Todos en casa estaban al tanto de que en cualquier momento llegarían los resultados. Lo que no esperaban era que ocurriera tan temprano, cuando ni el desayuno estaba listo. El timbre de la puerta sonó y de una camioneta vieron descender a cinco personas que una vez adentro se pusieron trajes especiales. A esas alturas, todos sospechaban que nada bueno venía.
Eran tres médicos (dos mujeres y un hombre) y dos laboratoristas del Ministerio de Salud quienes entraron al domicilio ubicado a 40 minutos del Centro Histórico de Lima, por la zona este de la ciudad. “Las muestras tomadas dieron positivo para coronavirus”, les dijo uno de los hombres ataviado con un protector corporal, que incluye guantes, máscaras y botas.
El piloto comercial de Latam Airlines de 25 años, que había llegado días atrás de un paseo por Francia, España y República Checa, se enteraba aquel viernes 6 de marzo, a las 7:30 a.m., que era el primer paciente confirmado con coronavirus en nuestro país. Las autoridades sanitarias lo llamaron el caso cero. Mientras los médicos le notificaban esto, casi en paralelo, el presidente Martín Vizcarra daba un mensaje a la nación, en el que anunciaba el arribo de la enfermedad.
Los hombres con trajes tomaron muestras de los ocho familiares que estaban dentro de la casa y a todos les recomendaron no salir, quedarse aislados, mientras el Instituto Nacional de Salud (INS) hacía los análisis. Eso hicieron. Cuando los médicos se fueron, los nueve se sentaron a la mesa a desayunar algo ligero, mientras asimilaban ser la primera familia aislada en el Perú por la enfermedad que ha matado a más de 4.200 personas en el mundo.
Entre paredes
La casa donde permanecen tiene dos pisos y seis dormitorios, cada uno con ventanas a la calle y baño propio. Atrás, existe un amplio jardín con parrilla y una puerta que da hacia un parque privado para los vecinos de toda la manzana.
En el inmueble vive el paciente cero con sus abuelos de 73 y 78 años. También, con su madre de 49 y su tío de 51. El día que se enteró del resultado, habían llegado su otra tía (43) con su esposo (49) y el hijo de ambos de 25 años. El último en llegar fue el otro hijo de los visitantes, un menor de 7 años que fue sacado del Newton College, en La Molina, minutos después de que su mamá escuchara la noticia de boca de los médicos. El niño también había tenido contacto con su tío, el caso cero. Era urgente traerlo y examinarlo.
De los nueve aislados, cuatro se contagiaron en un primer momento. Con los días, el virus ingresó a dos personas más. Según los exámenes hechos esta semana por el Minsa, los únicos sin coronavirus son los padres del menor de siete años y la madre del caso cero. Los demás andan por la casa con mascarillas todo el día, salvo cuando almuerzan o duermen en sus habitaciones.
La noche del primer día de encierro, prendieron la parrilla. “Todavía no tomábamos conciencia de todo el tiempo que íbamos a estar encerrados. Al día siguiente, nos sentamos a organizarnos para la limpieza de la casa y la cocina”, cuenta el tío del caso cero, quien también es un piloto comercial que hasta hace algún tiempo volaba aviones de Latam Airlines.
Por precaución no podían salir de casa, así que ese segundo día pidieron delivery. A partir de ahí, un familiar se ofreció a preparar el almuerzo en su vivienda para las nueve personas. Ayer, les llevó arroz con pollo y estofado. Un día antes, les preparó chifa. Otro familiar también se hizo presente con una parrilla bien servida. “No podemos quejarnos. Estamos surtidos”, agrega el tío del caso cero.
Pero los cuidados son extremos. Para recoger la comida solo sale aquel que no está contagiado. Los alimentos se los dejan en la puerta y el familiar se aleja dos metros. “Nos saludan de lejos y nos preguntan cómo estamos o qué necesitamos. Las conversaciones son muy cortas”, añade.
Desayunan, almuerzan y cenan todos juntos, en el jardín, el espacio más fresco de la casa. Los contagiados están en una mesa, sin mascarillas. A dos metros de ahí, en otra mesa, se sientan a comer los que no tienen el virus.
Buena cara al virus
Los otros ‘aislados’ son tres perros que también estaban en casa el día que llegaron los médicos. Son un bulldog, un labrador y un tierno jack russell. Si bien en las noches los perros duermen dentro de la vivienda, en el día estos se quedan en “un espacio cerrado del parque” de este vecindario.
Las tres personas sin coronavirus sacan a las mascotas muy temprano, a las 7:30 de la mañana, aprovechando que nadie se asoma por el parque a esa hora. Les dan una vuelta y los alimentan. El paseo se repite a las 7:30 de la noche. Sus vecinos –dice el tío del caso cero– no sospechan nada. Los médicos del Minsa ingresan al garaje y recién ahí se colocan sus trajes para no alarmar a nadie, mientras afuera, en el vecindario, todo transcurre con normalidad, como si el mal que obligó a los chinos a construir un hospital en 10 días no estuviera a la vuelta de la esquina, y sí, ahí está, a la vuelta de su esquina, encerrado entre cuatro paredes.
En estos primeros cinco días de aislamiento, todo ha sido “muy llevadero”. Nadie ha cambiado de humor, están calmados, pasando el tiempo frente al televisor viendo noticias, conversando de aquello que no les permitía la rutina o jugando Monopolio en las noches.
“Todos estamos bien, tranquilos. Nadie se ha desesperado todavía. Seguramente en algún momento va a pasar”, presiente el papá del niño de siete años. Admite, sin embargo, que en algún momento le gana la incomodidad del encierro que recién empieza, pues son 14 días de aislamiento que podrían prolongarse si la saliva de los infectados continúa contagiando al resto.
En medio de esta libertad perdida por el bien de la salud pública, los aislados no han perdido el buen humor. El más bromista es el caso cero y el coronavirus, su mejor materia prima para los chistes y el sarcasmo. Mejor que nadie, saben que esta enfermedad es cosa seria, pero, con todo lo que les queda de encierro, de algo deben reírse.
CRÍTICAS
- Insumos: Los aislados critican que el Minsa no les haya dado hasta ahora mascarillas y otros insumos necesarios para protegerse. Todo lo han conseguido ellos a través de sus familiares.
- Reacción tardía: Cuestionan que, a raíz de las críticas que han hecho en redes sociales, el Minsa les haya dado el teléfono de un médico y una ambulancia ante cualquier emergencia.crÍticas
No hay una ley que obligue a la cuarentena
Pese a que el aislamiento y la cuarentena tienen como finalidad evitar la diseminación del virus, el Perú no cuenta con una ley que regule ambas medidas de seguridad, reconoció el director general del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades del Minsa, Manuel Loayza.
“La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece lineamientos del distanciamiento social; pero en el país no tenemos un mecanismo legal que obligue a las personas a cumplirlo”, explicó.
De acuerdo con la OMS, la cuarentena es la “separación y restricción del movimiento de individuos, quienes, aunque no estén todavía enfermos, han sido expuestos a un agente infeccioso y, por lo tanto, pueden volverse infecciosos”, mientras que en el aislamiento se aplica la separación y restricción de movimiento de quienes ya tienen “una enfermedad infecciosa específica”.