Una barrera metálica demarca el campamento de simpatizantes de Pedro Castillo que desde hace un mes se han instalado en la plaza de la Democracia, frente al Jurado Nacional de Elecciones, en el Centro Histórico de Lima. La valla fue colocada esta semana por las autoridades a pedido de los manifestantes. Ellos aseguran que sus adversarios políticos han intentado, en más de una ocasión, infiltrarse para provocarlos.
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“Se han suscitado varios incidentes de la parte de la señora Keiko Fujimori. Han venido sistemáticamente molestando donde hemos estado de manera pacífica. Algunos días incluso en la madrugada”, afirma el presidente del Frente de Defensa de Apurímac, Milciades Rivas Viguria, quien llegó a Lima el lunes 7 de junio, al día siguiente de la segunda vuelta.
Han pasado más de 30 días desde aquella jornada electoral. El bicentenario está a la vuelta de la esquina y el próximo presidente del país todavía no ha sido proclamado. Además, la tensión no se ha disipado; al contrario, parece ir en aumento.
En la plaza
El campamento tiene dos únicos accesos: uno en el cruce de la avenida Nicolás de Piérola con el jirón Contumazá, el otro en la esquina del jirón Lampa. En cada ingreso hay vigías con chalecos que exigen identificación.
El Comercio contactó a algunos representantes de la movilización para ingresar al lugar y dialogar con ellos, pero la solicitud fue denegada. En los últimos días, la seguridad y el hermetismo se han redoblado.
César Bueno, un miembro de las rondas urbanas de Cajamarca que está en Lima desde hace 20 días, explica que en el campamento hay un líder que “reconoce, de todas regiones, [los nombres de] las personas que tiene en un directorio”.
Quienes han ingresado sin autorización –añadió Bueno– son reconocidos y “de la mejor manera se le invita a retirarse”. La noche del martes 6 de julio, el Día del Maestro, este Diario presenció cómo un hombre en aparente estado ebriedad era retirado del lugar.
En la plaza de la Democracia se han colocado más de un centenar de carpas. Ahí conviven entre 300 y 400 personas. Sus alimentos llegan en camionetas desde las cocinas del jirón Callao, Garcilaso de la Vega y Camaná.
Al principio, la comida se repartía en la vía pública, en los mismos vehículos. En las colas que se formaban había muchas personas que no tenían relación con la protesta: indigentes, vendedores ambulantes y curiosos. Ahora todo se hace dentro de la valla metálica.
Rivas Viguria relató que los asistentes a la movilización se mantienen gracias a donaciones que reciben de residentes de diferentes regiones en Lima. Él y otros ciudadanos de Apurímac –anotó– han recibido comida y un espacio para dormir de parte de paisanos que residen en la capital.
“Las personas que viven en Apurímac y son residentes aquí, permanentemente se comunican con nosotros, con las directivas de las regiones, y están entregando las ayudas correspondientes: camas, abrigos, alimentación, incluso los medicamentos, primeros auxilios, alcohol, entre otras cosas. Está llegando por regiones y se está compartiendo de manera ordenada”, expresó.
Para que el campamento funcione con más orden, se ha designado un comité directivo. También comisiones para tareas específicas como seguridad, administración de alimentos y donaciones, e higiene. La comunicación, así como el reporte de actividades y convocatorias, son a través de grupos de WhatsApp.
Para la seguridad, por ejemplo, se han conformado grupos de entre 10 y 14 que patrullan el lugar. Los licenciados de las Fuerzas Armadas y ronderos son sus principales representantes.
“La comisión de seguridad se encarga de hacer custodia 24 horas en dos turnos. Se encargan de dar seguridad donde estamos ubicados de manera pacífica. Por otro lado, para dar el orden si pudiera haber un infiltrado”, indicó Rivas Viguria.
Él y César Bueno expresaron que regresaran a sus regiones una vez que Pedro Castillo sea proclamado presidente de la República por el Jurado Nacional de Elecciones. Hasta que ello no suceda, permanecerán en Lima.
La otra vigilia
A menos de un kilómetro de distancia, en el Paseo de los Héroes Navales, frente al Palacio de Justicia, se ha instalado, desde el último sábado, otro campamento. No todos son ocupantes son seguidores de Keiko Fujimori, pero los une el rechazo a la victoria de Pedro Castillo en el balotaje.
Según relataron algunos participantes a El Comercio, a la movilización se han sumado ciudadanos de todo el país. “Somos aquí unos 20 colectivos, quizá algunos más y Estamos aquí personas de todas las regiones”, refirió Segundo Siesquén, quien se identificó como miembro del colectivo “Ciudadanos por la democracia”.
Las carpas se han colocado a lo largo del corredor de cemento de la plaza. Con cintas amarillas –similares a las que se colocan en las obras públicas– han delimitado el área que comparten.
En la zona central del campamento, justo frente a la puerta principal del Palacio de Justicia, se almacenan los alimentos, bebidas calientes y otros productos que van llegando. Vigías identificados con chalecos mantienen el orden en el lugar.
En los alrededores, decenas de jóvenes continúan practicando deporte y danzas durante el día y parte de la noche, tal como habían hecho hasta ahora. La política no ha detenido sus vidas.
“Hasta el día de hoy, hemos registrado 354 personas que se van a quedar en vigilia”, enfatizó Karen Kuroiwa, del colectivo “Pedro Castillo No Va”.
Ella y otros representantes de la iniciativa afirmaron que en los próximos días conformarán comités para organizarse mejor. La comunicación interna y coordinaciones son a través de grupos de WhatsApp.
“Esto de acampar es una iniciativa ciudadana. Si bien es cierto estamos recibiendo apoyo voluntario de las personas que solidariamente se identifican con la causa de nosotros, ellos están brindándonos apoyo con alimentos, agua, carpas, lo esencial para que la causa pueda llevarse a cabo”, remarcó Segundo Siesquén.
La causa, para los ciudadanos aquí congregados, es que efectúe una auditoría internacional de la segunda vuelta. Una posición que defienden la candidata Keiko Fujimori y representantes de otros partidos políticos. El presunto fraude también es parte de su discurso.
“Si no van a hacer auditoría internacional, pues entonces queremos nuevas elecciones de segunda vuelta. Eso es lo que queremos”, argumentó Mónica Sánchez Cortijo, excandidata al Congreso por Fuerza Popular y una de las coordinadoras del campamento.
Pero no todos concuerdan con esa postura. Y a estas alturas, las discrepancias generan más tensión. La noche del martes 6, una participante de la movilización que se identificó como Eva de Fuego dijo a este Diario que una de las consignas –además de la auditoría– es que se convoquen nuevamente los comicios, pero desde la primera vuelta.
Eva vestía una camiseta de la selección peruana de fútbol y llevaba en el rostro un tapaboca con la frase #NoAlComunismoEnPerú. Su intervención desencadenó el airado rechazo de un grupo de personas presentes en el lugar que la desautorizaron y la desconocieron como vocera. Después de una discusión de varios minutos, ella acabó retirándose del campamento.
“Las autoridades electorales, de no transparentar [los resultados electorales] o [si] esta auditoría internacional que estamos reclamando no se lleva a cabo, pues la lucha va a ser más radical. Va a venir más gente de provincia. La concentración se va a aquí en Lima”, dijo Segundo Siesquén.
“Nosotros no estamos dispuestos a reconocer a Pedro Castillo como presidente”, arguyó Karen Kuroiwa.
Lo que sí está claro es que las divisiones en el país que se han evidenciado durante la última campaña electoral, sobre todo en la segunda vuelta, son cada vez mayores. Y acortarlas se hace cada vez más difícil.
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