“Al final todo es un negocio más, es un trabajo más. Te levantas a trabajar a una oficina, otros se levantan a trabajar de doctores, de abogados. Ya ves, el trabajo es igual, lo mismo. Tienes que buscar a las personas que te van a apoyar económicamente, captar tu gente y al final como un trabajo más”, afirma con cinismo un extorsionador anónimo que operaba en Trujillo hace siete años. Su testimonio refleja la realidad de cientos de personas que hoy acechan a diversos sectores económicos, desde el transporte público urbano hasta grandes inmobiliarias y ciudadanos comunes.
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Los extorsionadores siguen una línea de producción metódica para llevar a cabo su actividad delictiva, como si se tratara de una empresa con procesos establecidos. Este mecanismo, aunque simple, ha puesto en crisis a varias ciudades del país. Primero, investigan a la víctima, luego la amenazan por teléfono, dejan un sobre con una bala en su casa, o incluso balean su puerta. Finalmente, logran cobrar el monto exigido.
El éxito de este sistema depende de contar con recursos suficientes: armas, balas, celulares, motocicletas, sicarios y personal de apoyo. Este funcionamiento fue analizado por Wilson Hernández, investigador adjunto de Grade, y Julio Corcuera en el estudio “Cómo funciona la extorsión en el Perú”, que forma parte del libro titulado “La Muerte es un negocio. Miradas cercanas a la violencia criminal en América Latina”, publicado en 2020. Para realizarlo entrevistaron a extorsionadores en actividad y retiro, con la finalidad de conocer cómo funciona su mundo delictivo.
Las organizaciones dedicadas a la extorsión son grupos criminales estructurados que compiten por territorios y pagos en diversas zonas. Estás bandas han evolucionado hasta convertirse en empresas de seguridad, utilizando testaferros que cobran por servicios de falsa seguridad, o en compañías de taxis que aumentan sus tarifas para incluir el pago de un “cupo” a la organización criminal. Así se aseguran un ingreso fijo y evitan que otras organizaciones les cobren a los taxistas que ellos manejan.
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Según Hernández, estas organizaciones presentan tres características principales: se adaptan al entorno, enfrentan limitada competencia y no requieren innovación significativa. La decisión de organizarse para extorsionar no es espontánea; los criminales aprovechan oportunidades que surgen en su entorno.
Dentro de la lógica de estas organizaciones criminales, existen reglas y también límites claros. Generalmente, es el líder o cabecilla quien brinda tutela al extorsionador, lo guía y lo protege. Si el extorsionador, que es considerado como un trabajador, falla en su tarea, puede ser castigado con su expulsión del grupo, agresiones físicas o incluso la muerte.
Estructura de la organización
La investigación revela que estas bandas operan con una estructura definida. En la cúspide se encuentra el líder, quien recluta y selecciona a sus miembros, define reglas y recibe rendiciones de cuentas. A él lo sigue el “visión”, quien está encargado de identificar oportunidades de extorsión y que recibe un pago menor por sugerir potenciales víctimas, aunque no pertenezca formalmente al grupo. Cercano a él opera el “Centrador”, quien verifica la idoneidad de la víctima y puede proporcionar información sobre nuevos blancos.
En el ámbito operativo directo con las víctimas, está el “amenazador”, cuya función es ejercer presión y miedo para que las personas paguen la extorsión. En algunos casos, este individuo puede ser un sicario pagado. En Trujillo, muchos de estos sicarios son menores de edad, con edades que oscilan entre los 12 y 15 años. El “amenazador” se mueve con el apoyo de un “logístico” o “caña” que les proporciona las armas y vehículos necesarios para llevar a cabo las amenazas.
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Es importante destacar que quien se encarga de cobrar el cupo casi nunca lo hace solo; siempre está acompañado por otros dos delincuentes que permanecen ocultos por razones de seguridad. “En una organización criminal hay uno que está en la cabecilla [...] Nosotros somos el contorno [...] Él hace el contacto y nos manda a nosotros”, explicó un extorsionador respecto al papel del líder.
La lógica de organización empresarial es muy evidente entre estos extorsionadores, ya que establecen reglas que ordenan sus operaciones y les otorgan cierta predictibilidad.
Se identifican dos tipos de reglas que rigen el funcionamiento de estos grupos de extorsión: 1. Tutela, que implica formar a nuevos extorsionadores y ofrecerles protección a cambio de dinero, y 2. Castigo, que puede manifestarse en la expulsión del grupo, agresiones físicas o la muerte. Esto no es gratuito, sino porque se debe mantener el negocio y básicamente lo que quiere el jefe de la banda es dinero. Cuando esa dinámica de tutela se rompe, viene la lógica del castigo.
Es preciso resaltar que las denuncias por extorsión cuales han alcanzado las 10.617, de enero a julio del presente año en el Sistema de Denuncias Policiales (Sidpol). El año pasado, el consolidado anual fue de 19.947 denuncias.
Crecimiento del Crimen
El experto explicó que el aumento de la violencia y la competencia entre grupos de extorsión se debe a un crecimiento en las oportunidades de ingresos, facilitadas por un acceso más sencillo a tecnología y sicarios. La extorsión ha evolucionado desde los años 90, pasando por robos menores hasta convertirse en un fenómeno más complejo. Inicialmente, se señalizaban vehículos para extorsionar; luego, se implementaron métodos menos visibles. Actualmente, algunas organizaciones han formalizado su actividad creando empresas que cobran cupos, como compañías de taxis que alquilan autos a precios altos, incluyendo el pago de extorsiones.
“Si uno mira a Trujillo, es como si viniera del futuro. Lamentablemente no le hicimos caso”, declaró a El Comercio Wilson Hernández.
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La situación en Trujillo se ha convertido en un espejo de un futuro que muchos no quisieron ver. La violencia generada por el crimen organizado plantea un ciclo difícil de revertir: cuanto más violencia se emplea, más complicado se vuelve retornar a un estado anterior.
“Primero comenzaron haciendo una marca en la llanta, luego colocaron un sticker, cuando se dieron cuenta que esto es un gran problema para ellos -los extorsionadores- por la visibilidad, hacen un último giro que es el más recientemente detectado: crear empresas formales para cobrar cupos” , explicó el experto.