Practicar un deporte a temprana edad es beneficioso para el desarrollo de cualquier niño, sin embargo, puede afectar a su salud mental si esta práctica es impuesta por los padres y no llevada a cabo como lo que es: un tiempo de recreación y diversión.
La presión que siente un niño por sus progenitores no solo puede afectar su rendimiento deportivo, sino también su desempeño en clases, su relación con sus compañeros, su motivación e incluso puede influenciar en el desarrollo de un carácter agresivo.
A continuación, te describimos las principales alteraciones psicológicas y psicosociales que se presentan en niños y adolescentes por una mala experiencia a la hora de practicar un deporte:
Temor a la presión
La opinión de un padre importa y mucho. Este es el motivo que un niño sienta que su actuación deportiva no es buena, ya que, en lugar de recibir elogios de su progenitor, solo recibe críticas y carga emocional negativa, que a la larga contribuirán con el desarrollo de problemas de salud mental más graves como la ansiedad, el estrés o la depresión.
Se ha demostrado que papás y mamás pueden ejercer una presión desmedida y desproporcionada hacia sus hijos. Si bien es cierto quieren que se superen y sean mejores cada día, también tratan de compensar fracasos o complejos propios de su pasado.
Pánico escénico
Ya sea un deporte individual o grupal, el público estará presente en el lugar de los hechos para presenciar el espectáculo. Esto puede generar en el menor timidez y miedo al rechazo, a tal punto de no querer volver a presentarse otra vez si es que no se siente respaldado por sus progenitores.
Ya sean niños o adolescentes, puede crecer dentro de ellos un sentimiento de angustia y desasosiego al ser observados o juzgados por un gran número de personas. Esto también puede repercutir en la confianza que se tienen a ellos mismos para desempeñar otras actividades.
Frustración
Perder es parte del juego, pero a un menor le puede costar aprender esto. Es fundamental que el padre o la madre conversen con el pequeño y lo ayuden a asimilar la derrota, así como desarrollar la capacidad para gestionar la frustración.
De lo contrario, ignorará los objetivos alcanzados cada día y solo se centrará en los errores cometidos.
Baja autoestima
El deporte debe ayudar a desarrollar la personalidad de un niño o adolescente. Independientemente a cuál sea su desempeño dentro del terreno de juego, sus progenitores deben estar al tanto de que no desarrolle una personalidad insegura, deprimida o ansiosa si no cuentan con un buen nivel de autoestima.
Excesiva competitividad
En su afán de demostrar qué tan bueno es, está propenso a desarrollar una competitividad excesiva. Esto, sumado a una crianza severa por parte de sus padres, puede desencadenar un carácter agresivo hacia sus demás compañeros, lo que dificultará su desarrollo interpersonal.