Lince es uno de los distritos más pequeños en extensión territorial, pero también de los más activos desde el punto de vista comercial. En su entorno han vivido artistas y poetas, y es el típico barrio de clase media, cuyas calles antes, en los años ‘70 y ’80, se podían recorrer sin temor. ¿Qué había décadas atrás en esos predios? ¿Qué hay hoy en día? Un 18 de mayo de 1936 fue creado por una resolución legislativa.
José Leal, Julio C. Tello, Canevaro y otras calles van directas desde el límite con San Isidro (Prescott) hacia las avenidas principales como Arenales, Arequipa, y más allá Petit Thouars, al este del pequeño distrito, cuya distribución en zonas verdes, habitacionales y comerciales, lo han convertido en un espacio urbano de enlace entre los distritos más grandes de la ciudad.
Los supermercados se mezclan con las salas de cine, las discotecas con los bancos; todo parece caótico, pero así es la modernidad de las urbes. Sin embargo, si retrocedemos en el tiempo nos enteraremos que en Lince existía en la época colonial el curacazgo de ‘Guatca’, donde se producía algodón, caña de azúcar, maíz y frondosos árboles de olivo, que se extenderían hasta lo que hoy es San Isidro, formando El Olivar.
En la década de 1920, el antiguo “Fundo de Lince” y el de “Lobatón” pasaron a manos de los hermanos Roberto y Manuel Risso. Había 16 mil linceños cuando el presidente Augusto B. Leguía, en su oncenio, comenzó los planes urbanísticos. Surgió entonces la avenida Leguía, que luego se llamaría avenida Arequipa (1921), permitiendo establecer los primeros límites entre Lince y San Isidro. Mientras este último distrito se crearía en 1931, Lince lo sería en 1936.
La Resolución Legislativa Nº 8281, expedida el 18 de mayo de 1936, creaba el distrito de Lince en la Provincia de Lima, durante el presidencia del Mariscal Oscar R. Benavides. Sin embargo, empezó a funcionar como jurisdicción con su primer alcalde Juan R. Velasco, quien asumió la gestión edil el 10 de octubre de 1945.
Hace varias décadas Lince incluía la tradicional urbanización de Santa Beatriz, hasta que al final esta pasó a ser parte del Cercado de Lima. Y con Santa Beatriz dentro de ella, albergó en sus casonas de entonces (hacia los años ’30 y ‘40) a poetas y escritores, casi todos de la generación del ‘50.
En las calles de Mariano Carranza y Manuel Segura, en los alrededores del Parque de la Reserva y del cine Roma o por el mercado Rospigliosi vivían personalidades como Fernando de Syzszlo, Blanca Varela, los hermanos Sebastián y Augusto Salazar Bondy y Jorge Eduardo Eielson, entre otros. Y también en esos tranquilos parajes aparecerían los canales de televisión 4, 5 y 7 (del Estado).
Pero el distrito creció desde entonces, convirtiendo al parque Castilla –de 11 hectáreas e inaugurado en 1953- y al bosque de Matamula (hoy parque Los Próceres) en verdaderos pulmones de la ciudad. También, y al lado del local municipal, destaca hoy la plaza Pedro Ruiz Gallo, cuya apertura al vecino linceño se dio el 20 de julio de 1963.
En esa misma plaza se luce la Parroquia Santa Beatriz, creada en 1926; el Centro Municipal de Salud Manuel Candamo, al servicio del vecino en 1958; la compañía de Bomberos Lince Nº 4 y la Casa de la Cultura, esta última inaugurada en 1967. Destacan también el Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en la avenida Arenales, y la Escuela Nacional de Emergencias y Desastres de Essalud.
Además, existe allí un espacio muy especial: el parque El Bombero, en la avenida José Leal, hoy con juegos para niños y con la inconfundible estatua bomberil, que antes era gris oscuro, pero actualmente se viste de rojo, como todo buen bombero. El parque se mantiene intacto, pero antes, a media cuadra de él, el paradero de la mítica Cocharcas-José Leal impresionaba a los niños de alrededor, con sus buses de carrocería blindada y a petróleo, que recorrían toda la ciudad.
Alrededor de 290 hectáreas abarcan el espacio vital linceño. Ubicado a solo 117 metros sobre el nivel del mar, el distrito ha progresado en muchos sentidos y mejorado en el tratamiento de pistas y parques, así como sembrado de árboles; pero, hay que admitirlo, falta mucho más en el tema de seguridad, punto esencial para vivir mejor.