Una de las principales lecciones que debió dejarnos la pandemia fue entender que las autoridades solo pueden tomar buenas decisiones a partir de contar con la mejor información. Pero en esta temporada de lluvias, que se perfila tan devastadora como la del 2017, parece que todo eso ha sido olvidado.
El Servicio Nacional de Hidrografía y Meteorología (Senamhi) es la institución encargada de generar y compartir la información clave para eventos como el que estamos atravesando. Esto lo hace a través de pronósticos sobre diversos eventos (lluvias, vientos intensos, heladas y friajes), y con el monitoreo de cambios en los recursos hídricos. Sin embargo, no cuenta con los recursos suficientes para cumplir a cabalidad con su misión.
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Su Presupuesto Inicial de Apertura (PIA) para este año fiscal es de S/67′031.854, alrededor del 0,03% del presupuesto para el sector público 2023. De ese total, más de S/57′822.000 son para pagos al personal, obligaciones sociales y pensiones, mientras que más de S/9′209.000 son gastos de capital.
Y aunque en el transcurso del año reciben algunas ampliaciones, ya sea por donaciones y otros conceptos, su disposición de fondos sigue siendo bastante limitada.
“En el 2021, el presupuesto no llegaba a los S/60 millones. Con eso se cubría el gasto corriente del período y nada más. Ni siquiera era suficiente para el mantenimiento de las estaciones […] Pese a esas limitaciones, se hace el mejor trabajo posible, pero a punta del esfuerzo de técnicos, científicos, operarios y observadores, que ya se acostumbraron a trabajar con lo poco que hay”, señaló a El Comercio Patricio Valderrama, expresidente ejecutivo de Senamhi.
“El Perú requiere un servicio meteorológico del Primer Mundo, pero necesitamos inversiones”, indicó Guillermo Baigorria, actual titular del Senamhi, en un reportaje de “Cuarto poder”. Allí se detalló, por ejemplo, que el área de hidrografía necesita S/10 millones para el mantenimiento anual de sus redes de vigilancia, además de S/21 millones para la compra de un nuevo servidor para el procesamiento de datos y ocho radares satelitales, dos de los cuales se iban a conseguir gracias a una alianza con la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios.
Trabajo clave
Entre los principales instrumentos para el trabajo del Senamhi, están las estaciones hidrológicas y meteorológicas. Las primeras monitorean los caudales de los ríos, mientras que las segundas registran la temperatura del aire, humedad relativa, precipitación, viento, presión atmosférica o radiación solar.
“Tenemos cerca de mil estaciones, de las cuales un 25% son hidrológicas y el resto meteorológicas. Tenemos algunas convencionales [las más antiguas], que requieren de una persona, llamada observador, para leer el instrumento tres veces al día. Otro buen grupo son autónomas: usan paneles solares y se conectan satelitalmente o vía la red celular, para enviar la información recogida automáticamente”, explicó a este Diario Gabriela Rosas, directora de Meteorología y Evaluación Ambiental Atmosférica del Senamhi.
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“Para la previsión es importante tener la información rápido. En la cuenca del Rímac, por ejemplo, con que llueva unos 10 mm por hora en determinado momento del día puede significar que se active una quebrada, sobre todo si en días anteriores también llovió, pues el suelo estará saturado por las condiciones previas. Esa información es la que se entrega a los expertos en gestión de riesgos para una previsión inmediata”, agregó la especialista.
La ONG Contribuyentes por Respeto, en un informe tras los desastres del 2017, reveló que cada evento climático como El Niño, de magnitud extraordinaria, le genera al país unos US$4.800 millones en pérdidas. Eso debería ser argumento suficiente para que se tome la decisión de invertir más en las instituciones locales que hacen investigación científica.
Una de las principales preocupaciones hoy es saber cómo adaptar nuestras viviendas para que no se vean afectadas. Para Sandra Santa Cruz, doctora en ingeniería, docente e investigadora de la PUCP, el principal problema es que alrededor del 90% de las viviendas en Lima están construidas de manera informal. “Eso significa que muchos techos son de calamina, sin pendiente y sin un drenaje correcto para las aguas de lluvia. Eso origina un problema de sobrecarga en las casas y que se debe solucionar”, comentó a El Comercio.
En cuanto a prevención, muchas de las pérdidas se pudieron haber evitado debido a que se trata de episodios que tienen cierta periodicidad. “Hemos visto un panorama similar en el 2017. Los gobiernos locales y regionales debieron ejecutar diversos proyectos para prevenir lo que estamos viviendo ahora. También tienen responsabilidad por permitir la construcción de viviendas en zonas no adecuadas”, dijo Freddy Pillpa, especialista en Geología Ambiental y docente de la Universidad César Vallejo, a este Diario.
El experto agregó que es importante que la población esté vigilante respecto a cuánto invertirán los gobiernos locales y regionales con eficiencia. “Muchas veces se anuncia la construcción de infraestructuras que no sirven para prevenir este tipo de eventos”, sostuvo.
Ambos recomendaron a las autoridades distritales una mejor planificación urbana, al gobierno promover proyectos de viviendas de interés social, y a la población a estar atenta a los sistemas de alertas tempranas y a organizarse para cuidarse entre los vecinos frente a cualquier eventualidad.