Alfiere Yovani Juárez Ventura, durante el día trabajaba como panadero en dos panaderías ubicadas en Comas, y por la noche dormía frente a la casa de su pareja para controlar cada uno de sus movimientos. No importaba si hacía frío o mucho calor; él se acomodaba en la intemperie y, cual perro callejero, se lanzaba a la vereda. Hoy poco se sabe de su ubicación o si sigue durmiendo en las calles, pero la única certeza que recae sobre él es que es el principal sospechoso del feminicidio de Rosa María Liberto Salcedo, una madre de 36 años que desapareció en 2011 en Comas y cuyos restos, encontrados hace un mes, fueron enterrados en un pozo de agua en una panadería que nunca tuvo nombre.
“La última vez que la vi me iba al colegio, al turno tarde. Ella se quedó en casa de mis abuelos, donde vivíamos. Mi tío la vio por última vez saliendo a las 4:00 p.m., diciendo que iba a la panadería”, contó a El Comercio Elizabeth Vásquez, hija de Rosa María, quien recuerda que esa tarde del 26 de septiembre de 2011 fue la última vez que se despidió de su madre en su casa, ubicada en la urbanización Santa Luzmila, Comas.
Ella, sin pensar en lo que sucedería después, se dirigió con normalidad a sus clases. Estaba en el quinto año de secundaria, a tan solo unos meses de su graduación y la finalización de toda su etapa escolar. Ese mismo día, al regresar del colegio, recibió una llamada. Al otro lado del teléfono estaba Alfiere Juárez, pareja de su madre. Él le preguntó si había visto a su madre o si sabía algo de ella. Elizabeth le respondió que no, a lo que él le dijo que entonces la esperaría en la panadería, donde ambos trabajaban como operadores durante las tardes.
Su mamá ese día no volvió a casa. Todos estaban preocupados, no era usual que no se comunicara e incluso que no regresara. No sabían nada de ella desde la hora que salió con dirección a la panadería y la angustia crecía al interior de esa vivienda en Comas. Luego de esperar dos días desde su desaparición, decidieron acercarse a uno de los locales donde su madre y Alfiere trabajaban. Allí, el dueño del negocio les comentó que ambos habían estado trabajando, pero iniciaron una discusión y los invitó a retirarse. Al parecer, Rosa María nunca salió de esa panadería; sus restos fueron encontrados en un pozo de ella luego de 13 años, pero eso recién lo sabría su hija a sus 29 años.
Lee también: La última conversación: lo que Sheyla no sabía del policía asesino que la esperaba en Comas [CRÓNICA POLICIAL]
Al encontrar una respuesta negativa en ese local, fueron a un segundo donde también trabajaba su madre y el sujeto al que buscaban, Alfiere. Ahí lo encontraron. Elizabeth, con tan solo 16 años, lo enfrentó. “Si el señor te ha visto que tú has salido con mi mamá hace tres días, ¿por qué me llamaste sabiendo que ella estaba contigo?”, le dijo. Primero negó haberla visto, luego aceptó eso, pero señaló que en realidad la había embarcado para que fuera de regreso a su casa. Cambió sus versiones y nada convenció a Elizabeth.
Ese mismo día, Elizabeth y su abuelita se dirigieron hasta la comisaría de Santa Luzmila para denunciar la desaparición de Rosa María. Ahí, lejos de encontrar ayuda inmediata, hallaron desidia por parte de los policías. “No le aceptaron (la denuncia). Dijeron que era mayor de edad, que esperáramos más tiempo. Habían pasado tres días. ‘Quizá se fue con su pareja, ya va a volver o que nos había abandonado’, nos comentaron. Mi abuela, ante esa negativa, se fue a la Divincri de Comas y ahí sí le aceptaron la denuncia por desaparición”, contó Elizabeth
El proceso inició lento, pese a que recibieron la denuncia. Los detectives a cargo del caso buscaron a Alfiere para preguntarle si había visto a Rosa María, hicieron lo mismo con los dueños de las panaderías donde ambos laboraban. También investigaron si ella había salido del país e incluso se dirigieron a la morgue para verificar si algún cadáver coincidía con ella; sin embargo, nada daba resultados.
