislamiento de mis amigas, creo que mis profesores, mi tutor y hasta mis padres asumieron que no pasaba nada, que lo único que pasaba era que yo era tímida. Y en ese tiempo, la relación con mis padres no fue buena: toda la ira que acumulaba en el colegio explotaba en mi casa”, contó a El Comercio María, exalumna de un colegio privado de mujeres ubicado en San Isidro.

La psicóloga y psicoterapeuta Pamela Kobylinski explica que, para los adolescentes, “la red social en el colegio es muy importante, por lo que la exclusión o el maltrato que pudiesen tener en ese espacio les afecta mucho” en distintos niveles. “Actualmente, estamos muy acostumbrados a obtener gratificación al instante, en un clic, lo que nos lleva a ser poco tolerantes frente a la frustración”, añadió la especialista en calidad educativa, bienestar y tutoría.

Abuso y género

Por otro lado, ECData encontró que la mayoría de reportes (58,4% del total) corresponde a casos de violencia física, mientras que el 30,8% son por abuso psicológico y el10,8% por abuso sexual.

”Los estudios indican que los niños son más proclives a sufrir violencia y amenazas físicas, mientras que las niñas tienen más probabilidades de ser víctimas de formas de acoso psicológico o relacional, tales como la marginación o la propagación de rumores”, destaca el citado documento de Unicef.

En el Perú, en los casos de abuso físico, seis de cada 10 de víctimas (66,1%) fueron hombres, mientras que en el caso de acoso psicológico más de la mitad de las víctimas (59,2%) fueron mujeres. Además, en los casos de abuso sexual, seis de cada 10 víctimas (68,70%) eran mujeres.

Testimonios

“El primer día de clases tuve mi primer ataque de ansiedad: solo con verlas me encerré en el baño y no quise salir. Sentí miedo, terror de estar cerca de ellas”

María, 21 años. Exalumna de un colegio privado de mujeres en San Isidro, Lima

María, 21 años. Exalumna de un colegio privado de mujeres en San Isidro, Lima

Desde la primaria, María fue tímida, aunque siempre fue parte de un grupo de amigas. Juntas estudiaban, jugaban y se confiaban secretos. Pero un día todo cambió.

”Fue en primero de secundaria, una etapa en la que dejas los juegos y empiezas más a pensar en chicos y otras cosas”, recuerda. En redes sociales, María conoció a un joven. Chateaban todos los días.

Por WhatsApp, María les contaba a sus amigas detalles de las conversaciones y hasta les compartía algunos pantallazos. ”Por cosas del destino, mi mamá revisó mi celular y acabó diciéndoles a los papás de ellas. Hubo un problemón. Al final, nos castigaron a todas. Lo peor fue que ellas me echaron la culpa”, rememora.

Desde ese momento, María fue aislada de su grupo: almorzaba y pasaba los recreos sola. “Todo se convirtió en miradas feas, insultos por DM [mensajes directos en redes sociales] y sembraron rumores sobre mí”, asegura.

Ese año, ella y sus examigas estuvieron en distintos salones. Lo mismo ocurrió en segundo de secundaria. El verdadero problema comenzó en tercero, cuando volvieron a compartir sección. “Ahí me di cuenta de cuánto me había afectado. El primer día de clases tuve mi primer ataque de ansiedad: solo con verlas me encerré en el baño y no quise salir. Sentí miedo, culpa, terror de estar cerca de ellas”, cuenta.

El año escolar se convirtió en una pesadilla. “En una exposición de Comunicación sentí mucho temor hasta de hacer contacto visual con ellas, de ver sus caras. Me puse a llorar delante de todos. Me sentía inferior”, añade.

Hoy, cuatro años más tarde, María dice que sus heridas han ido cicatrizando, pero que el recuerdo de aquella experiencia sigue lastimándola.

“Llamé al Ministerio de Educación y me preguntaron si el colegio había reportado el caso en el SíSeVe. No lo habían hecho”.

Edith, 45 años. Madre de una niña de 15 años que sufrió bullying en un colegio público de Lima

Edith, 45 años. Madre de una niña de 15 años que sufrió bullying en un colegio público de Lima

La niña agredida de esta historia consintió que hablemos con su madre para conocer los detalles del caso. Ella no puede hablar directamente de la situación, debido al estrés psicológico y el rechazo que le genera recordar los insultos, las amenazas y los momentos en los que sus agresoras le bloqueaban el paso dentro del colegio.

“Mi hija cambió totalmente su personalidad: pasó de ser alegre a estar siempre nerviosa, ansiosa, a renegar y variar constantemente sus estados de ánimo. Ahí supe que algo no andaba bien”, contó la madre a El Comercio. La menor, a quien llamaremos Gloria, había sido designada como delegada del salón para monitorear el avance de los trabajos grupales. Bajo este cargo, tenía que cumplir con reportar qué compañeros se retrasaban en sus tareas.

Eventualmente, dos compañeras, que eran las menos responsables, empezaron a acosarla: “Yo informé a la profesora y luego a la tutora. Sin embargo, me enteré de que las agresoras seguían y no la dejaban salir del aula, le ponían cabe e incluso anunciaban en redes sociales que iban a golpearla. Llamé al Ministerio de Educación y me orientaron para colocar mi caso en el SíseVe, cosa que el colegio no había hecho. Por protocolo del SíseVe, la directora se vio obligada a hablar con los padres. Nada cambiaba. Intenté también con el comité de disciplina del colegio, con la Dirección Regional de Educación, con la Defensoría del Pueblo. Mi hija estuvo siempre desprotegida porque ni la profesora ni la auxiliar sabían de la actualización del caso a pesar de su evolución”. La madre de Gloria prefirió transferir a su hija a otra institución educativa.

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