En el estadio de Matute iba a jugarse una edición más del clásico del fútbol peruano, y el inefable Alfredo González, en ese entonces presidente de Universitario, apareció en la parte baja de la tribuna occidente, desafiante, blandiendo un pedazo de papel higiénico con obvias intenciones de burla. Fue un acto bochornoso, una bajeza más de un personaje acostumbrado a ensuciar el mundo deportivo con acciones de esa calaña.
En contra de lo que muchos creen, esta súbita ‘pandemia del PH’ no afecta solo al Perú. Alrededor del mundo, millones de personas que habitan ciudades afectadas por el coronavirus han vaciado supermercados y bodeguitas, y el papel sanitario ha estado entre sus prioridades de compra.
Es más, muchos de los que se burlan de quienes aparecen en las redes sociales cargando planchas con 40 rollos, acusándolos de egoístas y paranoicos, probablemente hayan hecho lo mismo o estén pensando en hacerlo muy pronto.
¿Cuál es el motivo de este acto claramente irracional? Un grupo de especialistas señalaba en CNN que existe una mezcla de desinformación, pánico (las compras por pánico generan más pánico), un impulso natural por prevenir en exceso (acicateada por la cuarentena decretada en varias ciudades) y una necesidad de acentuar la “sensación de control”. Pasó con las mascarillas: se repitió hasta el cansancio su poca utilidad para las personas sanas, pero desaparecieron de los escaparates a la velocidad de un suspiro.
Es posible que gran parte de los alimentos que hoy se desbordan en algunas casas nunca se vayan a consumir. Las fechas de vencimientos son ineludibles. Pero el papel higiénico siempre estará ahí, listo para acompañarnos luego de nuestros inevitables trances digestivos. Es un compañero fiel.