La investigación continuó. Alfiere era la última persona que vio con vida a Rosa María, por lo que le tocaba declarar frente a la policía para esclarecer la situación. A la panadería donde él trabajaba, la cual no tenía nombre, llegó una notificación para que se apersone hasta la sede policial y pueda colaborar con el caso. Fue el dueño del local quien le entregó en sus manos la notificación. La primera reacción del hombre fue tomarla, leerla e irse corriendo. Ese fue el último día que lo vieron.
Durante cuatro años, Elizabeth y su abuela viajaron a Ica para buscarlo en la dirección que figuraba en su DNI. Ahí solo se encontraban a sus padres, quienes, ajenos al dolor de la familia de Rosa María, eran bastante duros con sus respuestas e indiferentes ante las consultas de ellas. “Salieron sus papás a decirnos que no sabían nada de mi mamá ni de su hijo, que no les importaba. Luego regresamos a Lima sin respuestas”, narró Elizabeth.
Ella recuerda la relación de Alfiere con su madre como una tormentosa, llena de violencia y acoso. “Él la seguía, la hostigaba. Para estar a solas teníamos que escondernos en la casa. Para tratar de perderlo subíamos y bajábamos de los carros. Los vecinos también son testigos de que él dormía al frente de mi casa para vigilar que mi mamá no saliera. Se metía a los jardines de los vecinos. Mi mamá en su momento pidió garantías para su vida, pero a él no le importaba. Antes de que ella desapareciera, quiso terminar la relación”, mencionó Elizabeth.
Lee también: La última conversación: lo que Sheyla no sabía del policía asesino que la esperaba en Comas [CRÓNICA POLICIAL]
La tarde del pasado 15 de octubre, un grupo de albañiles trabajaba en la panadería de Comas, donde fue vista por última vez Rosa María. Ellos estaban remodelando el lugar, incluso sus cañerías. Durante el proceso les tocó abrir un pozo; ahí todo cambió. En el interior encontraron un esqueleto humano y solo atinaron a gritar. Desesperados, llamaron al propietario de la casa, quien pensó que se trataba de una broma o incluso de un animal, pero estaba equivocado. Cuando vio el escenario recordó de inmediato a una persona: Rosa María, su trabajadora que hacía 13 años había desaparecido. Sin mucho más que analizar, se dirigió a la comisaría de Santa Luzmila y asentó la denuncia.
Al día siguiente, la policía notificó a la familia de Elizabeth sobre el hallazgo, pero decidieron no contarle nada a ella hasta tener alta seguridad de que se trataba de su madre. “Al principio no creí. Me acerqué a la comisaría y me enseñaron los restos. Pude identificar el polo porque tengo una foto donde ella lo viste y ese estaba ahí, también sus ballerinas negras y su dentadura postiza. Todo coincidía”, dijo.
Alfiere es sindicado por la familia de Rosa María como el principal sospechoso de su desaparición y asesinato. Según un análisis forense de los restos óseos hallados al interior del pozo de agua de la panadería, la mujer presenta múltiples fracturas causadas por un impacto de gran fuerza en la espalda y en la pelvis, las mismas que habrían sucedido al momento de su fallecimiento o poco después, causado por un objeto pesado o por una caída desde una gran altura. Esto deja abierta la hipótesis de si Rosa María fue lanzada con vida al pozo y la caída le produjo la muerte o fue asesinada antes de ser lanzada ahí. Eso lo determinará la policía en la investigación que está en curso.
Por el momento, la familia de la mujer deberá esperar veinte días para que las pruebas de ADN demuestren que efectivamente se trata de ella, pese a todas las evidencias y a un análisis antropológico forense que se realizó con el cráneo y la foto de ella. Luego de que se emitan los resultados, se espera que se genere una orden de captura para el principal sospechoso del crimen, quien actualmente está con paradero desconocido.
📢 Séptima Fiscalía Penal de Lima Norte (Primer Despacho) dispuso nuevas diligencias tras la identificación de los restos que fueron hallados durante la construcción de un pozo, en Comas. pic.twitter.com/L8saoTc7JC
— Ministerio Público (@FiscaliaPeru) November 25, 2024